El triunfo de la ciudad

santiago

Una ciudad exitosa e inclusiva es una ciudad densa. Abogar por limitar la densificación, congelando la ciudad y restringiendo la oferta, aumenta el costo de vivir en ella. Por eso no deja de ser llamativo que cierto "progresismo" reivindique esta postura esencialmente excluyente.


Hace 300 años, solo 5% de la población vivía en ciudades. La ciudad era una rareza. La ruralidad y la pobreza, la norma. La primera revolución industrial marca un punto de inflexión de crecimiento económico y ciudad. A fines del siglo XIX la tasa de urbanización a nivel global había subido a 16% y alcanzado 40% en los países desarrollados. Iniciado el siglo XXI, por primera vez en la historia, la población urbana es mayor que la rural. Y, en el mundo desarrollado, su proporción supera el 80%. Es el triunfo de la ciudad, título de un notable libro del economista urbano de Harvard, Edward Glaeser.

Por cierto, detrás de este triunfo global, hay disimiles experiencias de éxito. ¿Qué define a una ciudad exitosa?

Ante todo, la ciudad es un lugar de encuentro y oportunidades. De interacción y múltiples intercambios. En buena medida, una ciudad exitosa, una mejor ciudad, se expresa por su capacidad para atraer y conectar masivamente a una diversidad de personas. Cual red neuronal, una ciudad que conecta más y mejor es una ciudad más inteligente. Ello favorece la colaboración, la innovación, la división del trabajo y una mayor productividad. No es casual que las zonas urbanas sean mucho más ricas que las rurales y que las mejores ciudades sean también las más prosperas.

Por lo mismo, una ciudad máximamente conectada es una ciudad inclusiva, capaz de aprovechar la diversidad de talentos. Una ciudad segregada los desperdicia. Pero una ciudad inclusiva –suele olvidarse- no solo se remite a la dimensión estática de integrar a los que ya están, sino también una dinámica de atraer e integrar masivamente a quienes, hoy excluidos de ella, podrían gozar de sus oportunidades. Por eso, una ciudad verdaderamente inclusiva es también una ciudad abierta, capaz de crecer.

Para una mejor ciudad, conectada e inclusiva, el sistema de transporte juega un rol crítico. Largos e imprevisibles tiempos de viaje equivalen a menores grados de conexión entre sus habitantes. A conexiones locales, en lugar de globales. A mini ciudades en vez de un gran sistema interconectado que aprovecha en toda su potencialidad las economías de escala y de red. Un mal sistema de transporte genera segregación, limita las oportunidades e impide aprovechar a cabalidad la diversidad de la que se nutre una ciudad exitosa.

¿Cómo conciliar una ciudad inclusiva, que crece incorporando a los miles de excluidos de ella, con un sistema de transporte que no exacerbe las distancias ni los tiempos de viaje? La respuesta es creciendo hacia arriba y no solo hacia el lado. Es decir, densificando. Por cierto, con adecuado urbanismo y tarificación de externalidades. Densificar posibilita precios habitacionales accesibles y un transporte más racional. Así, una ciudad exitosa e inclusiva es una ciudad densa. Abogar por limitar la densificación, congelando la ciudad y restringiendo la oferta, aumenta el costo de vivir en ella. Por eso no deja de ser llamativo que cierto "progresismo" reivindique esta postura esencialmente excluyente.

En el bienvenido y necesario debate que se inicia en Chile sobre nuestras ciudades, valdría la pena considerar algunas de estas claves para aspirar a un real triunfo de la ciudad.

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