Por Caterina Pesce Arón, psiquiatra Infanto Juvenil. Red de Salud UC-Christus. Académica de la Escuela de Medicina PUC

En los últimos tiempos nos hemos visto enfrentados a diferentes situaciones de incertidumbre en nuestro entorno cercano y alejado. En este escenario, cobran especial relevancia los esfuerzos que como adultos podemos hacer para brindar estructura y predictibilidad en el día cotidiano de los niños, niñas y adolescentes.

El hecho de no poder controlar aspectos inquietantes relacionados, entre otras cosas, con la economía local y mundial, la guerra en continentes lejanos, el cambio climático y situaciones violentas reproducidas en las múltiples pantallas que nos rodean, ha causado un aumento disparado en la sensación de angustia en muchas personas. Dado que los niños perciben la realidad en gran medida a través de los ojos de los adultos que los cuidan, también hemos observado a niños y adolescentes particularmente preocupados y asustados por materias que no solían formar parte de las temáticas habituales de su edad. En este contexto de alta preocupación, el contar con un horario relativamente estable para ir a dormir, para comer, para ir al colegio y socializar con otros, suele brindar calma y una sensación de control que permite sobrellevar de mejor manera, momentos de inestabilidad.

Como adultos a cargo del bienestar emocional de los niños, podemos ayudarlos a navegar de mejor forma estos momentos difíciles, haciendo las veces de barrera protectora entre el ambiente crispado, cargado del uso agresivo del lenguaje y los propios niños, construyendo un microclima de bienestar en la intimidad de nuestras casas, en el que se ponga especial cuidado en el uso de las palabras, en los contenidos que se comentan frente a los niños y también en el tono emocional de cómo se transmiten las ideas. Este tono emocional del cual somos responsables, será la música que quedará dando vuelta en sus cabezas y el que probablemente los acompañará al irse a dormir y al enfrentar al día siguiente los desafíos propios de sus respectivas etapas del desarrollo.

Si bien hay muchas situaciones que no podemos controlar, es posible esforzarnos en rodear a los niños de una rutina estable que les otorgue certezas y contención, junto con un estilo comunicacional que priorice la armonía y les transmita calma, cuidado y protección.