Por Gonzalo Fouillioux, periodista de TNT Sports

Los ídolos deportivos tienen un componente emocional. Al momento de hablar de los más grandes, es evidente que uno piensa en títulos, logros, goles y gloria. Sin embargo, la idolatría también tiene mucho que ver con los sentimientos y con la manera en la que uno se siente representado dentro de una cancha.

Apelo a las emociones como punto de partida en la discusión que otra vez se abrió sobre el futbolista chileno más grande de todos los tiempos. Esta vez, el tema reflotó por una reflexión de Elías Figueroa. En una semana en la que celebraba sus 76 años, Don Elías quiso poner las cosas en su lugar en Radio Futuro. “Yo fui tres veces el mejor de América y dos veces el mejor del mundo. El que sea cuatro veces mejor de América y tres veces el mejor de mundo, indudablemente ahí me supera”.

Elías Figueroa pone sobre la mesa hitos irrefutables e inigualables. Logros individuales que ningún otro futbolista chileno alcanzó y que seguramente nadie conseguirá. Es difícil contrarrestar lo que dice Elías, porque suena tan real como imposible de igualar. Es también una discusión generacional. Lo dice en la misma entrevista: “Hubo jugadores que no los vieron jugar” y ese es otro punto clave en esta comparación. A la hora de elegir un ídolo, uno conecta con el que lo hizo vibrar, con el que lo representó y eso ocurre con los contemporáneos.

Mi padre en íntimas conversaciones cuando le hacía esta pregunta me confesaba que ningún futbolista chileno le generó algo tan especial como Carlos Caszely. ¿Cómo podría discutirle a mi padre que para él el jugador más grande de todos fue Caszely?

Las palabras de Elías Figueroa no parecen tener punto de discusión. Es muy difícil no considerarlo el más grande futbolista chileno de la historia. Pero la brecha generacional a mí me acerca más a Vidal, y como creo que el ídolo tiene un componente emocional que es esencial, en mi parcelado rango de fútbol (donde no vi jugar a Elías) nadie me hizo conectar más con la camiseta de la selección que el jugador de Flamengo.

Motivos sobran para inclinarme por el formado en Colo Colo. Un carácter y una actitud de élite, poco vista en nuestro país. Un competidor innato, capaz de sobreponerse a todos los contextos adversos. Un futbolista con una personalidad única, que transmite un deseo de ganar desbordante y que lo llevó a emparejarse por años con los mejores del mundo. Con los números sobre la mesa, es casi imposible discutir a Elías como el más grande, pero yo elijo al que más me hizo vibrar: Arturo Vidal.