Por Iona Rothfeld, autora del primer gol chileno en un Mundial Sub 17

Recuerdo el ruido ensordecedor del estadio. Quedaban menos de 20 minutos e íbamos 2-0 abajo en nuestro debut contra el local en el Mundial Femenino Sub-17 de Trinidad y Tobago 2010. Pensé en lo que siempre pienso cuando voy a entrar a jugar: pegarle al arco. Falta a favor, tomé el balón, lo puse en el suelo, di tres pasos y le pegué a la pelota que se clavó en el arco. Gol. No pensé en lo que significó porque perdimos, pero sí entendí después: fui la primera jugadora que marcó un gol en un mundial al que se clasificó en cancha. Ese gol fue fruto de años de esfuerzo de un grupo de jugadoras que compartimos un sueño, y de tantas otras que soñaron antes y después de lo que hicimos en ese periodo.

Desde que tengo memoria corro detrás de la pelota. Mis mejores recuerdos transcurren en una cancha y siempre fue ese mi mayor refugio. Sin embargo, al poco tiempo me hicieron saber que ese espacio que sentía tan mío, no lo era. Era de hombres. “¿Por qué eres la única niña? ¿Por qué no haces un deporte femenino? La niña-hombre. No puedes jugar aquí”, me decían.

En el transitar como niña futbolista me di cuenta que lo que sentí y viví era una experiencia colectiva. Lo difícil que fue para mí también lo fue para tantas otras. Ante eso, las futbolistas nos organizamos para cambiar esa realidad, pues nuestra resistencia no bastaba con pisar la cancha, aguantando lo inaguantable. La creación de la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF) es consecuencia de eso.

Doce años después de Trinidad y Tobago, veo el debut triunfador de la Sub-17 y me emociona. Me reconozco en esa selección, veo el deseo, la ambición y la sensación del sueño cumplido. Pero también me invade pena: ¿qué no daría por volver a tener 16 años y jugar este mundial? ¿Cuántas veces lloré por lo injusto de ser una niña futbolista en un mundo que era de hombres? ¿Sabrán las jugadoras lo importante de sus goles?

La cancha está dispareja, pero eso nunca nos ha impedido jugar. Lo seguiremos haciendo hasta que el sueño se cumpla. Cuando desaparezca el machismo del fútbol, las niñas podrán abrir todas las puertas de esta industria y nosotras, si tenemos suerte, podremos ver que ganamos el partido más importante de todos.