Una de las primeras cosas que llamó la atención y que alertó a los estudiantes del Colegio Cumbres, bastión educativo de la congregación religiosa de los Legionarios de Cristo en Chile, fue el hecho de que de un día para otro los dos curas de siempre ya no estuvieran más, como todas las mañanas, en la entrada del establecimiento recibiéndolos con un juego de cachipún. La efusividad y los gritos propios del desafío propiciado por dos padres considerados íconos dentro del colegio desaparecieron de un plumazo.

¿Qué había pasado? ¿Por qué el cachipún ahora lo llevaba adelante otro cura y no los mexicanos Juan Luis Cendejas y Luis Miguel Herrera?

Algunos miembros de la comunidad educativa ubicada en San Carlos de Apoquindo ya tenían las respuestas y otros se fueron enterando en el camino: una demanda interpuesta por una exalumna en contra de los Legionarios de Cristo le pegaba al corazón del colegio, toda vez que religiosos que aún se desempeñaban allí, así como otras personas de la congregación, fueron denunciadas a fines de junio por encubrimientos y abusos sexuales, de poder y conciencia ocurridos entre 2008 y 2010.

Cronológicamente, la primera noticia que se tuvo sobre la denuncia fue el 25 de junio. Ese día la Fundación Para la Confianza informó que presentaba una demanda de indemnización de perjuicios en contra de los Legionarios de Cristo en representación de una mujer de 32 años que decía haber ingresado a las Consagradas del Regnum Christi, de donde provienen los Legionarios, tras hacer su enseñanza escolar en el Cumbres. En ese contexto fue que entró al Centro Estudiantil como parte del proceso de discernimiento vocacional y, según su relato, fue ahí donde ocurrieron las vulneraciones, las que, acorde la demanda, habrían sido hechas por sacerdotes Legionarios y consagradas del Regnum Christi. También se mencionaban encubrimientos de personas de las mismas instituciones, casi todas conocidas dentro del mundo legionario y con funciones, hasta ese momento, en el Cumbres.

El 26 de junio Legionarios y consagradas respondieron con otro escrito, donde reconocían que en 2019 habían recibido dos denuncias de la misma persona, las cuales tras ser investigadas no arrojaron “indicios que den suficiente sustento” y “no se reunían los elementos suficientes para dar credibilidad a la denuncia” y que ahora esperaban conocer detalles de la demanda, de la que les notificaron el 30 de junio.

Poco a poco la noticia comenzó a crecer como bola de nieve internamente, pero la llegada de las vacaciones de invierno calmó un poco las cosas. La incredulidad y la desilusión por verse el colegio salpicado por hechos que ocurrieron fuera de él bien resumen la dualidad de sensaciones que hasta hoy inundan al Cumbres. En las redes sociales del colegio abundan las críticas y las interrogantes, y el ambiente, según diversos miembros de la comunidad, se divide entre quienes -mayoritariamente- le creen a la denunciante y quienes se niegan a hacerlo. “El tiempo fue aclarando que lo que olía mal... era malo (...) Hoy me toca enterarme de la denuncia de una exalumna y yo, la verdad, le creo”, se lee, por ejemplo, en una carta de otra exalumna difundida estos días.

Antes del receso invernal el colegio ya había decidido trabajar en un comunicado, el que definieron difundir cuando se retomaran las clases. Eso ocurrió el 19 de julio, cuando la directora Beatriz Moreno invitó a la comunidad a resolver las dudas que el caso planteaba. Hubo tantas que al colegio no le quedó otra que organizar un total de 18 charlas informativas, divididas en tres diarias durante seis jornadas, incluso con apoderados que recién en 2024 ingresarán al establecimiento. “Después de lo que se pudo conversar esos días el sentir es que no se puede poner las manos al fuego por nadie”, señala uno de los presentes en esas charlas.

Y es que justo esa semana, considerando que dos de los denunciados eran capellanes del Cumbres y tras largos tiras y aflojas, ambos fueron apartados de las actividades del colegio, pero seguían dentro de él y, a la semana siguiente -24 de julio-, empujados por el Protocolo de Ambiente Sano y Seguro, fueron separados del recinto hasta que culmine la investigación. En medio de esto los hechos se conocieron públicamente y estar en la palestra le pegó de nuevo al colegio.

Desde el Centro de Padres reconocen que han sido momentos “muy complejos para nuestra comunidad, los que han causado mucho sufrimiento a todos los involucrados”. Sin embargo, dentro de otras cosas añaden que han tenido una “buena comunicación con las autoridades del colegio y todos los apoderados. Hemos trabajado en conjunto velando por la transparencia y para que se tomen decisiones de manera acorde a los protocolos del colegio”.

Este viernes y justo el día en que el colegio sostuvo una reunión informativa con algunos alumnos (la semana que viene seguirán en ello), así como antes la tuvo con profesores y trabajadores, los Legionarios y el Regnum Christi emitieron otro comunicado, en el que recuerdan que por solicitud de la propia denunciante la demanda es reservada, por lo que lamentan “el daño que esto está causando a las personas implicadas. Nos parece muy doloroso, tanto para quien la ha presentado, como para las personas que se encuentran mencionadas en el texto”.

Asimismo, recuerdan sobre los capellanes nombrados que la investigación ya hecha no puso en duda la inocencia de ellos. “No obstante, se acordó como medida prudencial que, por ahora, se abstengan de su trabajo pastoral en los centros educativos y aprovecharemos este tiempo para ofrecer aclaraciones y explicaciones a las comunidades escolares”. Y cerraron: “Reconocemos que este asunto es fuente de gran dolor, confusión y desconcierto y con mayor razón consideramos que la prudencia y la mesura durante este procedimiento son esenciales para evitar hacer juicios anticipados”.