A las 5.34 a.m., hora de Bagdad, del 20 de marzo de 2003, comenzó la sorpresiva invasión militar de Irak, al mando del general del Ejército estadounidense Tommy Franks. No hubo declaración de guerra. Comenzaba así la llamada “Operación Libertad para Irak” que tres años después se saldaría con la ejecución de Saddam Hussein.

La “Coalición de la Voluntad”, liderada por Estados Unidos y bajo el mandato del entonces Presidente George W. Bush, comenzó una ofensiva con bombardeos aéreos en la capital iraquí. En paralelo, militares estadounidenses y británicos entraron desde Kuwait por el sur, al tiempo que grupos aliados kurdos lo hacían por el norte.

La idea de la coalición internacional era “desarmar” al régimen del dictador Saddam Hussein, que supuestamente poseía y estaba construyendo armas de destrucción masiva, según los servicios de inteligencia estadounidenses. A ello se sumaban los presuntos vínculos de Bagdad con el grupo terrorista Al Qaeda, responsable de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos.

La justificación principal de la invasión fue articulada por una resolución conjunta del Congreso norteamericano conocida como “Resolución de Irak”, según la cual la intención de Washington era “desarmar a Irak de las armas de destrucción masiva, poner fin al apoyo de Saddam Hussein al terrorismo y liberar al pueblo iraquí”.

Un marine de EE.UU. observa la caída de la estatua del lider iraquí Saddam Hussein, en Bagdad, el 9 de abril de 2003. Foto: Reuters

El 9 de abril de 2003, los estadounidenses entran en Bagdad y, con apoyo de iraquíes, derriban la estatua de Saddam Hussein. Esto, junto a la captura del dictador en diciembre de ese año y su posterior ejecución en 2006, simbolizó la caída total del régimen baazista.

Sin embargo, durante la ocupación de Irak, las armas de destrucción masiva nunca fueron halladas. Años después se descubrió que la información que manejaba Estados Unidos sobre el armamento del régimen de Hussein era falsa, lo que aumentó las críticas contra la invasión.

Una guerra que finalmente se extendió por ocho años, ocho meses y 29 días, hasta el 18 de diciembre de 2011. Se estima que el conflicto le costó la vida a, al menos, 100.000 civiles, si bien otros recuentos elevan la cifra a medio millón de bajas. Eso sin sumar la profunda crisis política, social y bélica que, aun tras 20 años, golpe a la sociedad iraquí.

Caos político

Manifestantes ondeando banderas iraquíes durante una protesta contra los cambios previstos en la ley electoral, cerca del parlamento de Irak en Bagdad, el 27 de febrero de 2023. Foto: Reuters

Tras la caída del régimen baazista, EE.UU. intentó restablecer la democracia en Irak a través, primero, de un gobierno provisional, para luego dar paso a unas elecciones legislativas realizadas en 2005, en las que los chiitas moderados se impusieron, pero sin obtener la mayoría absoluta. Los sunitas de Saddam lograron una importante representación en el nuevo Parlamento.

Sin embargo, nada de lo anterior dio resultado, ya que, dos décadas después de la invasión, Irak sigue sumido en una profunda crisis política, graficada por protestas y conflictos, además de una creciente tensión entre Irán y el Kurdistán iraquí. A esto se añade las dificultades que enfrentaron las elecciones parlamentarias de 2021, con baja participación y candidatos suspendidos por acusaciones de corrupción.

Una explicación para esta situación la entrega Patrick James, politólogo y profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de California del Sur. El experto explica a La Tercera que la causa detrás de la crisis de Irak se remonta a la etapa de ocupación de EE.UU., donde las decisiones de Washington generaron un “efecto dominó” dentro de la política iraquí.

“La invasión estadounidense eliminó el régimen autocrático que había puesto freno a la fragmentación natural de Irak basada en la diversidad étnico-religiosa. El país ha sido comparado con Yugoslavia, como una creación artificial, y no como algo que corresponda a una identidad nacional global”, detalló James sobre la crisis de Irak. “Este caso es un cuento con moraleja: Un Ejército convencionalmente superior significa muy poco o nada cuando un mala planificación sigue a una victoria”, añadió.

Una niña caminando cerca de un cartel que representa al clérigo musulmán chiita iraquí Moqtada al-Sadr, cuyo partido fue el mayor ganador en los resultados electorales iniciales, en el distrito de Ciudad Sadr de Bagdad, el 12 de octubre de 2021. Foto: Reuters

Las consecuencias se remontan a las elecciones de 2005, que posicionaron en el poder a los chiitas, rama del Islam que históricamente siempre estuvo bajo el control de los sunitas en Irak, sumado a la elección como presidente del país al kurdo Jalal Talabani (2006-2014). Todo esto generó generó un conflicto interno en el país y que derivó en el nacimiento de insurgencias sunitas en contra del gobierno y la presencia de fuerzas extranjeras en Irak.

En este escenario, James apunta las críticas a las opiniones del entonces Secretario de Defensa de norteamericano, Donald Rumsfeld, junto con las decisiones de la Casa Blanca sobre Irak, como la reestructuración del Ejército y la prohibición del partido Baazista, lo que alimentó la crisis que lleva años azotando al país.

A todo ello se suman las tensiones entre EE.UU. e Irán, las cuales se manifestaron en el territorio iraquí, donde hubo batallas entre grupos chiitas apoyados por Teherán, junto con las recientes tensiones con la zona de Kurdistán iraquí, a la que se acusa de promover las protestas en Irán a causa de la muerte de la joven kurda Mahsa Amini, en 2022.

“Irak sigue teniendo problemas para formar gobierno, y esto es consecuencia del terrible juicio mostrado por EE.UU., tras ganar una guerra convencional contra un adversario grande, pero tecnológicamente superado. Las políticas hamletianas de (Barack) Obama, que continuaban a las de Bush, no mejoraron la situación, y los problemas se prolongan hasta hoy”, expresó James.

Insurgencias

ARCHIVO: Miembro leal al Estado Islámico en Irak y el Levante (ISIL) ondea una bandera del ISIL en Raqqa, Siria, el 29 de junio 2014. Foto: Reuters

Por otro lado, un fenómeno que marcó a Irak durante la ocupación y que a día de hoy sigue afectando al país es la alta violencia derivada de las insurgencias y grupos armados relacionados al terrorismo, lo que derivó en la llamada “guerra civil de Irak”. Solo en lo que va de este año los atentados por parte de grupos extremistas han causado la muerte de 52 civiles.

Durante los últimos años, Irak sigue siendo víctima de varios ataques por parte de insurgencias revolucionarias y grupos yihadistas, lo cual, según James, también es consecuencia de la invasión de 2003, que generó un quiebre dentro de la sociedad iraquí -dividida en temas étnicos- y que dio pie al nacimiento de guerrillas extremistas y anti-occidentales que estaban en contra del gobierno y la influencia extranjera. En este contexto es que nace en 2015 el Estado Islámico, grupo creado por desertores de Al Qaeda, que llegó a conquistar un tercio del territorio iraquí.

ARCHIVO: Un hombre iraquí armado observando al gobernador y dictador iraquí Saddam Hussein hablando por televisión en Bagdad, Irak, el 20 de marzo de 2003. Foto: Reuters

“La ocupación abrió la puerta a un torbellino de violencia. El brutal régimen de Saddam Hussein había oprimido a su pueblo durante décadas, y también había ocultado las fuerzas de fragmentación que se activarían en el momento en que su gobierno fuera derrocado y no fuera sustituido por algo que pudiera estabilizar un país intrínsecamente inestable”, comentó el experto.

“La invasión y ocupación estadounidenses -sus políticas de des-baazificación y disolución del Ejército, entre otras- contribuyeron en gran medida a la agitación interna, las luchas sectarias y la influencia iraní en Irak”, comentó a La Tercera Melvyn Paul Leffler, profesor emérito de Historia de la Universidad de Virginia.

A principios de diciembre de 2021, el Ejército estadounidense anunció el fin a su papel de combate en Irak. La medida se produjo pocos meses después de una reunión celebrada en julio entre el primer ministro iraquí, Mustafa al-Kadhimi, y el Presidente Joe Biden.

ARCHIVO: Un soldado estadounidense montando guardia durante una conferencia de paz en el parque de atracciones de al-Zawra, en Bagdad, el 7 de noviembre de 2008. Foto: Reuters

A día de hoy, solo quedan 2.500 soldados, que se dedican únicamente a entrenar a la milicia iraquí, entre otras tareas. “Ayudan a apoyar al gobierno, entrenan a soldados iraquíes y combaten la influencia de la milicia chiita e Irán”, aclaró Leffer.

Pese a compleja situación en Irak, James cree que EE.UU. se encuentra enfocado en el conflicto entre Rusia y Ucrania. “Estados Unidos sólo tiene influencia en la medida en que una opinión pública exhausta se lo permita. Se está invirtiendo tanto en Ucrania que parece dudoso que la opinión pública tolere el despliegue de recursos significativos de nuevo en Irak”.