El universo está plagado de estrellas con diferentes masas y de resplandores más y menos potentes que nuestro Sol. Ellas están clasificadas en diversos tipos, como las "enanas" y "gigantes" por su brillo, y "rojas", "amarillas" y "Azules", entre otros colores, por su masa.

Un equipo de investigadores del Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA) descubrió que en marzo de 2017 hubo un gran resplandor en Próxima Centauri: una estrella enana roja (menos brillante que el Sol y de masa baja) situada a aproximadamente 4,22 años luz​ de la Tierra, en la constelación de Centaurus.

Cuando Próxima Centauri llegó a su máxima intensidad, la llamarada fue diez veces más brillante que las más grandes producidas por nuestro Sol y de longitudes de onda similares.

Meredith MacGregor, astrónomo del Departamento de Magnetismo Terrestre de la Carnegie Institution for Science de Washington, Estados Unidos, dijo que "el 24 de marzo de 2017 no fue un día común para Próxima Centauri". Junto a otros investigadores hizo el descubrimiento luego de analizar nuevamente las observaciones realizadas por ALMA el 2017.

El destello incrementó el brillo de la estrella en mil veces durante 10 segundos y fue antecedido por una llamarada más pequeña. Si se juntan ambos episodios, el fenómeno total duró menos de dos minutos en las 10 horas de observaciones realizadas por el observatorio entre enero y marzo.

"Las llamaradas estelares ocurren cuando un cambio en el campo magnético de la estrella acelera los electrones y estos alcanzan velocidades cercanas a la de la luz. Los electrones acelerados interactúan con el plasma altamente cargado que conforma la mayor parte de la estrella, y esta interacción causa una erupción que genera emisiones en todo el espectro electromagnético", según el estudio de los científicos publicado en The Astrophysical Journal Letters.

El equipo de investigadores explica que el fenómeno ocurrido en Próxima Centauri puede haber "golpeado" al planeta Próxima b con radación. Además, la estrella experimentaba destellos de rayos X, aunque más pequeños, y a lo largo de su vida pueden haber evaporado cualquier atmósfera u océano, y esterilizado la superficie del planeta, por lo que las condiciones de habitabilidad dependen de más factores que solo la distancia entre el planeta y su estrella y la presencia de agua líquida.

El observatorio ALMA está ubicado en el llano de Chajnantor, en el desierto de Atacama, desde 2004. Esto gracias a que las ondas de baja frecuencia son mejor recibidas a mayor altura y en un clima seco, puesto que reducen la cantidad de ruido. Además la superficie debe ser amplia y plana para distribuir las antenas.