Huerta y vida

En San Isidro, una zona residencial al norte de la provincia de Buenos Aires, surge una casa que revaloriza el paisajismo con la premisa de la sustentabilidad y el cuidado del medioambiente.




Desde el estudio BAM! decidieron construir la arquitectura y el paisaje de esta casa en forma simultánea. De este modo, los metros cuadrados de la huella del edificio se convirtieron en un jardín de tres dimensiones que vincula todas las plantas de la arquitectura. El diseño morfológico nace, entonces, frente la decisión de aprovechar metros cuadrados de suelo vegetal.

¿La casa queda integrada al jardín y viceversa? "Algo así… la idea fue generar un juego topográfico mediante un sistema de rampas verdes que conectan el nivel cero con el primer piso y la cubierta, creando una continua terraza jardín", explican Gonzalo Bardach y Matías Mosquera, arquitectos a cargo del proyecto.

El diseño del paisaje estuvo a cargo del Estudio Bulla, un joven equipo que buscó generar un jardín productor de alimentos vegetales, construido a partir de premisas sustentables y que, a su vez, realizara un aporte considerable a la ecología urbana a partir del uso de especies nativas.

Para eso, Lucía Ardissone, Ana García Ricci, Ignacio Fleurquin, Alejandra Yamasato, Pablo Rubio y Gabriel Burgueño realizaron un minucioso estudio botánico de especies propias de la ecorregión (limítrofe de la pampa y los bosques ribereños), las cuales fueron propagadas, colectadas y plantadas por Mercedes, la dueña de la casa.

"La estrategia proyectual de este jardín se basó en la creación de una pradera nativa continua que vincula cada espacio de la casa", dice Ignacio Fleurquin, de Bulla, y explica que se inicia en el nivel 3 con un observatorio del cielo y remata sobre un invernáculo para la producción de plantines. "A su vez se incorporaron una serie de elementos que hacen el funcionamiento integrado, como dos estanques de retención de agua, áreas de cultivo y recolección de frutos, composteras y lombricarios", agrega Ana García Ricci.

En la arquitectura interior, el estudio BAM! también concibió a la sustentabilidad del proyecto como un camino, tomando las normas LEED como base e incorporando la durabilidad y la economía. Para eso iniciaron el diseño con impronta bioambiental, cuidando el proyecto desde la ubicación en el terreno (su orientación, la morfología del volumen construido respecto del recorrido del sol y su incidencia en los espacios, para aprovechar la energía) hasta la ubicación estratégica de vegetación nativa y la elección de los materiales aislantes de la envolvente arquitectónica.

"Como eje del concepto de durabilidad y economía en la materialidad se utilizaron muros de hormigón armado y almas de EPS como aislante térmico", explican los arquitectos de BAM! Y agregan que una vez determinada la volumetría, empezaron con las intervenciones puntuales como el uso eficiente del agua por medio de tecnología eficaz en aguas residuales y mediante la reducción del consumo de agua utilizando el agua de lluvia para el riego de las especies nativas; la disposición de paneles solares para el suministro de energía eléctrica y para la alimentación de la climatización, y el uso de vidrios con DVH para aumentar la aislación térmica y reducir el consumo de energía. El resultado es una casa innovadora que utiliza el mínimo empleo de recursos y con impactos benéficos sobre el ambiente y la salud de sus usuarios: una familia atípica, que se preocupa por la ecología y el cuidado del medioambiente.

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