Thalita Rocha Lima estaba visitando un pabellón Covid-19 abarrotado este mes en Manaos, la ciudad brasileña más grande del Amazonas, cuando su suegra María y otros pacientes de repente se agitaron, empezaron a sudar y jadearon en busca de aire mientras las yemas de los dedos se les volvían moradas.

“Corrí a revisar el equipo y fue entonces cuando me di cuenta: no quedaba oxígeno”, dice Rocha Lima, quien salió rápidamente al pasillo gritando: “Se van a morir”.

El director del hospital le informó que el recinto se había quedado sin oxígeno y no sabía cuándo recibiría más. Su suegra, una enfermera jubilada de 67 años, se asfixió unas 14 horas después de que se acabó, junto con otras personas en su sala, dijo Rocha Lima.

A medida que los casos de Covid-19 aumentan drásticamente en gran parte del mundo, la escasez de oxígeno está obligando a los hospitales a racionarlo, lo que aumenta el número de muertos por la pandemia. El problema es especialmente agudo en el mundo en desarrollo, pero también ha afectado a hospitales de Londres y Los Angeles.

Desde Brasil hasta Zambia, los hospitales abarrotados con muy pocos recursos están pidiendo reabastecimiento de oxígeno de emergencia. En México y Sudáfrica, la gente está almacenando cilindros de oxígeno para tratar de evitar asistir a los pabellones Covid -19, abarrotados de gente, lo que aumenta los precios y dificulta que las familias más pobres arrienden tanques. En México, bandidos armados están robando tanques de oxígeno.

En Londres, en las últimas semanas, algunos pacientes han sido trasladados a otros hospitales de la ciudad o lugares de Reino Unido que tienen un suministro de oxígeno, según las autoridades sanitarias.

El gobierno de Brasil ha transportado suministros de oxígeno por aire a Manaos e incluso lo está importando desde Venezuela, afectada por una crisis. Con acceso limitado por carretera a través del vasto Amazonas, los proveedores de oxígeno locales ahora están enviando cilindros por el río Amazonas desde una planta en la costa norte de Brasil.

El oxígeno es una pieza crucial para el tratamiento de Covid-19, una enfermedad que ataca los pulmones y priva al cuerpo de oxígeno. Varios estudios han demostrado menores tasas de mortalidad y gravedad de la enfermedad cuando el tratamiento con oxígeno se inicia antes, previendo de que los niveles en la sangre bajen demasiado.

En toda África, la escasez de oxígeno está haciendo que una segunda ola de coronavirus sea considerablemente más mortal.

En Nigeria, la fuerza aérea se ha desplegado para fabricar un suministro de oxígeno de emergencia después de un aumento en los casos en Lagos, la ciudad más poblada del continente. La escasez es particularmente aguda en los hospitales públicos, donde los médicos dicen que se ven obligados a racionar el oxígeno y, en algunos casos, niegan el tratamiento.

“Es una razón crucial por la que hay un peak de muertes. Nuestros sistemas están saturados”, dice John Nkengasong, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de África.

La noticia se produce cuando en enero la tasa de mortalidad por coronavirus en las 54 naciones de África superó el promedio mundial por primera vez, después de meses de un número relativamente moderado de infecciones y muertes. El oxígeno es el principal tratamiento para los casos graves de Covid-19 en el continente de mil millones de personas, donde 10 países no tienen ventiladores mecánicos.

La tasa de mortalidad en África ha aumentado al 2,5% de los casos confirmados, superior al 2,2% del promedio mundial. Hasta ahora, el continente ha registrado aproximadamente 3,3 millones de casos de coronavirus y más de 81.800 muertes relacionadas a la enfermedad.

La directora regional de la Organización Mundial de la Salud para África, Matshidiso Moeti, advirtió que “la disponibilidad de suficiente oxígeno está comenzando a ser un desafío en algunos casos”.

En Uganda, los médicos que luchan por tratar un aumento de Covid-19 de 10 veces durante los últimos dos meses están derivando a todos los pacientes que necesitan oxígeno a un solo hospital, en Kampala. “Las tasas de infección son alarmantes y los hospitales están sobrecargados”, dice Joyce Kaducu, ministra para Atención Primaria de Salud.

En países como Zimbabwe y México, surgió un mercado negro de oxígeno en las redes sociales, lo que obligó a los familiares de los enfermos a pelear por los escasos suministros ofreciendo mayores precios.

En México, que ha sufrido cerca de 150.000 muertes confirmadas por Covid-19, la escasez de tanques de oxígeno está provocando robos. La semana pasada, un hombre armado irrumpió en un hospital público en el estado de Sonora y se fue con siete cilindros robados, según las autoridades locales, y en los suburbios al norte de la Ciudad de México, la policía y la Guardia Nacional persiguieron un camión que transportaba a más de 40 tanques de oxígeno que habían sido denunciados como robados.

Debido a que los hospitales están saturados de pacientes con Covid-19, miles de personas dependen de los tanques de oxígeno para combatir la enfermedad en casa. Muchos hogares también mantienen sus cilindros vacíos, en caso de que un familiar o conocido se enferme.

La estrella del fútbol mexicano, el arquero Guillermo Ochoa, dio positivo al Covid-19 e instó a los mexicanos a no acumular tanques de oxígeno. “Por el amor de Dios, #ReturnYourTank”, escribió en su cuenta de Instagram. La agencia de protección del consumidor del país también lanzó una campaña para instar a las personas a devolver los tanques no utilizados para que otros pudieran arrendarlos.

César Ahumada, productor de publicidad televisiva en la Ciudad de México, pasó la semana pasada en una búsqueda infructuosa de tanques de oxígeno para un amigo cercano con graves problemas respiratorios. Recurrió a comprar un concentrador de oxígeno, un dispositivo médico que aspira aire y lo convierte en oxígeno purificado. Los precios de los concentradores se han disparado a entre US$ 1.500 y US$ 2.500, antes de la pandemia costaban menos de US$ 700.

Las largas filas en proveedores privados de oxígeno se han convertido en la norma en la Ciudad de México. A finales de diciembre, las autoridades de la ciudad abrieron dos estaciones de oxígeno para rellenar los tanques de forma gratuita. La mayoría de las mañanas, varios cientos de personas comienzan a hacer cola antes del amanecer y esperan durante horas.

El Presidente de Nigeria, Muhammadi Buhari, aprobó la liberación de US$ 17 millones para establecer plantas de producción de oxígeno en 38 sitios para ayudar a tratar a los pacientes con Covid-19.

Llevar suministros a Manaos, la ciudad brasileña de más de dos millones de habitantes en medio de la selva amazónica, es un desafío. Cinco camiones que transportaban 136.000 metros cúbicos de oxígeno llegaron desde Puerto Ordaz en Venezuela el martes por la noche después de un viaje de 26 horas a través de la selva tropical, reforzando los suministros enviados por el río Amazonas desde el norte de Brasil. El gobierno del estado de Amazonas también recibe alrededor de cuatro aviones de oxígeno al día del gobierno federal.

Rocha Lima, quien vio a su suegra asfixiarse, culpa a los funcionarios locales y federales por no garantizar el suministro de oxígeno y no tomarse la pandemia lo suficientemente en serio. Ella y su esposo han suspendido sus trabajos por el momento para concentrarse en ayudar a entregar suministros de oxígeno a los necesitados y llamar la atención sobre el problema.

El gobierno del estado de Amazonas dijo el domingo que lamenta las muertes que Rocha Lima cita en el hospital público Dr. José Lins y que está trabajando con el gobierno federal para restaurar los suministros de oxígeno de los hospitales en todo el estado. “Ahora estamos luchando, transformando nuestro dolor en lucha”, dice Rocha Lima. “Esperamos mejores días cuando tengamos gobiernos mejor preparados y solidarios”.