El Papa Francisco celebra este 13 de marzo el décimo aniversario de su elección, tras superar a una oposición conservadora que no logró bajarlo y que ahora se encuentra en una encrucijada, buscando una nueva dirección tras la muerte de dos de sus figuras.

La división entre conservadores y progresistas ha sido un tema recurrente en los últimos 10 años, desde que Francisco apareció por primera vez en el balcón de la Basílica de San Pedro en 2013 vistiendo una sencilla sotana blanca, distanciándose de las vestimentas rojas y doradas utilizadas durante siglos.

Cardenales y arzobispos conservadores han acusado a Francisco de sembrar la confusión al debilitar las normas sobre cuestiones como la homosexualidad y las segundas nupcias tras el divorcio, al tiempo que se centraba excesivamente en problemas sociales como el cambio climático y la desigualdad económica.

Pero los acontecimientos han dejado al movimiento conservador desorientado y, según algunos expertos, sin timón.

El Papa Francisco saluda durante la oración del mediodía del Ángelus desde la ventana de su estudio con vista a la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, el 12 de marzo de 2023. Foto: AP

El papa emérito Benedicto, quien se convirtió en abanderado de los conservadores que anhelaban la vuelta a una Iglesia más tradicional y dimitió en 2013, murió el 31 de diciembre, a los 95 años.

“El mundo conservador carece de una visión unificadora, que es algo que Benedicto proporcionó”, dijo Sandro Magister, un veterano autor conservador, periodista y bloguero que ha sido crítico de Francisco.

“Él (Benedicto) no tiene un verdadero heredero, nadie capaz de heredar su legado de manera sustancial”, dijo Magister.

Un alto funcionario del Vaticano, uno de los tres prelados de alto rango que hablaron bajo condición de anonimato, dijo que muchos conservadores veían a Benedicto “como una sensación de seguridad”, a pesar de que, en opinión del funcionario, el papa emérito no buscó ese papel.

La red

Los conservadores también lloraron la repentina muerte en enero del cardenal australiano George Pell, de 81 años, que muchos habían creído que sucedería a Benedicto como principal abanderado conservador.

El departamento de Pell -en el edificio donde Benedicto vivió hasta que se convirtió en Papa en 2005- era un salón de visitas para eclesiásticos conservadores.

“En los últimos años de su vida, Pell se esforzó por construir una red unificadora, reuniéndose con conservadores y también con moderados. Quería que reflexionaran sobre los temas centrales de la Iglesia de cara a la elección del sucesor de Francisco”, explica Magister.

Pell había escrito un memorando en 2022 en el que calificaba el papado de Francisco de “catástrofe”.

El tesorero del Vaticano, el cardenal George Pell, rodeado por la policía australiana y miembros de los medios de comunicación cuando sale de la Corte de Magistrados de Melbourne, el 26 de julio de 2017. Foto: Reuters

El alto funcionario vaticano dijo: “Él (Pell) se relacionaba y socializaba con mucha gente y eso lo convertía en una fuerza formidable. Que esa red se haya derrumbado inmediatamente un día probablemente tiene a la gente desconcertada”.

Dos días después de la muerte de Pell, las librerías italianas empezaron a vender unas memorias del que fuera durante mucho tiempo secretario personal de Benedicto XVI, el arzobispo Georg Gaenswein. Incluía críticas mordaces a otro icono conservador, el cardenal guineano Robert Sarah, dejando al descubierto más fisuras internas en la derecha.

Fracturado

La oposición conservadora a Francisco se ha fracturado más, en parte debido a lo que Magister dice que es un florecimiento del extremismo divisivo en las redes sociales católicas, que ha ahuyentado a algunos protagonistas que antes se hacían oír.

La edad también ha pasado factura. Dos de los cuatro cardenales conservadores que se convirtieron en celebridades en los medios de derecha en 2016, cuando criticaron las enseñanzas de Francisco, han muerto desde entonces. Los otros dos se han callado, posiblemente por la edad y la enfermedad.

Otra antigua celebridad de la derecha fue el arzobispo Carlo Maria Viganò, exembajador del Vaticano en Washington, quien publicó en 2018 una andanada exigiendo la renuncia de Francisco.

El arzobispo Carlo Maria Viganò participa en la reunión anual de la Conferencia Episcopal estadounidense en Baltimore, el 16 de noviembre de 2015. Foto: AP

Viganò ha sido ampliamente desacreditado y muchos de sus antiguos partidarios se han distanciado, incluidos algunos obispos estadounidenses, debido a su apoyo a las teorías de conspiración relacionadas al Covid y la política.

“Ellos (los conservadores) no tienen a nadie en este momento”, dijo otro alto funcionario del Vaticano.

Aunque la mayoría de los progresistas dentro de la Iglesia han vitoreado a Francisco, de 86 años, algunos lo han acusado de ser demasiado tímido. En 2019 planteó la posibilidad de un sacerdocio casado, aunque limitado a zonas remotas del Amazonas, con escasez de sacerdotes, para luego echar pie atrás.

Ambas partes parecen estar de acuerdo en una cosa: que al principio de su papado Francisco subestimó la persistencia de la crisis de abusos sexuales de la Iglesia, y confió demasiado en los obispos, especialmente en América Latina, que trataron de restarle importancia. Dicen que debería haber actuado con mayor rapidez para aplicar salvaguardias y sanciones más estrictas.

Una encuesta realizada entre mujeres católicas de 104 países por la Universidad de Newcastle, Australia, y hecha pública en el Vaticano el miércoles pasado, mostró que el 80% de las más de 17.000 encuestadas afirmaba que los líderes de la Iglesia no estaban haciendo lo suficiente para abordar los abusos sexuales y su encubrimiento.

El Papa Francisco aparece en el balcón de la Basílica de San Pedro después de ser elegido por el cónclave de cardenales, en el Vaticano, el 13 de marzo de 2013. Foto: Reuters

Mientras los conservadores buscan un nuevo abanderado para formar un consenso de cara a la elección del próximo Papa, Francisco sigue adelante con su visión de una Iglesia más inclusiva y con visión de futuro.

Francisco ha nombrado a cerca del 64% de los cardenales menores de 80 años que podrían elegir a su sucesor tras su muerte o renuncia. La ley eclesiástica limita a 120 el número de cardenales electores, aunque algunos papas han sobrepasado temporalmente ese límite.

Si la salud de Francisco resiste, aunque sea unos años más, podrá nombrar a más electores, lo que aumentará las posibilidades de que su sucesor sea alguien afín a su visión.