El Vaticano y China firman acuerdo histórico para reconstruir relaciones

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El Papa Francisco se encuentra con un grupo de fieles de China tras su audiencia general semanal en la Plaza de San Pedro, en abril de 2018 en el Vaticano.

Los detalles del pacto provisional todavía no son públicos, pero se reveló que su objetivo no es político sino que pastoral. A 67 años del quiebre, la Santa Sede reconocerá a siete obispos que fueron designados por Beijing.


El Vaticano anunció la firma con China de un histórico "acuerdo provisional", marcando un hito en la reconstrucción de las relaciones entre ambas partes después de 67 años de conflicto.

Así, tras décadas de rumores e intentos fallidos, la Santa Sede y Beijing comienzan el deshielo de su quiebre, ocurrido en 1951, cuando Mao Zedong expulsó de ese país al nuncio apostólico y a sus misioneros católicos.

En el acto participaron el subsecretario para las relaciones internacionales del Vaticano, Antoine Camilleri, y el viceministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Chao.

Pese a que los detalles del pacto todavía son de carácter privado, su objetivo no responde a fines políticos, sino que de carácter pastoral. Con esto, el primer paso será el reconocimiento por parte del Vaticano de siete de los 60 obispos nombrados por China durante los últimos años y que se negaba a legitimar.

El acuerdo también pone fin a la existencia de dos Iglesias paralelas e independientes en China. La primera, más conocida como la oficial, controlada por la Asociación Católica Patriótica, y la clandestina, al mando del Vaticano.

A través de una declaración escrita, la Santa Sede señaló que "el Papa Francisco espera que, con estas decisiones, comience un nuevo proceso que permita superar las heridas del pasado y conduzca a la plena comunión de todos los católicos chinos".

Además, el portavoz del Vaticano, Greg Burke, en el marco de la gira del Sumo Pontífice por Lituania, indicó que el pacto proporciona un plan "para futuros nombramientos de obispos, que dirigen a los fieles en su diócesis".

En tanto, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Jaushieh Joseph Wu, también emitió un comunicado en el que aseguró que "espera que este acuerdo mejore la libertad religiosa en China y permita que la Iglesia Católica china se convierta en una parte integral de la iglesia universal".

"Una traición increíble"

Aun cuando el Vaticano describió la histórica alianza como "el fruto de un acercamiento gradual y recíproco" tras un "largo proceso de negociaciones cuidadosas", la noticia no estuvo exenta de polémicas ni críticas.

Desde diferentes sectores de la Iglesia apuntaron contra las concesiones que habría realizado la Santa Sede previo a la firma del pacto. Algunos son obispos que durante años han vivido en la clandestinidad debido a la persecución del gobierno chino, como el exarzobispo de Hong Kong, Joseph Zen, quien dijo que "se está entregando el rebaño en la boca de los lobos", y agregó "es una traición increíble", haciendo referencia al secretario de Estado del Vaticano, el cardenal, Pietro Parolin.

Sin embargo, el mismo Parolin frenó los ataques y defendió el convenio. "Se necesita unidad, se necesita confianza, como también se necesita tener buenos obispos que sean reconocidos por el Papa (...) y el acuerdo se pone en esta línea", indicó.

Según medios internacionales, el acuerdo obligará a modificar próximamente algunos cargos en la Iglesia china, a cambio de que se reconozca la figura del Papa como líder único de la Iglesia Católica.

Actualmente China, que cuenta con cerca de 12 millones de personas declaradas católicas y otros 40 millones de cristianos, podría convertirse -según varios estudios al respecto- en la nación con mayor población cristiana de la tierra de cara a 2030. Una estimación realizada por el profesor Yang Fenggang, de la Universidad Purdue, de Indiana, calculó 247 millones de creyentes.

Finalmente y luego de tensas y complejas negociaciones, el conflicto entre China y Taiwán continúa siendo uno de los principales obstáculos para la normalización definitiva de los vínculos con el Vaticano, considerando que el primero no quiere que ninguno de sus socios tenga relaciones diplomáticas con el segundo.

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