La odisea de los profesores rurales en pandemia: De tareas a domicilio hasta furgones-escuelas

Alumnos de la escuela Lucila Godoy Alcayaga G-98, Región de Antofagasta.

Tres docentes, enfrentados a la teleducación o a las dificultades de la crisis sanitaria en recónditas zonas del país, han desplegado su creatividad y esfuerzo para mantener la continuidad de la educación entre sus estudiantes. De casa en casa o hasta disfrazados, están logrando que los menores se mantengan en el sistema.


Con la cuarentena vigente en 225 comunas del país, solo 740 colegios continúan abiertos. El resto -cerca de nueve mil recintos- han desplegado distintas modalidades para continuar las clases en forma remota. Pero no ha sido fácil. Ni para los estudiantes o sus familias, ni para los profesores, que han debido aumir desafíos logísticos y tecnológicos para llevar los contenidos de cada nivel a las improvisadas aulas que se han instalado en varios miles de hogares.

Y para algunos docentes el modelo telemático, sencillamente, no funcionó. Y para otros, la presencialidad se ha vuelto cuesta arriba. Por eso, han debido echar mano a la creatividad -y a mucha vocación- para mantener la continuidad de enseñanza. Y ejemplos no han faltado: una acarrea a sus propios alumnos a clases, otros reparten las tareas a domicilio y otros han convertido un furgón en aulas de clases rodantes. Aquí sus historias.

Despacho de tareas y escritorios a domicilio

Profesores Rosa Contreras y Jorge Rodríguez grabando videos didácticos con títeres para sus alumnos

Carolina de Michilla es un pueblo minero en la comuna de Mejillones, Región de Antofagasta. La comuna se encuentra en Fase 2 (Transición), lo cual es una buena noticia para Rosa Contreras (54), profesora de educación general básica en la escuela Lucila Godoy Alcayaga G-98, quien espera que sus alumnos puedan volver pronto a la sala de clases. Ella y su esposo, Jorge Rodríguez (60), también docente, hacen clases a 19 alumnos de primero a sexto básico. “Contamos con dos salas, una de primero a cuarto básico, donde trabajo yo, y otra de quinto y sexto básico, donde trabaja mi esposo”, dice Contreras.

El pueblo tiene una débil conexión a internet, e incluso, problemas en la señal telefónica. “Los apoderados tampoco cuentan con planes de internet fijos”, explica Contreras, “sobre todo las madres, que son gente de esfuerzo. Se ganan la vida honradamente”.

Con estas trabas sobre la mesa, la pareja -que lleva 37 años de casados- decidió gestionar una serie de estrategias para que sus estudiantes pudieran seguir aprendiendo. Una de ellas fue crear y enviar videos didácticos -incluso con títeres y disfraces para los más pequeños- vía WhatsApp a los padres, para que los alumnos pudieran verlos.

Pero antes de eso, recrearon el aula en sus hogares. “Les repartimos una mesa y una silla a cada estudiante para que pudieran tener su espacio. Muchos niños comparten la casa con diez personas, a veces notábamos que estaban en la mesa de la cocina, con los demás tomando tecito, o estaban en la cama. Así que con mi marido les dejamos todo en la puerta de su casa”.

Otra iniciativa fue la de instalar un buzón afuera del colegio, para que los niños despachen ahí las tareas que el matrimonio distribuye a domicilio. “Comenzamos a repartir el material del colegio casa por casa, y eso también nos daba la posibilidad de ver a los niños, aunque no los pudiéramos abrazar. Por lo menos, para mantener el contacto”, recalca Contreras.

Luego, según el plazo establecido, los alumnos dejan sus guías en el buzón. “A veces viene en el buzón un chocolate, unas flores o una carta”, relata la educadora.

Esta semana sus estudiantes, dice Contreras, recibieron notebooks para conectarse a clases online, lo cual fue una donación del Departamento de Administración Educacional de la Municipalidad de Mejillones. “Pudimos debutar con las clases a distancia, con el internet que compartieron las mamás desde los teléfonos”, celebra la profesora.

Una sala de clases sobre ruedas

David Muñoz, profesor de educación general básica, enseñando en la "aulamóvil".

Durante febrero, el Liceo Bicentenario Nibaldo Sepúlveda de la comuna de Portezuelo, en la Región de Ñuble, se preparó para recibir a sus estudiantes. Si bien la comuna se encuentra en Fase 3 (Preparación), debido a que cinco funcionarios del establecimiento se contagiaron de Covid-19, tuvieron que cerrar la escuela por dos semanas. El profesor David Muñoz (35), quien enseña a alumnos de primero a cuarto básico, dice que fue “muy frustrante comenzar el año escolar y después volver a cero, no teníamos nada preparado”.

En la comuna la señal de internet no es continua y “la mayoría de las familias tiene un solo teléfono; aquí los padres, por lo general, son temporeros y trabajan en la vendimia”, explica el docente. Por lo tanto, hacer clases online era poco viable para sus estudiantes, “tratamos de copiar los modelos de colegios en ciudades, pero como no es nuestro contexto, no nos iba a servir mucho”, agrega.

Así, Muñoz junto a otros profesores emprendieron con cinco “aulasmóviles”, para dirigirse a las casas de los alumnos y allí hacerles clases particulares.

La idea tomó forma el año pasado, con la larga cuarentena. Y para ello, modificaron cinco furgones, retiraron los asientos e incorporanron mesones para que dos escolares puedan recibir sus lecciones de manera paralela.

La habilitación de las “aulamóviles” fue financiada por la Municipalidad de Portezuelo. “Los niños sentían muy motivados de que el profesor los fuera a ver. Para ellos era muy importante saber que tienen un apoyo emocional y saber que lo estamos acompañando”, recalca Muñoz.

Según el cronograma del “aulamóvil”, cada alumno es visitado es cada quince días, dependiendo del objetivo de aprendizaje en el que esté trabajando. No obstante, “los caminos son a veces muy difíciles, cuesta llegar y no hay señal de internet” explica Muñoz, “pero logramos llegar igual y conversar con las familias y con los niños, incluso contarles un cuento. Luego vemos los contenidos, monitoreando sus logros, para dejarles sus guías y canastas Junaeb”.

De la puerta de la casa a la puerta de la escuela

Carla Toro (izquierda), profesora de educación general básica con su curso multigrado.

La comuna de Andacollo, Región de Coquimbo, se encuentra en Fase 3 (Preparación) por lo que sus colegios tienen las puertas abiertas para recibir a sus alumnos desde el 3 de marzo, manteniendo los protocolos sanitarios requeridos por el Minsal y el Mineduc. Allí, la profesora de educación general básica, Carla Toro (48) lleva 14 años enseñando en la Escuela Dr. Jose Luis Arraño.

para evitar la locomoción cpectiova

Toro es la única docente del recinto y, además, ejerce como su encargada. Actualmente, hace clases a cinco estudiantes de 2°, 3°,5° y 6° año básico, en una misma sala. De lunes a viernes, y en colaboración con la asistente de educación del establecimiento, Viviana Bravo, pasa a buscar en su propio vehículo a los alumnos a sus casas para llevarlos a la escuela, para evitar los riesgos del transporte público, donde muchos deben recorrer largas distancias.

“Esta iniciativa comenzó por la necesidad de que los estudiantes puedan llegar a los establecimiento de forma mas segura y asegurar la asistencia”, recalca Toro.

Además, la profesora explica que los apoderados agradecen esta labor, ya que de esta forma evitan que los escolares recorran largas distancias a pie y por trayectos en los que no hay locomoción. “Esto nos permite, también, acrecentar los círculos afectivos que se crean en estas instancias, permitiendo mayor seguridad y confianza en los estudiantes”, reitera Toro, quien agrega que “más que en una relación profesional, nos convertimos más bien como en una familia”.

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