El inicio de 2019 estuvo marcado por las demandas en torno a la sobrecarga académica y el deterioro de la salud mental entre los estudiantes de educación superior. En ese momento, la pandemia ni siquiera se asomaba. Durante el primer semestre de ese año, los estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad de Chile paralizaron sus actividades académicas y señalaron los intentos de suicidio, el estrés, la ansiedad y la falta de sueño como los problemas más graves que les estaba generando la exigencia de la universidad. Las protestas dieron pie a un incendiado debate en redes sociales, en el que incluso participó Gabriel Boric en su época de diputado.

“La noción de equiparar sacrificio con sobrecarga y sufrimiento es totalmente equivocada. La preocupación que instalan los estudiantes de la FAU por salud mental en los estudios es totalmente legítima y necesaria. No podemos naturalizar que estar bien sea un privilegio”, manifestó Boric en ese entonces ante las declaraciones del ex rector de la Universidad de Chile, Luis Riveros, quien expresó en un tuit: “Estos niños no tienen noción del sacrificio que debe envolver el lograr algo como un título de la U. de Chile. ¿La causa?: les han enseñado todo acerca de sus derechos, pero nada sobre sus deberes”.

En 2020 nuevamente se encendieron las alarmas. La pandemia y el confinamiento provocaron estragos en la salud mental de la población y los estudiantes tuvieron que adaptarse a la modalidad online para tener clases. Una encuesta realizada por la Fundación Aequalis reveló que un 68% de los jóvenes encuestados declaró sentir o tener un diagnóstico por algún problema de salud mental durante la pandemia. El estudio, que fue realizado a fines del año 2022, también consultó a los jóvenes por su salud mental luego de la pandemia: tres de cada cuatro declaró tener un diagnóstico por algún problema mental.

Eduardo (22), al igual que varios universitarios, tuvo que postergar sus estudios con la llegada de la pandemia. Tal como reportó La Tercera en 2020, más de nueve mil estudiantes postergaron sus estudios en 17 planteles. Pese a que Eduardo es beneficiario de la Beca Bicentenario, que financia el arancel de referencia de la carrera, la situación económica en su hogar empeoró a tal punto que tuvo que pausar su carrera hasta 2021. Al ser consultado por su experiencia ese año, responde que las clases online eran menos exigentes, por lo tanto siente que quedaron varias lagunas en su aprendizaje. Sin embargo, la modalidad online le ayudó con el insomnio que le afectaba en ese entonces, puesto que al estar en su casa y no ocupar tiempo en traslados, era más fácil dormir en el día. Tampoco tuvo mayores dificultades con la conexión a internet.

El primer semestre de 2022 estuvo marcado por el retorno definitivo a la presencialidad. Si bien la rutina de Eduardo cambió, pudo reencontrarse con sus pares y adaptarse de buena manera a aquella nueva normalidad. Pero en el segundo semestre una serie de factores adversos, como el delicado estado de salud de su padre, sumado a que tuvo que comenzar a trabajar y al aumento de la exigencia académica, comenzaron a desestabilizarlo emocionalmente. Casi a fin de año, la universidad lo derivó al Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak por “ideaciones suicidas”.

Medidas urgentes

En los últimos tres años, las universidades han tenido que reforzar y actualizar sus programas de prevención y salud mental. A nivel general, se crearon protocolos para que los funcionarios sepan cómo actuar si un estudiante manifiesta ideaciones suicidas, además de charlas psicoeducativas enfocadas en el manejo del estrés y la ansiedad. Bajo la misma línea, varios centros de estudio han decidido mantener los recesos académicos, al menos una vez al semestre, de manera independiente de las vacaciones de invierno y verano.

Foto: Olivier Douliery / AFP.

Mónica Daza, psicóloga y directora de bienestar estudiantil de la Universidad Andrés Bello (UNAB), reconoce que con la vuelta a la presencialidad hubo un aumento en la demanda de atención en apoyo psicológico y de casos con sintomatología de mayor complejidad. Además se tuvo que poner atención al ingreso de las nuevas generaciones, que pese a haber entrado a la universidad en años anteriores, no conocían su lugar de estudio ni a sus compañeros. Por lo tanto, la tradicional bienvenida a los alumnos nuevos estuvo acompañada de talleres de adaptación a la vida universitaria. La psicóloga María Carolina Carrera, directora de la Clínica de Atención Psicológica (CAPSI) de la sede República de la UNAB, comenta que en las cuatro clínicas atienden aproximadamente a 1.400 pacientes al año.

La Universidad de Concepción (UdeC), por su parte, tuvo que adaptar las atenciones clínicas en 2022 para atender a más estudiantes. La directora de servicios estudiantiles, Cecilia Pérez, indica que durante 2021 los estudiantes que requerían atención psicológica tuvieron una terapia de al menos ocho sesiones. En 2022, ante la mayor demanda, redujeron el número de sesiones mínimas a cuatro, para lograr atender a más estudiantes. Por ello, el número de atenciones entre un año y otro casi no varió, explica Pérez. En 2021 hubo 3.548 atenciones, mientras que en 2022 se registraron 3.547.

También iniciaron un proceso de alfabetización de atención de primeros auxilios psicológicos a los funcionarios que se relacionan con los estudiantes cotidianamente para que sepan atender de mejor manera crisis emocionales o de pánico.

La directora de Salud y Bienestar de la Universidad Católica, María Paz Jana, señala que el principal aumento en esta demanda se registró en 2022, con un 30% más de atenciones respecto del 2021. Para hacer frente a este aumento, destinaron más horas de atención a los estudiantes y potenciaron las intervenciones grupales y comunitarias. “Favorecen el encuentro e interacción social del estudiantado, lo cual es uno de los principales factores protectores de la salud mental”, explica.

Medidas similares tomó la Universidad de Talca. Daniel Jiménez, director de Salud, indica que uno de los ejes programáticos del programa de gobierno del nuevo rector de la universidad, Carlos Torres, fue precisamente atender la salud mental de los estudiantes. Entre el año 2019 y el 2020, las atenciones casi se duplicaron, con 2.136 en 2019, y 4.042 en 2020. En 2021, hubo 5.292 atenciones, mientras que en 2022 los números fueron similares a los del inicio de la pandemia, con 4.064 atenciones. Además de los recesos académicos, se promovieron las actividades extraprogramáticas y la vida estudiantil, a partir de instancias con los centros de alumnos y federaciones de estudiantes.

Desde la Universidad de Chile, la directora de Salud Estudiantil, Viviana Guajardo, destaca el sistema de priorización con el que trabajan, el cual consiste en atender las solicitudes de los estudiantes según la gravedad de los síntomas. También los talleres psicoeducativos online tuvieron una buena acogida de parte de la comunidad, con 300 inscripciones para un solo taller. Respecto a las atenciones en 2021, hubo 11.965 y en 2022 la cifra disminuyó a 9.954. Sin embargo, Guajardo explica que esta disminución de atenciones, no corresponde a una menor demanda sino a que son cada vez menos los profesionales médicos que quieren trabajar en un servicio de salud estudiantil, ya que son más demandados por otros sectores como la red privada y pública.

El instituto profesional Duoc UC implementó desde el 2021 una línea telefónica para atender problemas emocionales y prevención del suicidio, que funciona las 24 horas del día durante el periodo académico. Nelly Bueno, subdirectora de Vida y Desarrollo Estudiantil Duoc, señala que desde el año 2020 se han dispuesto 60.600 atenciones psicológicas y/o psiquiátricas para los estudiantes. Además, agrega, elaboraron un estudio con MIDE UC y MIDAP (Instituto Milenio para la Investigación de la Depresión y Trastornos de la Personalidad), que permitió identificar los principales problemas que aquejan a los estudiantes. Los resultados del estudio incluyeron en su mayoría sintomatología depresiva y ansiosa, además de sintomatología asociada a trastornos de la conducta alimentaria.

¿Qué depara el 2023?

Debido al aumento de la demanda de atención psicológica, la mayoría de las universidades ha optado por mantener los talleres psicoeducativos y las estrategias destinadas a la promoción de la salud mental, como las actividades culturales. Además de seguir con los recesos académicos que suelen fijarse a mitad de semestre.

Sin embargo, estos recesos despiertan opiniones encontradas entre los estudiantes. Mientras algunos valoran la iniciativa, otros opinan que tienen algunas debilidades. Para Constanza Jara, integrante de la Federación de Estudiantes de la Universidad Adolfo Ibáñez (FEUAI), la medida ha sido muy apreciada por el estudiantado, aunque reconoce que en un inicio el problema que más les afectó fue la carga académica.

Lucas Ortega, integrante de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Valparaíso (FEUV), cuenta que han tratado de mantener las semanas de pausa, “aunque a los académicos no les parece una buena medida, porque aprieta el calendario académico”, explica. No obstante, es crítico con el contexto de los recesos: “Se vuelven tortuosos, con muchas evaluaciones juntas, inmediatamente antes o después de la semana de receso”.

Respecto a esto último, Sebastián Ramos, de la Federación de Estudiantes de la Universidad de La Serena (FEULS), agrega que “la semana del receso se desvirtuó, ya que los académicos la utilizan para saturar con obligaciones académicas, entonces el objetivo de velar por la salud mental, se pierde totalmente”. El estudiante también destaca las actividades online enfocadas en el cuidado de la salud mental, pero enfatiza en que varios estudiantes no participaban en estas instancias, ya que sentían cansancio de estar todo el día frente a un computador.

La salud mental es el principal problema al que aluden los chilenos, incluso por delante del cáncer, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares, según advirtió la encuesta Cadem en diciembre pasado. Otras publicaciones sugieren lo mismo, de acuerdo a una encuesta realizada por Ipsos, un 62% considera que es el principal problema sanitario del país, muy por encima del promedio mundial, situado en un 39%.