De la noche a la mañana en EEUU se empezó a hablar de la Alt-right, un movimiento que, no obstante, lleva varios años cocinándose. Es la abreviatura en inglés de “alternative right” (derecha alternativa) y aunque el “alt” tiene en la cultura algunos usos inofensivos (se usa a menudo como sinónimo de indie), lo cierto es que en este caso representa algo mucho más severo. Es el término para agrupar a la derecha radical, extrapartidista, decepcionada del establishment conservador, al que ven demasiado blando y sin coraje para pelear contra el progresismo actual, al que aborrecen.

Quien puso a la Alt-right en el tapete fue, curiosamente, Hillary Clinton. Lo hizo semanas atrás cuando acusó a Donald Trump y al conservadurismo norteamericano de estar dándole cabida a este grupo antes marginal. Lo llamó un movimiento antiinmigrantes, antimujeres y “una emergente ideología racista”. Apuntó especialmente a la alianza de facto entre el candidato y Breitbart.com, medio online tremendamente popular y que congrega a mucha gente de esta nueva derecha. El CEO de la campaña de Trump, Steve Bannon, era hasta hace poco ejecutivo de Breitbart.

¿Alt-right? Esa fue la reacción de los medios tradicionales, que no habían usado nunca el término. Así fue como diarios y canales de TV se lanzaron a definirlo, el último de ellos The Economist esta semana. Desde la izquierda se habló en términos similares a los de Clinton. Para la derecha tradicional, este grupo también es problemático. El republicano Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes de EEUU, dijo que “ni siquiera son conservadores”. Se sabe que, como Trump, los Alt-right apoyan un Estado fuerte y no les interesa demasiado la economía global.

Los límites del movimiento son difusos. Y lo cierto es que ni el propio Trump, ni gente de Breitbart utiliza la etiqueta. Milo Yiannopoulos, editor asociado de Breitbart, famoso por haber sido expulsado de Twitter por acosar a una de las actrices de Cazafantasmas, fue al canal CNBC a hablar del tema. No me considero Alt-right, pero sí le hemos dado una voz a ese grupo, explicó. Desestimó el racismo y dijo que es gente que simplemente celebra la civilización occidental.

Contraria a esa imagen inofensiva, hay consenso en que la Alt-right es también un ejército de trolls antisistema, cuyo norte es provocar, llamar la atención e insultar a todo tipo de minorías. Se congregan en sitios como 4Chan, el foro The Donald, de Reddit, o en Twitter. Son también una fábrica de memes. El más conocido es Pepe le Frog, una caricatura de una rana que, por su uso racista, fue declarado esta semana un símbolo de odio por la Liga Antidifamación.

Pero tampoco es que la Alt-right sea exclusiva de computines de sótano. Hace años que hay un grupo de nacionalistas usando esa etiqueta con orgullo. Gente más bien formal y educada, como el escritor Richard Spencer (38) o Jared Taylor (65), ex editor del Washington Post y hoy director de un medio nacionalista llamado American Renaissance (uno de los artículos recientes de la publicación se titula “Deportar a Ariel Dorfmann”, al que llaman epítome del profesor universitario antiamericano).

Quizá porque la conocen desde hace más tiempo, es gente del ámbito de internet que ha conseguido definir a la Alt-right con mayor elocuencia. Uno de ellos es el youtuber británico Carl Benjamin (Sargon of Akkad), que la investigó y desmenuzó en principios. Algunos serían: defender la identidad blanca, que creen que en el futuro será minoritaria. Sostener que raza y cultura son inseparables. Defender la segregación por países. Y ser colectivistas y autoritarios.

Dave Rubin, presentador del programa online The Rubin Report, sostuvo que la Alt-right es cien por ciento del ámbito de internet, una mezcla entre verdaderos racistas y gente antiestablishment que confunde ser políticamente incorrecto con promover el odio.

“Es la respuesta orgánica a una sociedad políticamente correcta que se niega a discutir ideas de una manera honesta”, dijo en un programa dedicado al tema. “Eso no quiere decir que esté en lo correcto. Quiere decir que está aquí. Y que demonizarla en vez de entenderla no la detiene, en realidad la fortalece”.

Luces sobre su verdadera agenda da el controvertido Jared Taylor, que ha tenido tribuna desde que el tema se destapó. Le dedicó un video al asunto: “La mayoría de las personas prefieren las culturas creadas por su propia raza y prefieren juntarse con gente como ellos. Negros, hispanos y asiáticos expresan esta preferencia todo el tiempo y todos piensan que está bien. Son sólo los blancos a los que se les considera inmorales si es que abiertamente prefieren la cultura, sociedad y personas de Europa. Si estás shockeado por lo que he dicho hasta ahora, no eres parte de la Alt-right. No todavía”.

¿Se equivocó Clinton al visibilizar este grupo? Unos sostienen que no, como el especialista en derechos civiles Richard Cohen. El racismo debe ser denunciado, le dijo al New York Times. Otros piensan distinto: “Cientos de miles de personas ahora están entrando a nuestros sitios”, dijo Paul Joseph Watson, de InfoWars, otro de las web favoritas de la Alt-right.