Chile tiene un héroe de película

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Miguel Burmann, nieto del director de cine Miguel Littín, empieza a desafiar a los mejores. Este sábado se adjudicó la Vuelta a León.




Es la historia de un sueño, que persevera tanto como su protagonista Miguel Burmann, de 25 años, ciclista chileno que ayer ganó la Vuelta a León en la cronoescalada final. Una historia en busca de un final feliz para este ciclista chileno, nieto del famoso director de cine Miguel Littín y que, sin querer, une dos pasiones: el cine y el ciclismo, entre los que Burmann encuentra un paralelismo imparable.

"No es fácil decidirse por ninguna de estas dos profesiones", explica a La Tercera, después de bajar del podio. "Tienen que ser personas que se arriesgan en la vida como mi abuelo o como yo mismo. Pero si lo logras tienes la ventaja de hacer lo que te gusta y eso es entrañable. Hay muchas personas que se ganan la vida en trabajos que no les convencen".

Burmann, sin embargo, ama montar en bicicleta. "No hay nada que me guste más en la vida". Un día lo descubrió casi desde la casualidad. "El padre de una amiga me invitó a montar en bicicleta y desde entonces me convencí de que yo podía ser ciclista, viajar a Europa, correr un Tour de Francia, una Vuelta a España… Y, aunque sé que no va a ser fácil, quiero pensar que lo puedo lograr".

El optimismo figura de su parte. Máxime desde hoy, tras su gran papel en la Vuelta a León, marcada por cinco etapas por carreteras duras, "en las que la exigencia es lo más común. Pero los ciclistas se hacen a base de eso, de exigencias", explica él, con la naturalidad de los inmigrantes felices en España. "Vivo en Lugones, en Asturias, a cinco kilómetros de Oviedo, donde comparto piso con un ciclista chileno, Elías Tello, uno uruguayo y otro japonés, lo que significa que en todas las partes del mundo hay niños que quieren ser ciclistas".

La fortuna, para él, es la de estar en Europa, "lo que no es nada fácil para un chileno", admite. "A excepción de Elías o de José Luis Rodríguez… casi no los hay. Pero yo corrí un año de junior en España y me quedé con contactos que son los que me han permitido venir ahora a un equipo como el Kuota/ Construcciones Paulino. Los llamé y me dijeron, 'adelante, hay un sitio para ti'. Y el equipo no nos puede dar mucho dinero, pero nos ayuda en todo lo que puede. De hecho, el piso en el que vivimos es propiedad de ellos y entrenar por Asturias, por esos paisajes… Resulta increíble".

Paradojas

Son, en realidad, los misterios de un sueño, en el que pasa como en las películas. "Pero no me extraña que sea así, porque yo me acostumbré a las historias de mi abuelo desde que era niño. No tengo palabras para describir mi relación con él. Puede ser mi ídolo, mi mejor amigo… Hasta puede que los mejores momentos de mi vida los haya vivido a su lado", insiste Miguel Burmann, que, a los 25 años, mantiene intacta la capacidad para soñar.

"Sé que es difícil ser remunerado en el ciclismo, pero el riesgo está en intentarlo. Es más, me parece que puedo hacerlo y me encanta como está respondiendo mi cuerpo. He corrido casi de seguido las Vueltas a Avila, a Zamora y ahora a León".

Se trata de una cultura de vida para Miguel, que no acusa la nostalgia de Santiago, porque casi no le "da tiempo", ironiza. No quiere presumir de nada, pero sí se atreve a definirse. "Soy escalador y no voy mal contrarreloj". Quizá el retrato del ciclista moderno, imprescindible para optar a grandes cosas, entre las que Miguel establece una prioridad, "la de mejorar cada día". "Yo no voy a decir aquí que aspiré a ser como Perico Delgado o Indurain, pero sí sé que estoy en una edad buena en la que me queda por descubrir donde están mis límites". La pregunta es maravillosa para él, ciclista vocacional, criado en el centro de Santiago, donde está su hermana y sus otras tres hermanastras por parte de padre, a las que esta semana Miguel ha demostrado que él también puede luchar por ser el mejor.

La Vuelta a León se lo ha demostrado y la felicidad es tan natural que este es un buen día para recordar que el ciclismo chileno también existe. Hay gente como Miguel Burmann, por carreteras secundarias de Europa que lo demuestra con la pasión de los hombres que aman lo que hacen amparados por el espejo de su abuelo, que supo reflejar magistralmente en el cine las paradojas de la vida. Como las del ciclismo.

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