Crítica de cine: Los pinguinos de papá
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¿Sigue siendo Jim Carrey el mejor actor cómico norteamericano? Quizás lo sea en su generación. Pero su momento de gloria en los 90, con cintas como Ace Ventura: detective de mascotas, La máscara o The Truman show, ya pasó. En vez, Carrey se ha encasillado en cintas familiares o derechamente infantiles. Y Los pingüinos de papá no es la excepción.
Carrey es Tom Popper, un ladino corredor de propiedades divorciado, que recibe de su padre fallecido una curiosa herencia: una caja con media docena de pingüinos. Pingüinos traviesos, claro está. De a poco comienza a encariñarse con las aves, especialmente cuando sus hijos lo van a ver. Pero su "nuevo estilo de vida", con su lujoso loft transformado en el polo norte, comienza a pasarle la cuenta. Y por cierto, también tenemos a un villano, a un cuidador del zoológico (Clark Gregg) con un gusto especial por los animales exóticos.
La película es pura fórmula, pero funciona. Hay humor blanco, Carrey está a sus anchas, los pingüinos son simpáticos y la película tiene un buen reparto que incluye a Angela Lansbury (la legendaria Reportera del Crimen). O sea, entretención familiar sin mayores pretensiones. Y sería.
Los PingÜinos de Papá
Dirección: Mark Waters. Con: Jim Carrey, Carla Gugino, Angela Lansbury, Clark Gregg. 95 minutos. Comedia. EE.UU., 2011. Todo espectador.
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