El giro logrado por Madonna tras la filtración de su nuevo disco

La artista optó por adelantar de manera oficial la salida de seis temas.




Una imagen ficticia del presente de Madonna la mostraría frente a un espejo, desnudando la totalidad de su carrera y fijando la mirada en un solo tramo: 1989. Esa temporada donde estrenó el álbum Like a prayer, acompañado del temazo del mismo nombre que sirvió como single promocional y que inauguró ese tenso vínculo con la Iglesia que mantiene hasta hoy, gracias a un video donde bailaba ante cruces ardiendo y besaba a un santo negro.

Además, tras varios años en que la prensa hizo foco en su estética provocadora, el sencillo intentó realzar sus cualidades vocales, mientras el resto del trabajo husmeaba su fragilidad más pagana, tratando temas como la muerte de su madre o el divorcio del actor Sean Penn.

Aunque con matices, las primeras reseñas en torno al adelanto de su nuevo álbum, Rebel heart, sintetizan algo parecido: más alusiones religiosas, intentos por subrayar sus méritos interpretativos y composiciones que abren un ángulo menos pirotécnico y más real. "Es una Madonna que mantiene ciertas aristas del pasado, pero también algo diferente: no totalmente blasfema, pero sí devota", escribió el crítico Jon Pareles en The New York Times.

Casi en sincronía con ese perfil, su decimotercer título llegó al mundo de la manera más cruda, sin ostentación, sin una gran mercadotecnia operando a sus espaldas: filtrándose en la web mucho antes de su lanzamiento oficial. Tomando el peor atajo que la cantante -una obsesiva de los entramados comerciales y que siempre se jactó de tener el dominio total de su carrera- podía imaginar.

El pasado día 17, trece canciones del nuevo trabajo aparecieron de manera imprevista en internet, aunque la propia Reina del pop aclaró que se trataba de maquetas inconclusas, agradeciendo a sus fans que no las escucharan y etiquetando el traspié como una violación artística. Para compensar, tres días después subió seis tracks ya oficiales, recalcando que lo consideraran una suerte de "regalo de Navidad anticipado" y que el álbum completo saldría el 10 de marzo.

Aunque pareció vencida por un enemigo invisible, la estadounidense, como buena estratega, le sacó provecho al entuerto y mostró un aperitivo que ya escala como lo mejor en la última década de su carrera. Living for love fue el primer single. "Aunque no es un hit como Music o Hung up, sí está entre los grandes sencillos de sus años recientes. Además, aquí no sólo hay una fijación en la música, sino que más bien en su voz y la letra, lo que va contando", reseñó Rolling Stone.

¿Y qué cuenta el tema? "Es una canción sobre una ruptura. Muchos escriben sobre tener el corazón roto y quedar inconsolables. Pero nadie compone sobre romper con tu pareja y sentirse ilusionado y victorioso después. Así que me planteé hacerlo así: no caer en la victimización", dijo Madonna en la misma Rolling Stone.

Para timbrar ese espíritu, la pieza se desenvuelve en un pegadizo house con texturas que retroceden hacia la última parte de los 80, mientras la voz de la diva se lanza saturada de efectos y coros para cantar en el gimnasio. Un sustento montado por el DJ norteamericano Diplo y que tiene a otra superestrella, Alicia Keys, al piano, recordando cómo se facturaban los álbumes en la última parte del siglo XX: repletos de figuras musicales cuyos aportes iban encajando como rompecabezas, tal como Michael Jackson o la propia Madonna.

En la misma ruta asoman Illuminati, trabajado con Kanye West, y Bitch I'm Madonna, retrato autobiográfico cantado con la siempre insurrecta Nicki Minaj. Más allá de los comensales, otro track revelador es Devil pray, cargado de un mensaje espiritual que advierte que ni las drogas ni el alcohol permitirán un acercamiento mayor a Dios, aunque sí la disposición de una voluntad más humana y sensible. Incluso, la artista incita a elevar un "aleluya".

"Tenemos que encontrar el camino para traer la alegría al mundo todos juntos. Y, por supuesto, eso se consigue estando consciente, no con drogas", puntualizó la norteamericana, como parte de un nuevo álbum -y de una nueva era- abierta de manera sorpresiva, pero que arroja luces de sus nuevas fronteras artísticas y personales.

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