"Si la policía o los médicos entran en huelga, un país se sume en el caos; si los actores hacen huelga, a nadie le importa", decía Jerzy Grotowski (1933-1999), el director polaco y uno de los exponentes del movimiento teatral vanguardista del siglo XX, junto a Konstantín Stanislavski. Le llamaban el padre del Teatro Pobre por su habilidad de prescindir de fastuosas escenografías, maquillaje, vestuarios, luces y música para montar grandes escenas. La clave de su trabajo, decía, estaba en la relación que se tendía entre el actor y sus espectadores: "La nuestra es una vía negativa, no una colección de técnicas, sino la destrucción de obstáculos".
Desde el jueves pasado y hasta el 18 de diciembre, en el Teatro del Puente, se presenta Falsificadores del Alma, dirigido por Claudio Santana, un montaje que trae de vuelta el método y lenguaje minimalista del hombre que adaptó la más memorable versión de El príncipe constante, de Pedro Calderón de la Barca. 
Siete personajes -interpretados por Juan Pablo Vásquez, Vicente Cabrera, Braulio Verdejo, Freddy Araya, Felix Venegas y Eduardo Silva, además del propio Santana- se mueven sobre un escenario vacío y en la más aparente rutina. Con la caída de la Cortina de Hierro, la postdictadura y el despegue del capitalismo en Chile de fondo, a fines de los 80, el director retrata a un grupo de actores experimentados que retorna al país para reencontrarse con su pasado y abrirse un espacio en la nueva escena. 
"Este montaje surge de la necesidad de desprenderse de los modelos para dar pasos hacia adelante de una manera más auténtica", explica Santana, quien entre los años 2008 y 2010 estuvo como residente en el Grotoswki Institute, en Polonia, y luego en el Laboratorio Permanente, en Turín, Italia. 
Financiado por el Fondart, el montaje articulado por palabras sueltas, cantos e imágenes, da un vuelco cuando uno de sus protagonistas ve en la posibilidad de plagiar una de las últimas piezas de Grotowski una gran ventana para lograr su objetivo. "Tiene bastante de mi historia", dice Santana. "Cuando volví de Italia me costó muchísimo hallar un rumbo y un lugar donde mostrar lo que quería hacer, porque lo sentía muy ajeno. Para esto, sentí que Grotowski era el único camino a seguir, aunque fuese desde los márgenes, no importa, pero siempre con la frente bien en alto y seguro de que se está siendo honesto. Eso es precisamente lo que hemos conseguido con este montaje: dejar de concebir todo esto como una gran mentira para abrir nuestro proceso a la gente", concluye.