Forrest, el ciudadano modelo

Se cumplen 20 años del estreno de una de las películas más famosas de los años 90. Una fábula histórica que muchos han visto, además, como uno de los grandes artefactos de propaganda del partido republicano estadounidense.




¿Cuánta gente mató Forrest Gump en Vietnam? Tal vez a nadie. Sí sabemos que rescató a varios de sus compañeros, aunque no pudo evitar la muerte de su mejor amigo. Y sabemos que volvió a casa -a la Norteamérica de los 60-, donde sus pasos se cruzaron con figuras históricas que van desde Nixon hasta John Lennon. Forrest Gump (en la perfecta, memorable no-interpretación de Tom Hanks) debe ser uno de los personajes más famosos del cine de Hollywood. Y es también uno de los más odiados, sobre todo por quienes han visto en él un símbolo de los valores del pensamiento conservador más extremo de la política de ese país.

Basada en el libro de Winston Groom, la película se estrenó en  EE.UU. el 6 de julio de 1994 y arrasó en la taquilla de ese año. Recaudó 677 millones de dólares en el mundo y ganó seis premios Oscar (mejor película, director, actor, guión adaptado, efectos visuales y montaje). El 5 de septiembre vuelve a reestrenarse en pantallas Imax de Norteamérica.

Forrest se convirtió en un héroe popular, pero bajo su aparente inocencia muchos leen un discurso conservador. Aunque Tom Hanks se apresuró a decir que el filme no es una película política, hay en ella elementos de carácter político. Primero, Forrest desciende de uno de los fundadores del Ku Klux Klan, dato no menor que en la historia es mencionado al pasar, como un guiño juguetón al pasado sangriento de la esclavitud y la segregación. Además, otro dato es que, a pesar de experimentar de primera mano eventos claves de los años 60 (conoce al Presidente Kennedy y va a la guerra), Forrest nunca manifiesta interés en ninguna clase de participación política o siquiera cívica. Los grupos que le interesan son el Ejército y su equipo de pimpón, y su famosa alocución en un acto contra la guerra de Vietnam jamás se oye, pero de todas formas es aplaudida a rabiar.

Otro dato a la causa: algunos de los personajes de la película consideran a Forrest un cretino y un simplón. El se defiende diciendo: "Tonto es el que hace tonterías". Lo que es curioso, porque la película presenta una serie de situaciones donde Forrest puede no entender completamente su entorno, pero suele tomar la decisión correcta: ayudar a su mejor amiga, salvar a compañeros de armas, rescatar de la depresión a un teniente lisiado. Quienes hacen "tonterías" en Forrest Gump son aquellos que desafían a la vieja Norteamérica: los Panteras Negras, los pacifistas, los hippies. Ellos son presentados como violentos o pedantes, como gente sin un norte claro. En una película que atraviesa tres décadas para contar el viaje que Forrest hace desde su infancia hacia la vida adulta sin dudar ni desviarse, los otros (los que no piensan como él) son los perdidos.

De hecho, Jenny, el gran amor de Forrest, que se había unido al movimiento hippie, muere de un virus desconocido en la época del sida. Su muerte, anotó Jennifer Hyland Wang, "simboliza la muerte de la América liberal y la muerte de las protestas que definieron la década de los 60".

DISCURSO REPUBLICANO

Esta lectura de la película no es nueva y apareció en los primeros meses de su estreno. De hecho, en ese mismo lejano 1994, Newt Gingrich, quien entonces era vocero de los republicanos en el Congreso, la usó para atacar al presidente demócrata de la época: "En cada escena donde vemos a miembros de la contracultura estos son sucios, malignos o están haciendo algo grotesco (…). Y es importante recordar que en esos años, Bill Clinton estaba del lado de la contracultura".

Esa visión del mensaje de la película se hace más compleja (o más nítida) al recordar que su director es Robert Zemeckis. El mismo que había hecho la espléndida Volver al futuro (1985), otra fábula sobre un pasado esplendor al cual un adolescente ochentero como Marty McFly aprendía a querer y a respetar. Justo antes de dirigir Forrest Gump, Zemeckis había estrenado La muerte le sienta bien (1992), una comedia con Goldie Hawn, Meryl Streep y Bruce Willis que no sólo se reía de la obsesión por la juventud y la belleza eternas, sino que, además, terminaba diciendo que la única forma real de perdurar en el mundo era casarse y tener hijos.

Sin embargo, el uso por parte del Partido Republicano de elementos de la cultura popular como herramientas de propaganda no se inventó en los 90. Bien lo sabía desde 1984 Bruce Springsteen, cuyo hit Born in the USA fue citado por Ronald Reagan en uno de sus discursos de campaña distorsionando por completo el amargo mensaje antibélico de su letra. Al revés de ese caso, la conexión de Forrest Gump con el ideario conservador estadounidense es tan prístina que hacia el final de la película descubrimos que Forrest no sólo es un buen ciudadano y un padre de familia modelo, sino también un emprendedor  acaudalado gracias a la inversión que su socio hizo en la naciente empresa de computadores Apple.

De todos los detalles de la película que han sido adoptados por los conservadores gringos para saludarla como un gran filme patrio, ese debe ser uno de los más alucinantes: Estados Unidos es un país donde cualquiera, incluso un simplón como Forrest Gump, puede hacer fortuna. Y también es un país donde los millonarios usan el transporte público, hablan con desconocidos en los paraderos y envían a sus hijos a clases en el bus escolar. Dios bendiga a Forrest y también a la Norteamérica de cristal que sólo vive en su película.

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