Genios sin visos de genialidad

Contigo en la distancia, que gira en torno a una famosa y elusiva escritora, es la novela más ambiciosa que ha publicado Carla Guelfenbein. Pero esta constatación también implica un riesgo.<br>




Contigo en la distancia, la novela con título de buen bolero que recibió el Premio Alfaguara 2015, permite suponer que Carla Guelfenbein ha alcanzado cierta complacencia con su escritura, cierta seguridad en el uso de los recursos narrativos que le son familiares y una indudable convicción en la validez de su propuesta literaria. El libro, además, deja entrever algo que ya he dicho aquí mismo: Guelfenbein es una escritora ambiciosa y esforzada, y ello, a su vez, enfatiza que está empeñada en una búsqueda que la distingue de aquellos autores de bestsellers que se contentan con el éxito que consiguen entre lectores mediocres. Teniendo lo anterior en cuenta, surge la pregunta insoslayable: ¿por qué Carla Guelfenbein no ha escrito hasta la fecha una buena novela?

El personaje central de Contigo a la distancia, Vera Sigall, es una escritora de origen judío que alcanzó fama universal con sus cuentos y novelas. Al inicio del libro, Sigall sufre un accidente doméstico que la deja internada e inconsciente en una clínica de Santiago. Así, en ese estado, permanecerá casi hasta el final de la obra. Alrededor de Sigall figuran tres voces, que a lo largo de la novela se turnan para dar a conocer diversos aspectos de su vida: Daniel Estévez, un arquitecto más o menos joven que trabó amistad con ella en calidad de vecino y confidente; Emilia Husson, una muchacha francesa, hija de chilena, que llega al país a estudiar cierto archivo bibliotecario que contiene papeles de Sigall, y Horacio Infante, un poeta célebre y mundano que en la década de los 50 fue amante de Vera.

Daniel, Emilia y Horacio hablan en primera persona y están claramente diferenciados por sus circunstancias personales. Pero, y aquí viene lo grave, no se distinguen entre sí por sus voces. Dicho de otro modo: resulta demasiado evidente que hay una sola mano detrás de ellos, aunque el ejercicio de la buena literatura consiste precisamente en ocultar, trastocar y subvertir las huellas propias, algo que aquí no ocurre jamás. Los tres personajes son capaces de expresar frases cursilonas, los tres carecen de talento para discurrir metáforas, los tres se empecinan en recalcar lo básico y lo obvio. Además, Vera Sigall y Horacio Infante no dan una sola prueba, a lo largo de 351 páginas, de que efectivamente son escritores talentosos.

Aunque buena parte de la trama es predecible, hacia el final de la novela hay un giro que resulta sorprendente. Sin embargo, a esa altura, el lector ya está abrumado: Guelfenbein se empecina en aportar detalles excesivos sobre cualquier nimiedad, pero ello nunca ocurre en las escenas más complejas, como por ejemplo en las de índole sexual; Guelfenbein intenta obtener brillos de trascendentalismo de cualquier perogrullada; Guelfenbein rellena y rellena páginas sin enterarse de que la falta de continencia no sería insoportable si es que, a cambio, se le entregara a quien lee algún placer estético en la forma de una prosa cautivante, lo que ciertamente no es el caso.

Contigo en la distancia es la obra más ambiciosa que hasta ahora ha publicado Guelfenbein. Y si se le compara con sus cuatro novelas anteriores, resulta notorio el avance, el crecimiento. Pero esta constatación también implica un riesgo: el de la complacencia y la excesiva seguridad en los métodos propios, las que podrían conducir al estancamiento en una cómoda mediocridad celebrada por un premio que, dicho sea de paso, perdió definitivamente el poco brillo que le iba quedando.

Juan Manuel Vial
Crítico literario

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