Hernán Rivera Letelier: "En la pampa se hacían las mejores fiestas de Chile"

Historia de amor con hombre bailando relata los sinsabores del "Feo" en los salones de las salitreras. Transcurre en los 60, al ritmo del rock and roll y la Nueva Ola. "Es mi libro más autobiográfico", dice.




A los 14 años aprendió a bailar al ritmo del twist. "Como mis padres eran evangélicos, no me dejaban ir a las fiestas", cuenta Hernán Rivera Letelier (63) desde su casa en Antofagasta. "Antes del twist, yo no movía una pata", agrega el escritor chileno, que suma otra novela a su saga sobre la pampa: Historia de amor con hombre bailando.

Esos áridos paisajes y una galería de personajes populares y extravagantes son la marca registrada de su literatura, inaugurada hace casi 20 años con La reina Isabel cantaba rancheras (1994). Desde entonces, Rivera Letelier ha logrado una inesperada popularidad, que incluye traducciones al inglés, francés, árabe, chino, griego y ruso, además de adjudicarse el Premio Alfaguara 2010.

A sus títulos se suma el interés por llevar sus historias al cine. El director belga Hubert Toint acaba de terminar en el norte el rodaje de la película basada en Fatamorgana de amor con banda de música, que se estrenaría el 2014. "Querían que apareciera en una escena, pero la podía echar a perder", dice, riendo, el autor. Un proyecto pendiente es la cinta sobre su libro La contadora de películas (2009), del director Walter Salles. "Está trabajando en el guión. De su productora me aseguraron que a fin de año comienzan a filmar", dice.

Es la década del 60, y el protagonista de Historia de amor con hombre bailando llega con su mujer a buscar un puesto a la oficina salitrera de Coya. "Tal vez esta historia debiera comenzar contando que Fernando Noble era el mejor bailarín que se vio nunca por estas comarcas desérticas. Pero no, por donde verdaderamente se tiene que comenzar es diciendo que Fernando Noble era feo", se lee en la novela número 13 de Rivera Letelier, quien la define como "mi libro más autobiográfico". En los 70, el escritor también trabajó en oficinas salitreras. Primero en la mina Mantos Blancos y luego como operario en Coya.

¿Queda alguna salitrera vigente?

De las más de 300 oficinas que existieron, sólo sigue vigente María Elena. El resto son pueblos fantasmas. Hay algunas que se conservan mejor, como Humberstone, Chacabuco y Santa Laura, pero el resto las desarmaron. Fue un crimen histórico. En 100 años más, cuando se hable de la pampa y el salitre, no habrá ningún testimonio, y espero que estén mis libros para que se sepa cómo era el lugar.

AL BORDE DEL ABISMO

Fernando el "Feo", de 40 años, no pasará desapercibido en el Salón Grande de Coya. Y por varios motivos. Viste como nadie de terno, corbata a rayas, zapatos que brillan, y su mujer es hermosa y 20 años menor que él. Ambos deslumbran, mientras de fondo se escucha la sonora Oro Blanco. Pero en la pista, el "Feo" es una excepción: se mueve magistralmente ante los presentes con los sonidos del mambo, el twist y el rock and roll.

Finalmente, el "Feo" conseguirá un puesto de sereno de un polvorín. "Un trabajo que nadie quería. La historia de la pampa estaba coronada de tragedias causadas por polvorines que habían estallado", anota Rivera Letelier en el libro.

Pero más adelante, el "Feo" no sólo sufrirá por la pérdida de su mujer -caerá en el alcohol y la pena-, sino por un secreto que guardará luego de ver la película The inmortal swan, donde aparece bailando Ana Pavlova. "Desde esa vez, el Feo quiso saberlo todo sobre el ballet", anota Rivera Letelier. En la oscuridad, el bailarín cambiará el terno y sus duros zapatos por una malla y zapatillas de punta. El epígrafe del volumen son dos versos del poema Yo pecador, de Nicanor Parra: "Yo galán imperfecto/ Yo danzarín al borde del abismo".

¿Cómo nació la novela?

En 2011 había entregado a la editorial El escritor de epitafios y quedé en blanco. Siempre cuando terminaba una novela, inmediatamente comenzaba otra. Pero no tenía nada. Estaba en mi casa encerrado como león enjaulado pensando sobre qué escribir. Y una tarde me metí a la pieza donde escribo, 'Mi sala de parto', le llamo, y me tiré en el sofá y dije: 'No me paro de acá hasta que tenga una historia'. ¡Estuve cinco minutos! Sólo me pregunté qué aspecto de la pampa no he contado. Ya había escrito sobre la infancia, las prostitutas, las películas, las matanzas, el fútbol, y de pronto digo: '¡Los bailes y los malones!'. Fue una fiesta escribir esta novela, sólo tuve que apelar a la memoria, la experiencia y la imaginación.

¿Ud. era bueno para el baile?

Mi señora me conoció bailando, a los 24 años, un rock and roll en un salón de Mantos Blancos, y ella estaba mirando por la ventana y dice que se enamoró de mí por la forma de bailar. En la pampa se hacían las mejores fiestas de Chile. Cuando había algún evento especial, se contrataban orquestas de Santiago.

¿Escuchaba la misma música que Fernando Noble?

Por ahí va la cosa. Eramos fanáticos de Elvis Presley. Nos gustaba Ricardito y Sus Gatos y, por supuesto, Los Beatles y Bill Haley y Sus Cometas. Y también la Nueva Ola, que fue súper importante para los jóvenes coléricos de esos tiempos. No éramos ni hippies ni lolos, sino los coléricos. Es más, creo que en mi escritura está la influencia bíblica, del radioteatro, como de las canciones de la Nueva Ola.

Cada libro nuevo se enfrenta a la recepción de la crítica. ¿Usted las lee?

Sí, las leo y me las tomo con mucho humor. Si me las tomo en serio, hay que pegarse un tiro con las malas o se van los humos a la cabeza con las buenas. Creo que las buenas y las malas críticas hay que masticarlas, saborearlas y escupirlas. Si son buenas te hinchas, y si te tragas las malas te enfermas. Pero, la verdad, no me interesan mucho, porque mi coraza son los lectores.

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