La La Land: el retorno del musical y de la autoreferencia en Hollywood

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Los históricos 7 Globos de Oro reafirman el encanto invencible de esta película que se estrena la próxima semana en Chile.




Fue Woody Allen uno de los que eternizó aquella paternidad estética, cultural y turística de Nueva York sobre Los Angeles a través de todas sus películas y quien particularmente se rió de las inhumanas condiciones de sus calles en su clásico Annie Hall (1977). En aquel filme, por el que Woody ganó su único Oscar a Mejor Director aunque decidió quedarse tocando el clarinete en su club neoyorquino, el neurótico Alvy Singer hacía un viaje relámpago a Los Angeles y comprobaba que era el peor chofer del mundo: rentaba un auto y avanzaba a los trompicones, frenazos y topones. No, las eternas carreteras de L.A. no eran el medio de un caminante urbano como Allen.

Mencionada de cuando en vez en aquellas listas de las ciudades más poco amables o derechamente feas de Estados Unidos, Los Angeles ha encontrado su más reciente redención a través del único género que le podía hacer justicia: el musical. Ejemplo insuperable de la era dorada de Hollywood, resucita cada una década (o más) a través de una película que al mismo tiempo le da su razón de ser a la flor y nata del cine industrial. Este año la resurrección es apoteósica y la protagoniza La La Land, la cinta que el domingo se llevó la mayor cantidad de Globos de Oro de la historia al obtener siete premios. Superó, en este terreno, a Atrapado sin salida y Expreso de medianoche, ambos con seis, y se espera que cuando llegue la noche de los Oscar, el 26 de febrero, entre por la puerta grande también.

La película del joven realizador y guionista Damien Chazelle (1985) es una historia de amor (no podía ser otra cosa en realidad), pero antes que nada es una celebración a la ciudad de las estrellas y de Hollywood. Todo en la película está bien usado, desde el empinado observatorio Griffith (el mismo que James Dean y Natalie Wood ocupaban como refugio de Rebelde sin causa) hasta la Carretera Interestatal 105 (la escena inicial es un taco infernal que se transforma en el paraíso de la danza multicolor) o las locaciones costeras de Long Beach y Hermosa Beach.

La La Land, que se estrena la próxima semana en Chile, amplifica el poder de El artista y Argo, dos cintas que también festinaban a Hollywood por diferentes métodos y que en su momento sobresalieron en los Globos de Oro y en los Oscar. La diferencia, si se quiere, es que La La Land es un homenaje al género más incomprendido del cine. Con la llegada de las grandes causas sociales al cine en los 60 y tras la consolidación de las superproducciones en las décadas posteriores, el tono naif, emotivo y teatral del musical empezó a parecer tan raro y extemporáneo como la máquina de fax o el cine rotativo. En tiempos de cinismo y posmodernidad, una historia de amor cantada difícilmente podría lucir bien.

La era de gloria del musical, un género amamantado y criado por la Metro-Goldwyn-Mayer, tuvo en su momento algunas de las películas más beneficiadas en la temporada de premios. Amor sin barreras (1961), de Robert Wise, fue nominada a 11 Oscar y se llevó 10, manteniendo hasta ahora el récord de la cinta musical con más estatuillas. Antes y después, en 1958 y 1964 respectivamente, Gigi de Vincente Minnelli y My fair lady de George Cukor obtuvieron ocho Oscar. Y mucho antes, en 1952,

Un americano en París (también de Minnelli) había logrado seis galardones de la Academia de Hollywood. La década de los 60, la última donde el musical pudo levantar vuelo propio y cortar algunos boletos, vio nacer otros dos largometrajes con alta cuota de trofeos: La novicia rebelde (1965), que ganó cinco Oscar y sigue vigente, y el británico Oliver! (1968), que se llevó cinco y pocos recuerdan. Luego habría que esperar a Chicago (2002) para encontrar otro título bendecido por los hombres de los premios: la cinta de Rob Marshall se llevó seis Oscar.

La La Land, en cualquier caso, supera a todos los citados en la cantidad de Globos de Oro recibidos y, a diferencia de Chicago, La novicia rebelde o Amor sin barreras no se basa en una obra de Broadway. Su director, Damien Chazelle, se hizo conocido con Whiplash, un enérgico drama sobre un joven baterista en busca de fama que se llevó tres Oscar en el 2015. Aquel era un guión propio basado en sus propias experiencias como aspirante a músico y ahora en La La Land también escribió la historia. Eso sí, se olvidó de las inclemencias y de los sufrimientos de la vida artística y prefirió, en cambio, contar una fábula platónica en un Los Angeles multicolor.

Todo pinta bien a estas alturas para la cinta de moda de la temporada y que Damien Chazelle no se apoye en un musical pre-existente es una saludable prueba de creatividad. Después de todo Cantando bajo la lluvia (1952) el mejor musical de la historia y una referencia para varias escenas de de La La Land , también era una creación original.

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