La mala educación 2.0

Los aparatos móviles y las redes sociales nos han provisto de nuevas formas para invadir a los demás y violar los códigos de comportamiento. Expertos y usuarios connotados de la tecnología identifican las faltas más irritantes, pero revelan, de paso, que en el siglo XXI los buenos modales son un terreno en disputa.




A finales del siglo XIX, el diplomático venezolano Manuel Antonio Carreño publicó su famoso manual sobre las reglas de urbanidad que debían seguirse para tener una convivencia civilizada y amable. El comportamiento en la mesa, en el Manual de Carreño, ocupaba un lugar primordial. No hablar con la boca llena, no apuntar con los dedos y mucho menos con los cubiertos y dejar los codos abajo son algunas de las reglas que se supone que todavía están vigentes. Sin embargo, la explosión de dispositivos móviles que van con la gente a todas partes ha abierto la puerta a violaciones a la etiqueta que posiblemente don Manuel Antonio no previó ni en sus más oscuras pesadillas. Los celulares, tablets, las aplicaciones como WhatsApp, las redes sociales tipo Twitter, Facebook o Instagram plantean una serie de interrogantes en torno a los modales en la mesa, pero también en el metro, el auto, la casa, la oficina, el cine y todos los espacios de convivencia en general.

Las interacciones virtuales revelan la educación nacional tanto como el contacto cara a cara. Como dice el sociólogo y académico de la UDP, Arturo Arriagada, "no existe una vida digital. No tenemos una doble vida". En los espacios online nos mostramos tal como somos, es decir, dice el periodista y escritor Óscar Contardo, "ni tan educados ni tan incivilizados". Pero Sebastián Valenzuela, académico de la Facultad de Comunicaciones de la UC, admite que el fuerte uso de dispositivos electrónicos le pone un obstáculo adicional a los buenos modales: "Cuando uno usa una interfaz para comunicarse con otro no presencialmente, sin querer queriendo tiende a pensar que está hablando con el aparato y deshumaniza al destinatario final. Es por eso que esta comunicación tiende a ser más incivilizada que la cara a cara". Frente a este panorama, expertos y reconocidos usuarios de este tipo de tecnologías identificaron las faltas más comunes o irritantes. Las conversaciones y entrevistas revelan que los modales en la era 2.0 son un terreno en disputa, y que aunque no todo vale, hay cosas que no están cerradas. "Todos estamos aprendiendo, estamos fabricando las nuevas formas de relacionarnos. Es necesario romper con los moldes antiguos de comportamiento y establecer nuevas reglas", dice el escritor Jorge Baradit.

ORTOGRAFÍA PARA TODOS

Entre tuits, actualizaciones de Facebook y las decenas de correos enviados al día, la gente hoy escribe mucho más que antes, asegura Óscar Contardo. Esto ha hecho, a su juicio, que muchas personas que no estaban acostumbradas a comunicarse a través de la palabra escrita, hoy tengan que redactar mensajes sin tener todas las herramientas necesarias, provocando, en muchos casos, malentendidos, como cuando el tono de un correo electrónico es malinterpretado y genera una cadena de odiosidades, o cuando alguien escribe un texto en mayúsculas, lo que en el protocolo de internet equivale a estar hablando a gritos.

Los textos publicados en la web demuestran también que pocos dominan o ponen mucho cuidado cuando escriben. "Emplear mala ortografía en Twitter es como andar maloliente en la vida cotidiana. Feo", dice el cientista político Patricio Navia. La editora y directora del magíster en edición de la UDP, Andrea Palet, es menos categórica: "Se trata de un entorno informal y los teclados son una joda". Por eso ella nunca corrige en público. "Además, de los errores salen formas creativas de hablar y de jugar con el lenguaje. El 'ola ke ase' es maravilloso", dice aludiendo a una frase pésimamente mal escrita que dio vueltas con gran éxito por la red, sobre todo el año pasado.

El nivel de tolerancia al error depende de la persona, dice Palet: "Es inadmisible en periodistas, políticos y otros profesionales de la palabra, porque escribir bien es su obligación. Y si vas a usar las redes para promover una causa o transmitir un mensaje serio, la ortografía debe ser perfecta. Es como tener ceniza en la corbata: límpiela, por favor". Para evitar equivocarse, la Real Academia Española (RAE) tiene una aplicación y también el Diccionario Panhispánico de Dudas en línea.

EL PAPARAZZI ETIQUETADOR

Noche de fiesta. Un par de copas de más. Al día siguiente se siente como si se partiera la cabeza, pero eso no es lo peor, sino que entrar a Facebook o Instagram y encontrarse con un reporte gráfico de lo ocurrido, muchas veces, además, con los protagonistas de los hechos debidamente identificados con nombre y apellido mediante "etiquetas". Todo esto sin que nadie les haya preguntado a los fotografiados si quieren que sus imágenes sean publicadas. "Es una mala educación. Soy de la teoría de no etiquetar a menos de que te den permiso. Las redes sociales hacen interpretaciones de la realidad, no te muestran el 100% y eso puede meter en problemas a alguien", reflexiona el cineasta Nicolás López. "Cuando taggeas (nombre técnico que recibe el acto de identificar a una persona en una foto) a alguien, estás transgrediendo un código", explica el académico de la Facultad de Comunicaciones de la UC Daniel Halpern. Por eso, varios entrevistados coinciden en que no es llegar y subir fotos del resto. A veces hay que saber guardarse información.

EL TUITERO METICHE

Twitter, finalmente, no es otra cosa que una gran reunión social donde conviven personas y conversaciones. Eso significa que al igual que en un espacio de interacción cara cara hay que seguir ciertas convenciones para entrar en las discusiones. Que una persona siga a otra, no significa que sean amigas. Por eso, el editor y escritor Francisco Ortega dice que el personaje que más le disgusta en las redes sociales es el metido. "Hablas con un amigo de una película o libro y de repente alguien que no conoces entra a opinar". Él identifica dos subespecies: "Está el que se mete para corregirte. Si dijiste que Colo Colo hizo algo el 92, él dice que fue el 91 y te tira una serie de datos que a nadie le importan. Hay otro, en cambio, que interviene, pero no entiende la conversación"

EL INVITADO DE PIEDRA

Por algo madres y padres invierten tiempo y energía repitiendo que hay que sentarse derechos y que no se empuja con los dedos ni se ataca el plato de al lado. En pocos lugares importan tanto los modales como en el espacio en torno a la comida, sencillamente porque no seguirlos puede arruinarle el almuerzo al otro. Hoy los teléfonos se han tomado la mesa y muchas veces corren el riesgo de caerse a la sopa. Lo mismo se extiende en el caso de las reuniones sociales y de oficina. La evaluación respecto a este nuevo hábito, según Daniel Halpern, cambia con la edad: "Mucha gente no ve la diferencia entre el mundo online y el offline. Por eso, mientras están hablando cara a cara también lo hacen por chat. Los mayores les dicen 'oye' pero péscame'. Son diferencias generacionales", dice el académico. Diferencias generacionales que resienten especialmente los padres de familia que no consiguen que los adolescentes se despeguen de sus pantallas ni siquiera cuando se echan comida a la boca.

Nicolás Copano, comunicador y uno de los tuiteros con más seguidores en Chile, es claramente de la generación que lo ve como algo natural: "¿Por qué me preguntan eso? No soy una señora", replica y agrega: "Para los menores de 15 años conversar y whatsappear no es ningún tipo de mala educación". Nicolás López opina distinto: "Usar el teléfono en la mesa es lo peor del mundo. Yo trato de que haya una política de dar vuelta el celular. Me carga cuando hablo con alguien y está mirándolo. Es como si uno perdiera el rating". Pero a mucha gente le resulta difícil no estar pendiente del aparato: "Me ha pasado y también lo hago. Finalmente tenemos una relación más cercana con el teléfono que, por ejemplo, con la polola", dice Francisco Ortega. El autor Jorge Baradit sigue la regla de la empatía: "Si a la gente le molesta, es molesto. En mi caso, le pregunto a la otra persona si puedo usar el teléfono o aprovecho instancias, como cuando alguien va al baño".

LA CADENA QUE ENCADENA

Las cuentas de email tienen una función muy útil y no suficientemente conocida. Se llama Con Copia Oculta (CCO) y permite mandar un email a una gran lista de personas sin que las direcciones queden disponibles para todos. Muchas veces las invitaciones a cumpleaños, las ventas y otras actividades que se difunden multitudinariamente a toda la red de contactos van sin esa función y de esa forma uno está dejando a la vista las direcciones de los demás, que después pasan a formar parte de las bases de datos de desconocidos, que las usan para promover la pyme familiar o quién sabe qué más. Además, eso permite que la invitación también sea respondida a toda la cadena: "Muchas personas mandan la respuesta a todos los destinatarios ¡Es una lata! Confírmale al dueño del cumpleaños, a mí qué me importa si vas a ir o no", se queja Halpern. Para evitar eso basta con usar la opción "responder" en vez de "responder a todos". La magia de la tecnología.

EL TROLL NUESTRO DE CADA DÍA

En internet, un "troll" es una persona que interviene para provocar y molestar a los demás y desde hace años que es motivo de estudio y análisis en artículos periodísticos y académicos. El periodista Jorge Gómez, en Twitter @pelotazo, con más de 271 mil seguidores, dice que hay distintos tipos de estos especímenes: "Están los que tienen nombre y foto falsa que atacan, atacan y atacan, pero si no los pescas, al rato se van". Pero también identifica a uno especialmente irritante: el que arma una cuenta parodiando a otro: "Eso es una mala educación", afirma el periodista, a quien ya le han creado tres cuentas que simulan la suya, por eso muchos personajes públicos las certifican. El troll, la mayoría de las veces escondido en el anonimato, se atreve a decir cosas que sin encapucharse probablemente no diría y son tan comunes que hay algunos que aprendieron a convivir con ellos: "Tengo cuatro tipos que me trolean a los que ya les tengo cariño. Son mi público estable", reconoce Copano.

EL INCONTINENTE

Pasa. Entrar a Twitter y que la línea de comentarios esté dominada por alguien que no para de hablar o, más bien, de tuitear. ¿Lo siente la gente como una invasión? Sí. Pero hay matices. "Uno tiene que ser proactivo en la gestión de sus redes digitales, porque, al final de cuentas, uno tiene un tiempo limitado de atención y si sigues a todos, estás sacrificando calidad por cantidad; hay responsabilidad de quien sigue", explica Jorge Fábrega, académico de la UAI. Para Nicolás Copano, una vez más, depende: "Cada uno decide qué contenidos tiene en redes sociales. No se puede regular la comunicación. Regular el cómo comunicarse es muy pre 2000". Hay casos en que se justifica que alguien hable mucho porque realmente tiene algo significativo que contar, pero no siempre y no todo el día. Consciente de que de todos modos eso ocurre, hace pocas semanas Twitter lanzó una herramienta para silenciar una cuenta. Al usar la función se dejan de ver los tuits de una persona por un período sin tener que dejar de seguirla. 

LUZ EN MEDIO DE LA OSCURIDAD

En el siglo pasado, cuando alguien osaba llamar por teléfono después del final del noticiario, se arriesgaba a recibir por respuesta: "Estas no son horas de llamar a una casa decente". Pero hoy existe WhatsApp y otras aplicaciones de ese tipo que permiten mandar y recibir mensajes individuales o grupales gratuitos. Y se ha vuelto común que esas conversaciones se produzcan en cualquier horario, noche o día. Aunque el servicio puede silenciarse en "ajustes", aquí la edad influye en cómo va a ser recibido el mensaje: "Este no es tema para los más jóvenes. Asumen que el otro está acostumbrado y que va a poner su celular en silencio antes de dormirse. Los mayores de 25 años, en cambio, dicen: 'no puedo apagarlo por si pasa cualquier cosa'", explica Daniel Halpern.

Otro problema ligado al uso de WhatsApp está relacionado con los grupos. Aunque estos pueden resultar muy útiles para coordinar o mantener a la familia o amigos unidos, el envío de mensajes, chistes y videos indiscriminadamente también puede destruir la mejor de las relaciones, más todavía si los participantes no son realmente amigos, sino que simplemente apoderados de un curso de colegio que no necesariamente se ríen de lo mismo.

¿POR QUÉ NO ME HABLAS?

Si a uno lo saludan en la calle, es de mala educación no responder. Sin embargo, cuando hay 300 personas haciéndolo al mismo tiempo, no hay cortesía que aguante. Es el drama de los tuiteros con muchos seguidores. "Si vas por el Paseo Ahumada y todos te gritan algo, es imposible responderles a todos", admite Nicolás Copano, aunque dice que trata. Patricio Navia, el cientista político que tiene casi 200 mil seguidores en esa red, agrega: "Es imposible contestarle a toda la gente que te dice algo por Twitter. No tienes por qué responderles a todos, especialmente si te hablan sin buenos modales". 

Para Jorge Baradit es sumamente importante mantener una relación de respeto y cordialidad con sus contactos: "Me he ido educando al respecto. Cuando tienes una red amplia, tienes que hacer lo posible para contestar. Si no lo haces, puedes pasar de ser el tipo más querido o admirado a un divo".

Pero el académico y experto en temas de redes sociales Jorge Fábrega aclara: nadie debiera enojarse si alguien a quien no conoce no le responde en una red social. Distinto es cuando se trata de alguien con quien tenemos una relación presencial. "Si alguien en WhatsApp no me responde, me enojo, porque lo conozco de afuera. En cambio, si le escribo a Obama, no espero que me responda", comenta. 

EL RINGTONE A TODO VOLUMEN

Definitivamente, es un gesto de mala educación, sobre todo cuando el celular suena y suena, tiene un ringtone "creativo" y el requerido no está ahí para contestarlo. El escritor Francisco Ortega es aún más claro: "Que se mueran", dice.

EL DJ DE METRO

Un clásico de estos tiempos: joven tan desgarbado como ensimismado que usa los parlantes de su teléfono para escuchar reggaetón, bachata o música de cualquier tipo a todo volumen en el transporte público. La opinión es unánime. No se hace. "Es detestable. Una falta de educación", dice Francisco Ortega, quien de todas formas opina que no todo está perdido: "Antes se veía más, la gente ha crecido". También pueden ser molestas las personas que hablan por teléfono muy fuerte en estos lugares. En Japón, hablar por teléfono en espacios públicos es una práctica tan mal vista que está prohibida en el metro y los trenes. Aquí estamos lejos de eso, pero no hay que abusar.

TE CREÍS EL MÁS...

Está claro: no siempre tenemos que seguir a quienes nos siguen. No es un tema de educación, sino que de simple manejo de cuentas. Aunque para el librero de Qué Leo Juan Carlos Fau cúanto y a quién sigue una persona puede ser muy revelador: "Las redes sociales son un espejo amplificado de cómo funcionamos en todos los ámbitos. La gente que tiene cien mil seguidores y sigue a cuatro, muestra un poco el tipo de personalidad que tiene. En general, es una estrella de rock sin banda".

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.