Los pueblos del silencio

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Más de mil zonas en Chile viven sin internet o conexión de celular. Mientras llega la cobertura, los vecinos de estos sectores siguen buscando señal.




En la misma comuna donde nació Gabriela Mistral, poeta y premio Nobel de Literatura, sus coterráneos viven incomunicados. Se trata de los habitantes de la localidad de Viñita Alta, en la comuna de Vicuña, quienes deben subir a cerros para lograr un contacto por teléfono. Ahí, los niños no conocen Google, el buscador más famoso del mundo. Allí se retrocede en el tiempo.

Rafael Vera, funcionario municipal, dice que el problema más grave lo tuvieron 25 familias el año pasado, cuando creció el cauce de una quebrada debido a un temporal. "Muchos creyeron que esas personas podían haber muerto. Días después dieron aviso de que estaban bien", dice.

La realidad de este sector de menos de mil habitantes se repite en otros 1.092 pueblos del país que aún no poseen estos servicios básicos. O si hay señal, es como si no la hubiera, pues es intermitente y accesible en lugares muy acotados. Aunque para las personas es costumbre permanecer aislados, esta carencia pesa en las escuelas, cuando hay emergencias o bien en el momento en que se quiere hablar con algún familiar.

La Subsecretaría de Telecomunicaciones puso en marcha un plan con las compañías de telefonía para la instalación de antenas en esas zonas. El año pasado se identificaron 1.281 puntos sin conectividad, cantidad que se ha reducido durante los últimos meses. Las firmas se harán cargo de instalar estaciones como medida de compensación, tras ganar la licitación del servicio de transmisión "700 Mhz", lo que amplía su espectro de operación. Esto significa que las zonas que faltan deberían tener conexión en 2017.

Estar conectados urge en las comunas. Es el caso de San Pedro, en la provincia de Melipilla, donde algunos sectores aún no tienen servicios con fluidez, pese a ser parte de la Región Metropolitana. Patricia Bustos, modista de la zona, sostiene que para crecer con su microempresa de confecciones, requiere difundir su labor vía web. "Me gustaría crear una página para dar a conocer lo que hago. Pero es difícil ofrecer un servicio si no se pueden actualizar los datos", se queja.

Lo mismo ocurre en Curacaví. El ex alcalde y actual candidato Juan Pablo Barros cuenta que llamaron a licitación tres veces para tener internet en las oficinas del municipio. Se declararon desiertos los concursos, pero un año después, una firma se adjudicó el plan. "Además, tenemos tramos donde no hay cobertura para celulares. Son pequeñas, pero esas personas también deberían acceder a un servicio", dice el ex jefe comunal. También es complejo que algunas empresas y hogares tengan acceso a estas redes. Ello es considerado una falencia en el comercio.

Por el sur, el alcalde de Lago Ranco, Santiago Rosas, se queja de lo que sucede en su zona. A pesar de que es un balneario al que llegan veraneantes acomodados, la otra cara de su comuna se ve en la precordillera. En esa zona algunos niños nunca han usado su computador para hacer las tareas. "Hay seis escuelas en Mayay, donde los alumnos no están en igualdad de condiciones con el resto de los escolares del país", dice molesto. Asegura esto se da porque se trata de lugares de escasos ingresos, donde las compañías no se interesan por llegar.

Similar escenario se presenta en Buil, al norte de Chaitén. La gente dice que cuando sube la marea se puede llamar por celular. Nadie ha podido determinar si las antenas realmente son susceptibles al vaivén de las olas o, simplemente, es una creencia del lugar. El vecino José Gallardo, quien trabaja haciendo viajes en lancha entre su poblado y Chiloé, afirma que este "capricho de la naturaleza" lo ha llevado a perder pasajeros, pues no lo pueden ubicar para hacer reservas. A pesar de que, en teoría, la localidad tiene acceso a todos los servicios, los vecinos deben caminar cinco kilómetros hacia la playa para rastrear una señal. Van en automóvil, caminan por largo rato. Y sólo a veces el recorrido sirve de algo.

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