Revisitando los años salvajes del cine chileno en los 60

Ocho películas comparecen en los gruesos tomos de Evolución en libertad. La obra reivindica dos títulos olvidados por la crítica: Tierra quemada y Ayúdeme usted compadre.




Que el cine chileno, por así decirlo, comenzó con el Nuevo Cine del 68-69 fue una idea recibida y propagada por décadas. La publicación de Explotados y benditos. Mito y desmitificación del cine chileno de los 60 (2007) vino a mover ejes y a alterar relatos. A decir, por de pronto, que antes de que este fenómeno explotara en el Festival de Cine de Viña del Mar de 1969 existió Largo viaje, de Patricio Kaulen, tan realista y tan nuevo cine como el Nuevo Cine. Que hubo un abanico de realizadores que poblaron el medio y desarrollaron sus propios proyectos, y redes intragremiales, antes y después de que El Chacal de Nahueltoro se convirtiera en un hit de las boleterías. Y que hay que prestarles ojo para entender de qué estaba hecha la escena fílmica, entendida en un sentido menos estrecho y voluntarista.

Ahora, en dos volúmenes y 900 páginas, un nuevo intento de entrarle a los sesenta llega a los escaparates. Evolución en libertad: El cine chileno de fines de los 60, de Verónica Cortínez y Manfred Engelbert, es una obra masiva, de erudición enciclopédica y apetitos desmitificadores tanto o más pronunciados que los de Cavallo y Díaz (a quienes reconocen y, al mismo tiempo, hacen variados reproches). El volumen se estructura en torno al análisis de una galería singularmente ecléctica de filmes "ejemplares": Largo viaje, Valparaíso mi amor, Tierra quemada, Caliche sangriento, El Chacal…, Ayúdeme Ud. compadre, Morir un poco y Tres tristes tigres.

"Hablamos de evolución en libertad para subrayar la apertura de una cultura nacional en libre desarrollo", afirma Cortínez a propósito del juego sonoro que se crea con la Revolución en libertad de Frei Montalva y del sentido general de una obra para la que la segunda mitad de los 60 vio un cine variado y prolífico, con menor fisuras y más transversalidad de lo imaginable. Hubo en su interior, agrega, una vocación popular -y no necesariamente "populachera"-  y un público que lo respaldó.

De ahí la inclusión de Ayúdeme Ud. compadre y Tierra quemada, dos de las películas más vilipendiadas de nuestra historia, reivindicadas al punto de que vienen de regalo con los dos tomos del libro.

LAS RAZONES DEL PÚBLICO

La portada de ambos volúmenes ofrecen dos imágenes más o menos simétricas. A la izquierda, en blanco y negro, aparece Nelson Villagra como el "Chacal", cogiendo con ambas manos un pañuelo cuequero ante su pareja de baile, sosteniendo como puede el cuerpo dada su embriaguez. A la derecha, a todo color, Germán Becker y su manta de Doñihue bailan una cueca alegre en un fotograma de Ayúdeme Ud. compadre, de la que es también guionista y director.  Las dos películas no podrían estar más distantes, pero el libro propone que las dos hicieron falta, que las dos nos hablan de su tiempo y que pudieron convivir y subsistir en un medio que le dio oportunidades.

He ahí un punto esencial para los autores: la gubernamental Chilefilms, las productoras privadas de cine y TV, los canales de televisión, las escuelas universitarias de teatro y los centros universitarios de cine, el espacio del cineclub y los festivales. Todos generaron un círculo virtuoso de arte e industria que explica el florecer de la actividad, sin olvidar las disposiciones legales favorables.

La obra entra en la contemporaneidad de la realización de los filmes. Pone sobre ellos una lupa que deja ver una trama de redes  y cruces. Por ejemplo, a quienes conozcan a Pedro Chaskel como el director de Venceremos y a Naum Kramarenco por Regreso al silencio, sorprenderá saber que trabajaron juntos en Tres miradas a la calle (1957). O que un director de fotografía tan reconocido como Andrés Martorell estuvo tras las imágenes de Tierra quemada, de Alejo Alvarez. O que esta última puede ser examinada junto a Caliche sangriento, de Helvio Soto, en tanto westerns chilenos.

La película de Alvarez no es el burdo entretenimiento apolítico que se ha querido hacer ver, plantea la obra. Mucho menos Ayúdeme…, entendida como la película más política del período. "Visto sobre el fondo del programa de la DC, cada uno de los segmentos de Ayúdeme… ilustra un aspecto político concreto", afirma Cortínez. "Por ejemplo, la política del pollo, la chilenización del cobre, etc. Aunque nunca se cita a Frei, la película es un himno al programa de la Revolución en libertad".

No era la idea prestar ropa a Frei Montalva ni a democratacristianos como Kaulen y Becker, plantean los autores, que por otro lado reivindican la escenificación de la política en Littin. Pero que no sea que por DC queden fuera de donde merecen: del Nuevo Cine en el caso de Largo viaje, del "gran espectáculo" en el de Ayúdeme...

En 1967, Hans Ehrmann escribió que "esta largamente esperada eclosión del cine nacional ofrecerá desde westerns hasta películas musicales, comedias y dramas; filmes sin otra meta que la entretención y otros de mensaje y crítica social. Todos ellos son caminos lícitos". Cortínez y Engelbert dicen que Ehrmann dio en el clavo. Que Chile llegó a tener ese cine y que es hora de revisitarlo.

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