A Chile los pasajes



Por Roberto Bravo, director Red Educativa Cap Maule

“Ni a Rocky Balboa lo habrían golpeado tanto”, decía un tuitero sorprendido por la cantidad de ninguneos que han recibido últimamente los profesionales de la educación, por parte de algunas autoridades y personalidades de nuestro país. Al igual que el mítico boxeador interpretado por Sylvester Stallone, quien siempre era atacado de manera brutal, pero seguía adelante, nuestros docentes han soportado -una y otra vez- injustos ataques peyorativos sobre su labor profesional, durante estos tiempos de trabajo en pandemia.

“Los profesores son flojos”, “¿cuándo volverán a trabajar?”, “ahora trabajan solo una hora al día por Zoom”, han sido algunos de los menosprecios que han recibido los docentes durante este tiempo. Y si con lo anterior no bastara, hace unos días atrás, nos enterábamos sobre la idea de abrir un concurso internacional para traer a los mejores profesores desde el extranjero. Referirse de esta manera de los profesionales de la educación para algunos es -al parecer- un entretenido y constante hobby.

Una investigación realizada por Elige Educar reveló que en 2025 podrían faltar más de 32 mil docentes en nuestro sistema educativo. Los datos impactan, porque según este estudio, la falta de profesores de aquí a cinco años podría llegar a un 19% de los profesionales que requiere el sistema escolar chileno. Un panorama complejo que da cuenta del poco interés de los jóvenes por estudiar Pedagogía en nuestro país. Una carrera que, a todas luces, necesita más incentivos, mejores remuneraciones y desafíos constantes relacionados a su quehacer.

Gran parte de la deserción de los profesores en sus primeros años de trabajo (cerca del 40 % de ellos abandonan las aulas en los primeros cinco años), se debe a las precarias condiciones laborales en las cuales deben desempeñarse. Por ejemplo: salas de clases atiborradas con estudiantes, lo que claramente imposibilita llevar a cabo procesos y prácticas que apunten al desarrollo de un aprendizaje significativo (según la Ocde, Chile es el segundo país con mayor número de alumnos por curso). También, culturas laborales que no promueven el trabajo colaborativo entre docentes, ni mucho menos el que puedan aportar con nuevas ideas (las cuales son vistas como amenazas, muchas veces), desmotivando así hasta al más talentoso de los novatos docentes.

Sin duda, la solución no pasa solo por abrir concursos internacionales para que vengan los mejores candidatos desde otros países. Se deben mejorar las condiciones estructurales en las cuales los profesores hoy en día llevan a cabo su labor. El acto de enseñar es una tarea de altísima complejidad. Por consiguiente, esta profesión debería contar con todos los apoyos necesarios para que se logre -efectivamente- alcanzar altos estándares de calidad. Estos soportes no pasan solo por exigir mayores niveles de compromiso a los diferentes los actores de las comunidades escolares, o pedirles a éstas que realicen bingos para subsanar las problemáticas que presentan, como alguna vez pidió un ex ministro de Educación. No. Muy por el contrario, lo que se requiere son acciones concretas y una fuerte inyección de recursos frescos para mejorar tanto las condiciones laborales como las practicas pedagógicas al interior de nuestros centros educativos.

El techo de toda escuela es la calidad de sus docentes. Es por esto que es clave fortalecer y mejorar las competencias profesionales de nuestros profesores y liderazgos intermedios. La literatura nos enseña que una de las prácticas que mayor efectividad tiene en los resultados de nuestros estudiantes, es la de promover y participar en el aprendizaje de nuestros profesores y su desarrollo profesional.

Antes de salir a buscar allá afuera, miremos y preocupémonos de lo que hoy está pasando en nuestras escuelas. Enfoquémonos en las tremendas capacidades ya instaladas. Fortalezcamos nuestra actual carrera docente y a las casas de estudio que tienen por tarea formar a nuestros futuros profesores. Transformemos nuestros colegios en verdaderos centros de aprendizaje profesional. Terminemos con la balcanización de departamentos por asignaturas, para pasar a construir verdaderas comunidades de aprendizaje al interior de las escuelas. Partamos por valorar más a nuestros docentes. Reconozcamos su tremendo esfuerzo durante toda la pandemia.

Que venir a Chile no sea debido a la falta de profesores. Que venir a Chile sea para aprender de un sistema que supo cuidar a sus docentes. Uno que fortaleció sus prácticas pedagógicas y –como resultado- supo reescribir su escuela, en estos tumultuosos tiempos de pandemia.

A Chile los pasajes.

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