A propósito del 19



Por Jorge Burgos, abogado

Como suele ocurrir, la contingencia está generosa a la hora de intentar interpretarla -acusaciones constitucionales infundadas, propuestas de unidad en la oposición -, pero permítanme destinar esta columna al significado de una fecha que cruza nuestra historia.

El primer día de la reconstrucción democrática, el 12 de marzo de 1990, el Presidente Patricio Aylwin pronunció un discurso en el Estadio Nacional en el que planteó la necesidad de restablecer relaciones de confianza entre los chilenos, “cualesquiera que sean sus creencias, ideas, actividades o condición social, sean civiles o militares…”. Se escuchó entonces una fuerte silbatina. Aylwin dejó a un lado sus papeles y levantó la voz: “Sí señores, sí compatriotas, civiles y militares, ¡Chile es uno solo!” Un potente y cerrado aplauso fue la respuesta. El Mandatario mostraba su temple de estadista. No dudó en contradecir a parte de la multitud para sostener su convicción de que el reencuentro de civiles y militares era indispensable para el éxito de la transición.

Chile lleva 30 años de estabilidad democrática, y ese es un logro de la nación entera. Hoy no está en duda que las instituciones armadas están subordinadas al poder legítimo surgido de la soberanía popular. En los hechos, las FF.AA. vivieron su propia transición, lo cual contribuyó a que el país consolidara la cultura de la libertad y progresara sin que la institucionalidad sufriera nuevos quiebres. No es poco decir.

En este 19 de septiembre, es justo reconocer el aporte hecho por el Ejército y las demás instituciones armadas para que Chile progrese como lo ha hecho en las últimas décadas. Las tareas de la paz han ido desde la protección de las fronteras hasta el auxilio de la población frente a los desastres. La emergencia sanitaria provocada por la pandemia ha exigido a las FF.AA. asumir múltiples responsabilidades a lo largo del territorio, con el fin de asegurar el cumplimiento de las medidas que han buscado contrarrestar los efectos de la emergencia. La relación de confianza que se generó entre los efectivos militares y la población es parte del mejor balance de este período.

Necesitamos que el conjunto de la sociedad establezca relaciones constructivas con las instituciones armadas. Eso exige no vivir en función de los resquemores que dejó la dictadura en amplios sectores. Por cierto, con pleno respeto a las investigaciones que aún adelantan los tribunales. Civiles y militares tenemos que colaborar para que el país pueda superar las duras consecuencias económicas y sociales derivadas de la pandemia. Al país le será duro recuperarse del retroceso experimentado, y eso requiere alentar el entendimiento nacional en torno a las tareas de la reactivación económica, la creación de empleos y el fortalecimiento de las políticas de protección social.

El Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, como también las instituciones policiales, son parte del estado de derecho. No deben olvidarlo quienes insisten en generar recelos hacia los militares, como ha quedado de manifiesto en el debate en la Cámara de Diputados sobre el proyecto que busca asegurar la protección de la infraestructura crítica, vale decir los servicios vitales del país. Los parlamentarios deberían tener claro que para reforzar la paz, la libertad y el derecho en Chile, es vital el aporte de todos, también el de las FF.AA.

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