El aeropuerto de Santiago: nombre sin prontuario

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Foto: Archivo


En los últimos días se ha desatado una polémica a raíz de la aprobación -por parte de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados- del cambio de nombre del aeropuerto internacional de Santiago, llamado actualmente "Comodoro Arturo Merino Benítez". Se sugiere que pase a tener el nombre del poeta nacional Pablo Neruda.

Lo primero que hay que establecer es que esto no significa que se haya aprobado definitivamente el cambio de nombre. Por el contrario, todavía queda mucho trámite legislativo para que sea ley de la República y sea apruebe definitivamente el cambio, si es que realmente se aprueba.

Un comentario aparte, pero que es relevante a la hora de determinar una posible nueva denominación, es la pertinencia y necesidad de promover en el momento actual un cambio de nombre del aeropuerto. ¿No habrá acaso algo más urgente o importante que promover en la agenda cultural por parte de algunos diputados? ¿Qué sentido real tiene comenzar con esta polémica medida?

La segunda discusión relevante se refiere a los cuestionamientos que han surgido hacia la figura de Pablo Neruda. Todos sabemos sobre su destacada carrera en el mundo de la poesía, la diplomacia e incluso la política. Sin embargo, en el último tiempo se han recordado hechos importantes de su vida, que lo hacen complejo en cuanto figura para promover: por ejemplo, está el caso de la hija que abandonó; la violación que realizó contra una mujer, relatada en su autobiografía; por último, el respaldo continuo a regímenes comunistas destacados por su totalitarismo y vulneración permanente a los derechos humanos.

En caso de considerarse necesario el cambio de nombre del aeropuerto, sería bueno discutir sobre otras figuras que son tanto o más importantes y representativas de valores que quiere promover nuestro país que el poeta Neruda. Y, por lo mismo, quizá serían más merecedoras de que el aeropuerto de la capital lleve su nombre.

Por ejemplo, la misma Gabriela Mistral, la primera chilena ganadora del Premio Nobel de Literatura, mujer de destacada carrera en el campo educacional y defensora acérrima de la libertad de enseñanza; San Alberto Hurtado, el segundo santo de nuestro país, de vida intachable, creador y promovedor de diversas obras sociales que incluso perduran hasta nuestros días, y cuyo mensaje sigue vivo en miles de personas; o el mismo Comodoro Arturo Merino Benítez, hombre respaldado transversalmente y que desarrolló la aviación nacional hasta puntos que en nuestro país eran inimaginables.

Estas personas, y seguramente otras, podrían ser perfectamente ser reconocidas con un acto de esta naturaleza. Por la misma razón debemos cuestionarnos las razones que lleven a un posible cambio de nombre y la idoneidad de los personajes, pero es altamente complejo, e incluso inaceptable que, en un año marcado por las exigencias de un nuevo trato social hacia las mujeres, algunos hagan oídos sordos y pretendan promover una iniciativa que tiene más de ideológica que de cultural.

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