Agenda o plan, lo importante es actuar

No olvidemos que la calidad de lo que está por venir, dependerá de qué tan efectiva sea la conducción de la construcción, y de qué tanto trabajamos en el contenido con que será llevada a cabo.



El Covid-19 ha movilizado con mucha intensidad a los gobiernos de aquellos países en donde puso sus garras. Y es que esta peculiar circunstancia ha impulsado con fuerza la necesidad de que la política tome un rol aún más proactivo, en pos de generar herramientas capaces de resguardar y contener a la ciudadanía de los daños que el virus ha traído consigo. Esto, especialmente considerando los turbulentos cambios en las cifras, como la inédita caída del 14,1% del Imacec. Ahora bien, ¿es esta una labor exclusiva del Estado? Ojalá nadie crea que las respuestas a nuestros problemas llegarán en una carta con remitente exclusivo de La Moneda.

Desde hace poco más de un mes que vemos cómo el Ejecutivo ha intentado generar un diálogo constructivo con los líderes de distintas partes, logrando establecer un plazo de dos semanas para llegar a consenso. Tras el llamado del Presidente a realizar un “gran acuerdo nacional” -modificado por la oposición a “Plan de emergencia y reactivación”-, se ha hecho aún más notorio el anhelo de contemplar con la misma fuerza las medidas capaces de reactivar la economía.

En efecto, la conformación de las dos mesas que darán vida a dicho convenio, considera el quehacer político y el técnico-social. En esta línea, se abre un espacio muy relevante para que, desde las distintas colectividades, surjan propuestas que sean consideradas en la elaboración de una hoja de ruta capaz de reactivar a nuestro país, y, por qué no, transformar esta crisis en una oportunidad que abrace la mejora del uso de los recursos públicos y la calidad de los servicios que ofrece. Pero no olvidemos: de poco sirve lo científico, si es que la política práctica no lo acompaña.

De igual forma, la sociedad civil también cumple un papel clave. No por nada el trabajo de los centros de estudio y universidades se ha vuelto particularmente relevante, no sólo en cuanto a los análisis acabados sobre lo que está ocurriendo en nuestro país y fuera de él, sino también en cuanto al rol de abrir espacios de diálogo constructivo para la integración de la sociedad. No basta con la redacción de documentos que estudien la evidencia y viabilidad de los diversos planes. Es imperante identificar aquellos puntos de encuentro que permitan enriquecer la discusión democrática. Esto, a su vez, posibilitaría que rehuyamos de esas soluciones facilistas e irresponsables que tanto han resonado el último tiempo, las cuales suelen no tener ningún sustento real ni ningún otro objetivo que dividir y deslegitimar al otro.

Cuándo valoraremos la maravillosa sinergia que podría darse con la conversación entre las variadas perspectivas. Esto, ahora más que nunca, debiese ser una meta relevante para la discusión sobre qué tipo de sociedad queremos y de qué forma la alcanzaremos. No olvidemos que la calidad de lo que está por venir, dependerá de qué tan efectiva sea la conducción de la construcción, y de qué tanto trabajamos en el contenido con que será llevada a cabo. Está claro que es una tarea de todos. Confío que, de una vez por todas, el diálogo y los consensos primarán.

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