Al debate, la escritora, el pulpo y el Papa

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Hace unos días fuimos testigos estupefactos del tono del debate presidencial en EEUU y de cómo esta instancia de información para los electores, alcanza su máxima expresión de decadencia en una potencia mundial.

Por su parte, la escritora Leïla Slimani, denunciaba en la TV francesa la mala calidad del debate público, la cultura de choque, de polémica rápida, que no deja espacio para la complejidad. “Ser radical está sobrevalorado, es visto como un real compromiso; mientras que los matices son despreciados como tibieza. Pero ser radical, indignarse, es más fácil que pensar”.

En una dimensión totalmente distinta, el documental de Netflix “El pulpo, mi maestro”, nos muestra una conmovedora historia de amistad y aprendizaje entre un ser humano y un molusco, la construcción de confianzas a través de un proceso respetuoso y constante de acercamiento y esfuerzos de comprensión.

Ayer se dio a conocer, Fratelli Tutti, la última encíclica del Papa Francisco que dedica un capítulo completo al diálogo, que introduce así: “Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo `dialogar´(...) El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta.”

Con estas cuatro señales en la misma semana, no estará de más seguir insistiendo en la urgencia del buen diálogo para nuestros próximos procesos sociales y políticos y agradecer la persistencia de valiosas iniciativas como “3xi” o “Tenemos que hablar de Chile”, para volver a encontrarnos y dialogar.

Los que hemos tenido el privilegio de participar en los talleres del Centro Nansen, liderado por Alfredo Zamudio, hemos aprendido que el diálogo en sí mismo ya es un objetivo, aunque no lleguemos a un resultado.

Entrar en diálogo requiere humildad, integridad, responsabilidad, la disposición a incluir y cuidar al otro, escuchar, sin juicios, desafiarnos mutuamente y buscar un lenguaje común que fomente la comprensión, que permita construir y reconstruir relaciones, y estar dispuestos a cambiar.

Mientras a algunos este diálogo les podrá parecer aburrido, otros creemos que es esencial. La expresión agresiva del que inhabilita al otro, esos gritos que a ratos nos ensordecen, sólo hacen que nos perdamos de otras voces que susurran y hacen de verdaderas corrientes submarinas que cambian el clima de todo.

Si el hombre puede entenderse con un pulpo, tenemos que encontrar la manera de dialogar entre nosotros. El acercamiento, la amistad y el cuidado, podrían ser nuestra única salida.

** La autora es Presidenta de Sistema B Chile

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