Alcohol: el elefante en el salón

alcohol OMS


Acaba de publicarse un estudio encargado por Senda que estima que por día mueren en Chile 37 personas directamente por consumo de alcohol. Además, el estudio estimó que anualmente se pierden más de medio millón de años de vida saludables como consecuencia directa de este consumo. Esto tiene como correlato un costo económico anual de, al menos, 1,5 billones de pesos chilenos (unos 2.100 millones de dólares). Este costo, que está fuertemente subestimado por falta de información, incluye un costo directo en salud de casi 500 mil millones de pesos (un 43% más que el presupuesto ejecutado del Sename, por ejemplo).

En Chile se consume mucho alcohol (más que en el promedio de América Latina) y se consume en pocos días, en episodios de consumo dañino que tienen correlato en violencia, crimen, accidentes, etc. ¿Por qué se da esto? Naturalmente, por muchas razones. Una tiene que ver con la imagen que los productores de alcohol han instalado sobre su consumo: publicidad totalmente desregulada en conciertos musicales, en equipos de fútbol, en televisión, etc. muestra a jóvenes apuestos que la pasan muy bien consumiendo. No es casual, entonces, que los jóvenes se sientan atraídos hacia su consumo. No consumir es fome.

Pero una razón fundamental del consumo excesivo, sobre todo en jóvenes, tiene que ver con el precio. Si se compara el poder adquisitivo del chileno promedio con el precio promedio del alcohol se tiene que el alcohol en Chile es de los más baratos de América Latina. Se sabe, además, que el precio real del alcohol hoy es prácticamente igual al que tenía en 1979, y que durante este tiempo el ingreso promedio chileno ha crecido de manera sustancial. Entonces, un chileno promedio necesita hoy una proporción menor de sus ingresos para comprar alcohol que hace cuatro décadas.

El elefante en el salón es el daño que produce el consumo de alcohol en la sociedad, en general, y en nuestros jóvenes, en particular, y que ahora ha sido cuantificado (aunque sub-valorado). Pero existe un elefante más grande en el salón y es el feroz lobby de la industria y el conflicto de interés que tienen muchos de los que tienen a su cargo políticas que podrían disminuir este problema. El lobby de la industria, silencioso y solapado, se hace presente en cada iniciativa que amenace con disminuir sus beneficios económicos. Se vio claro en la discusión de la reforma tributaria del 2014, cuando algunos parlamentarios amenazaron con no votar dicha reforma si se aumentaban los impuestos al alcohol. Se ve también ahora, en ocasión de un nuevo intento de reforma tributaria, cuando no hay un solo proyecto de aumentar estos impuestos. Economistas destacados, que les enseñan a sus alumnos de primer año, que impuestos a bienes nocivos como el alcohol son eficientes y aumentan el bienestar social, no son capaces de alzar la voz para pedir esto (hay algunas excepciones que honran la profesión).

Los conflictos de interés son todavía peores. Existen funcionarios y políticos que tienen intereses directos en la industria (algunos son dueños de viñas, por ejemplo) y que, a menudo, tienen a su cargo la definición de políticas públicas con impacto sobre el consumo de alcohol. Ahora, por fin, saben que estas omisiones causan más de 13 mil muertes al año en Chile, y aumentan la violencia y el crimen, entre otras cosas.

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