Alivio en la UDI


Aunque la elección de la UDI no fue muy participativa, pues votaron menos personas que en la del Colegio Médico, tiene el hecho histórico de ser la primera directiva de una nueva generación poscoroneles. Ese grado militar fue utilizado para identificar al grupo dirigente de la UDI que dominó dicho partido durante las dos primeras décadas de la democracia. Se caracterizó por un fuerte compromiso con el mundo empresarial y una defensa del statu quo. En las formas, al menos, el cambio generacional suena bien. Es probable que el Covid-19, que se ha ensañado más con el sur del país, afectara las conocidas redes territoriales de la actual presidenta de dicho partido, dando una ventaja a la lista desafiante, con más espacio en el distrito oriente de Santiago.

La estrategia del rechazo a cualquier cambio al modelo heredado ha sido la bandera y el signo de la UDI, pero también es parte del problema que ha vivido el país. La derecha chilena pareciera ser, a diferencia del resto del mundo, una coalición que defiende privilegios y no libertades. La prueba de ello es su encadenamiento a la opción Rechazo de la nueva Constitución, y en especial la resistencia a todo cambio propuesto a lo largo del tiempo, en especial a las reformas razonables que propuso la expresidenta Bachelet. Decir no a todo, en especial a los cambios acotados y necesarios, es también agregar combustible a la hoguera del resentimiento político.

La UDI, además, ha gozado del respeto de cierto mundo empresarial, que ha visto en dicho partido una guardia pretoriana que defiende a brazo partido causas como los bajos impuestos o una visión estrecha de la vida familiar. Pero las cosas han cambiado, y muchos en el mundo de los negocios se han dado cuenta que un estallido como el del 18 de octubre se ve mucho más mal en los balances finales que las reformas a las que tanto se resistieron. Ese cambio de criterio explica por qué dentro del oficialismo han tomado más vuelo alternativas reformistas como Evópoli o el ministro Desbordes. Incluso Lavín, que ha visto debilitada su candidatura en este tiempo convulso, ha hecho una apuesta distinta, leyendo correctamente que el no a todo es mal negocio. El alcalde de Las Condes debe haber respirado aliviado ante el resultado de la elección. No solamente porque en la lista del diputado Macaya hay varias figuras muy cercanas a él, sino porque el propio flamante presidente de la UDI representa un aire distinto, incluyendo las formas, del duro ex ministro del Interior. Hay que recordar que Lavín hizo una apuesta arriesgada declarándose socialdemócrata y partidario del Apruebo. Un resultado donde ganaran los duros lo habría puesto en una isla incómoda con su candidatura a punto de zozobrar.

El otro asunto complejo que vendrá para la nueva directiva será su relación con el gobierno. La UDI pasó de ser un partido fiel al Presidente en su primer período, a una colectividad distante. También los suspiros de tranquilidad deben haberse sentido en La Moneda, donde la presidenta actual negociaba duro y solía tener salidas de guion. El rol de bisagra que jugaba el exministro Chadwick no ha podido ser reemplazado y en la militancia a pie hay un cierto enojo con la administración actual. La baja popularidad es una tentación para marcar distancia, pero también en el largo plazo un mal negocio. Un cierre poco feliz de la actual administración va a terminar afectando al oficialismo por un largo tiempo.

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