Amistad cívica: nuestro principal desafío

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Ad portas de las elecciones presidenciales, Chile se encuentra en el vértice de dos rectas que representan caminos políticos radicalmente divergentes. Los dos candidatos que según las encuestas tienen más posibilidades de pasar a segunda vuelta representan dos caminos extremos y antagónicos. En la izquierda tenemos a Gabriel Boric, quien junto con el Partido Comunista y el Frente Amplio ha presentado un programa de gobierno no solo imposible de financiar e implementar en cuatro años, sino además atenta contra el desarrollo económico del país y con ello contra el bienestar social. Nos guste o no, la economía es clave a la hora de avanzar en mayor bienestar social y esta se rige en función del comportamiento humano y no de una idea de hombre voluntarista y romántica. En la derecha más dura se encuentra José Antonio Kast, apoyado exclusivamente por el Partido Republicano y con un programa de gobierno conservador, que no conversa con el cambio cultural que ha tenido nuestro país, y que desconoce las demandas ciudadanas por mejores condiciones de vida y los peligros que presenta el cambio climático. Los caminos que ofrecen ambos candidatos se asemejan en su ideologismo radical y falta de sentido de realidad. Lamentablemente, el desprestigio de las instituciones políticas, el populismo imperante en el Congreso y la polarización de las élites políticas nos están llevando a esta coyuntura que no ofrece nada bueno para nuestro futuro próximo.

Según Aristóteles, la polis, es decir, la comunidad política, requiere al menos de tres condiciones: los miembros de la comunidad deben ser personas libres; deben tener un propósito común, compartir el deseo por una buena vida; y debe haber filía, amistad cívica, relaciones de reciprocidad entre los miembros de la comunidad. ¿Cómo es posible la gobernabilidad de una comunidad política, si se ha perdido el propósito común, si incluso se ha perdido la amistad cívica? La tarea para la democracia se vuelve casi imposible, así lo ha mostrado una y otra vez la historia. Las opciones políticas que hoy parecen con mayor adhesión ciudadana no permiten recomponer la amistad cívica, construir un propósito común, precisamente porque la verdad que defienden se sustenta en la negación de los otros que no piensan igual. Ambas opciones no solo ignoran a la otra mitad o más de la población, sino que de frentón la desprecian. He ahí el grito de alerta de los liberales. Más importante que defender mis propios principios y puntos de vista es defender la posibilidad de que los distintos principios y puntos de vistas puedan manifestarse y coexistir. Estamos en un punto de inflexión cuyas consecuencias no somos capaces de avizorar. Sabemos, sin embargo, que nuestra principal tarea es recuperar el animus societatis, sin este las posibilidades de un gobierno pacífico son prácticamente inexistentes y según mi parecer solo hay un candidato que ofrece dicha posibilidad: Sebastián Sichel. No voy a ocultar que he estado trabajando de forma voluntaria para este candidato, pero lo hago principalmente porque creo que es el único que reúne las condiciones para propiciar un diálogo entre las distintas fuerzas políticas que permitan recomponer el vínculo de voluntad de asociación.

El desafío que tenemos por delante es enorme y no es seguro que algún candidato esté en condiciones de garantizarlo, pero al menos sabemos qué candidatos ni siquiera consideran este propósito país. Conocemos el desenlace cuando las relaciones de fraternidad se quiebran; nuestro deber principal es evitar que eso ocurra a cualquier costo.

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