Antonia y Camila

Mujeres


SEÑOR DIRECTOR

Antonia es de una comuna rica de Santiago. Cuando nació, pesó 3 kg. 400 y midió 49 cm. Ese día, pero a 30 km. de allí -en un lugar con alto índice de vulnerabilidad-, nació Camila. Pesó y midió lo mismo. Ambas fueron al jardín: Antonia a uno particular a los tres años y Camila entró a los seis meses a la sala cuna de la comuna. Luego, mientras Antonia fue a uno de los mejores colegios "particular pagado" del barrio, Camila fue a uno subvencionado.

El Simce, en cuarto básico, lo dirá todo: el curso de Camila, al igual que otros de la comuna, no superará los 240 puntos -según "Un viaje desigual", del CEP-. El curso de Antonia, en cambio, superará el promedio con creces. Cuando entren a trabajar, no importará que al nacer fueran iguales en peso y talla, ni que ambas se hayan esforzado o sean igual de inteligentes: solo por nacer en distintas comunas -dice el informe-, una ganará tres veces menos que la otra. Y sus vidas, claro, serán radicalmente opuestas.

Antonia y Camila no existen, pero sí sus historias. Y en una semana en que solo se ha hablado de "mérito", a raíz del proyecto "Admisión Justa", hay que recordar que en Chile, un país altamente desigual, el mérito no llega si no le entregamos a Antonia y Camila los mismos derechos. Sin derechos, sus vidas seguirán predestinadas a ser desiguales. Así lo experimentan un millón de niños en Chile y 72 millones en el continente.

En nuestro trabajo en América Solidaria lo hemos visto: no se trata de mérito sino de derechos, y sin ellos la meritocracia seguirá siendo ficción, sobre todo mientras sigamos siendo un país que condena a su infancia por donde nace, desprotegiendo a los niños, niñas, sin desarrollar sus habilidades, excluyéndolos y discriminándolos por prejuicios. El panorama es desolador: según Unicef, cada tres minutos muere un niño por causas evitables en el continente. Pero desde el trabajo esperanzador, comprometido y profesional que hacemos en los rincones más apartados de América, sabemos que es posible cambiar la realidad. Pero depende de todos nosotros que las vidas de Camila y Antonia dejen de ser desiguales.

Benito Baranda

Vicepresidente ejecutivo América Solidaria

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