BC y retroceso del empleo femenino

El rezago del empleo femenino en pandemia -que podría provocar efectos irreversibles- hace indispensable implementar medidas como aumento de guarderías o apertura de jardines infantiles, así como abordar aspectos culturales que subyacen al fenómeno.


Los efectos sobre el mercado laboral que ha dejado la pandemia y la crisis social son preocupantes. La recuperación que exhibió el empleo desde mediados del año pasado con el correr de los meses se ha ido revirtiendo, paradojalmente mientras la actividad económica se reactiva a un ritmo acelerado.

En el rezago del empleo se perciben factores tanto de oferta como de demanda. En la demanda por empleo, la pandemia ha acelerado cambios estructurales en algunos sectores como el comercio y los servicios, lo que pudiera reflejarse en cambios en los niveles de dotación agregada requerida para estos sectores muy intensivos en empleos. En el lado de la oferta, el temor al contagio, las inyecciones de liquidez a las familias -tanto fiscales como por los retiros de los fondos previsionales- y los problemas asociados al cuidado de familiares, en particular de los hijos, han desincentivado el regreso de muchas personas al trabajo.

Estos efectos han sido particularmente duros en el empleo femenino. Un reciente informe del Banco Central refleja los efectos que ha tenido el Covid-19 y concluye que la participación laboral de las mujeres se ha visto más perjudicada, ante la necesidad de dedicar mayor tiempo al cuidado del grupo familiar. En contrapartida, ha habido un aumento significativo del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, el que llegó a 25,6% del PIB ampliado en 2020, en contraste con el 20,8% que marcaba en 2015.

Los hallazgos del Banco Central son preocupantes, porque grafican que la participación femenina puede haber sufrido impactos irreversibles en el corto plazo. Es lamentable que todo lo avanzado en las últimas décadas en materia de inserción de las mujeres en el mercado laboral se borre en forma abrupta. Pero es más preocupante que quienes siguen oponiéndose a la apertura de colegios y salas cunas de manera presencial sean indolentes frente a los estragos que esta dilación está causando en el desarrollo laboral de miles de mujeres. Esto refuerza la necesidad de junto con evaluar aspectos sanitarios -que ya muestran avances suficientes para justificar la reapertura- se sopesen los efectos económicos en las familias, pero además exige que desde las autoridades se incentive la ampliación de la oferta en materia de salas cunas. Un elemento esencial para conseguir lo anterior es impulsar de una vez por todas la ley de salas cunas que sigue a paso cansino su trámite legislativo.

Pero el reporte del Banco Central también atribuye aspectos culturales a la distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres, que impide un retorno más rápido de estas últimas al mercado laboral. Es un hecho que sigue arraigada la noción de que es la mujer la que debe postergarse en favor del hogar, entre otras razones porque sigue habiendo una brecha salarial en favor de los hombres. Ante la falta de opciones de guarderías en la pandemia, es la mujer la que tiende a quedarse en el hogar para cuidar de los hijos, justamente para no ver tan afectados los ingresos familiares. Tanto la regulación laboral como las propias definiciones familiares deben ser capaces de disminuir las asimetrías que perjudican a las mujeres y avanzar hacia una sociedad más igualitaria.

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