Bolsonaro, Chile, izquierda y derecha

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La carrera presidencial brasileña sin duda ha tenido impacto nacional. Por lo pronto, se ha prestado para que sectores de la oposición le pidan explicaciones al Ejecutivo por sus dichos respecto del programa de gobierno de Bolsonaro. Y para qué decir quienes insinúan opiniones respecto de la "estupidez" de quienes votaron por ese candidato.

Pero lo concreto es que el fenómeno genera oportunidades para todos los gustos. A la izquierda le ha dado la posibilidad de reinstalar la temática dictadura-democracia, para de ese modo dejar atrás el error que supuso su apoyo a Lula, sin autocrítica. Dicho de otro modo, una forma de esconder su explícito, aunque impopular apoyo a Lula, especialmente cuando lo que muestra la elección es que un 71% no estuvo dispuesto a votar por dicha alternativa. Recordemos que el candidato de Lula era precisamente eso; su campaña y credenciales sólo se basaron en ser el representante del ex presidente de izquierda.

Para la derecha, la situación es distinta. Si bien no ha habido un rechazo a la candidatura del candidato, sí un claro distanciamiento. La excepción ciertamente es la visita de Van Rysselberghe a Bolsonaro. En principio esto no tendría por qué ser cuestionable, pero dejó en evidencia un estilo de conducción que no se condice con la naturaleza del diseño de los partidos, esto es, que decisiones de esta envergadura deben ser resueltas a través del órgano propio de todo partido: la directiva.

Pero existe otro problema, a saber: desorientar un proceso de conducción y organización exitoso, que ha llevado a los partidos de la centroderecha en dos oportunidades al gobierno.

Luego, ¿por qué Van Rysselberghe tomó esta decisión? Tal vez creía que podía aglutinar al sector más duro en las internas de la UDI, para lo cual debía anticiparse a Kast y ganarle adherentes. Quizás sólo primó un estilo de liderazgo autoritario. También podría tratarse de un error de cálculo político. O todas las anteriores y más. Lo único claro es que se constituyó en un error político.

Más allá del entusiasmo de izquierda para insuflar ánimos y movilizar rabias, y los problemas de conducción política en la derecha, lo central es preguntarse por las razones que explican el triunfo de Bolsonaro en primera vuelta: la corrupción, sí, pero vinculada a sectores de izquierda, que por décadas han denunciado un sistema político oligárquico, y que hoy se ven comprometidos con éste; el desempleo de 6% en 2011 pasó a 13% en 2017 bajo gobiernos de izquierda, en cuyo corazón ideológico está el discurso pro empleo, y para qué decir de la caída del crecimiento económico.

Chile se encuentra lejos de enfrentar los problemas de Brasil y sus instituciones políticas se encuentran en un buen pie. Sin embargo, esto no quiere decir que no enfrentemos desafíos de convivencia que deben ser abordados sin los humores derivados de la ideología y las necesidades de posicionamiento electoral.

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