Cambio de frecuencia

La modificación introducida lleva parte de la carrera presidencial de la derecha hacia el interior del gobierno, lo que funciona como un estímulo para que los nuevos rostros hagan el máximo esfuerzo posible en sus nuevos cargos, al tiempo que desincentiva que intenten hacerse notar pegándole al Ejecutivo.



El cambio de gabinete parece tener como principal objetivo el orden interno de Chile Vamos, pues incorpora a la primera línea de gobierno a líderes de todas las facciones partidistas importantes. Con ello, en teoría, debería aumentar la lealtad de los miembros del conglomerado respecto al Ejecutivo. Es decir, debería haber algo de orden en las propias filas.

Este orden, por supuesto, es invaluable en el actual contexto. El gobierno necesita con desesperación poder contar con sus partidos y tratar de lograr al menos la adhesión del “tercio histórico”. Quedan demasiados meses al mando por delante como para simplemente declarar un sálvese el que pueda.

Otro aspecto positivo del cambio es que introduce agentes políticos que pueden ser un contrapeso respecto del Presidente, abriendo la posibilidad de que el gobierno se vea despiñerizado y, por lo tanto, gane en capacidad de comprensión y manejo político. Si esto se cumpliera siquiera medianamente, ya sería un valioso logro.

Finalmente, la modificación introducida lleva parte de la carrera presidencial de la derecha hacia el interior del gobierno, lo que funciona como un estímulo para que los nuevos rostros hagan el máximo esfuerzo posible en sus nuevos cargos, al tiempo que desincentiva que intenten hacerse notar pegándole al Ejecutivo. En esto Desbordes marca una valiosa diferencia respecto a Ossandón y Lavín, aunque también asuma mayores riesgos. Al menos la distinción entre presencia y ausencia de lealtad queda operativa.

En el lado negativo, este era el cambio de octubre. Se llega tarde y eso tiene costos. Uno es la injusta salida de Blumel, que termina pagando muy caro su lealtad al Presidente, debiendo luchar por estar a la altura de un cargo al que normalmente van viejos políticos a jubilarse, y no jóvenes promesas. Su misión era casi suicida, pero logró mantenerse dignamente a flote. Al menos esto lo deja como un importante activo para el futuro de la coalición.

Lo otro que se echó de menos fue la llegada de Evelyn Matthei al gabinete. Sus últimas intervenciones la han mostrado con un nivel de diagnóstico y propuesta muy superior a sus pares. Habría sido, por lo mismo, muy valiosa en Interior, aunque no fuera la carta preferida por JVR.

Por último, se extraña un giro programático y una renovación del Segundo Piso. Es evidente que el actual equipo ha fracasado hasta el hartazgo, y resulta incomprensible que no haya cambios ahí. La estrategia de los “dientes apretados” hizo que el gobierno terminara con toda la dentadura rota. Y nadie se hace responsable de ello.

Esto último importa, porque una cosa es ordenar la coalición y otra distinta es intentar conectar con una ciudadanía sumida en la desconfianza, la rabia y la frustración. Tal como la persona que le ha fallado personalmente a un ser querido, acercarse de nuevo implica humildad, claridad en los objetivos y hechos sostenidos en el tiempo que hablen por sí solos. No el griterío demagógico de la oposición, pero tampoco un “aquí no ha pasado nada”.

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