Cambios efectivos en la admisión universitaria

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La instalación de la Reforma a la Educación Superior trae aparejadas una serie de modificaciones sustanciales al sistema: nuevo sistema de financiamiento de los estudiantes (gratuidad), nueva institucionalidad, nuevo sistema de aseguramiento de la calidad y nuevo sistema de admisión.

La discusión sobre el financiamiento y, especialmente la gratuidad, copa la agenda.

Pero un elemento crítico, sigue siendo el sistema de admisión, en este caso el universitario. En el último tiempo, tanto desde el Comité de Expertos convocado por el Cruch, como del propio Demre se ha insistido en mejoras y cambios a la Prueba de Selección Universitaria (PSU): nuevas pruebas, nuevos ítems, mayor énfasis en habilidades y menos en conocimientos, son algunas sugerencias.

En esta discusión parece olvidarse que el Sistema Único de Admisión (SUA) contempla dos componentes: PSU y trayectoria escolar (NEM y Ranking).

Este segundo componente, injustamente devaluado, constituye el eje de un sistema de admisión que ayude a identificar adecuadamente a los mejores estudiantes para cursar estudios universitarios y contribuye a mayores niveles de equidad del sistema.

Si de algo no hay duda es que los mejores puntajes de la PSU provienen de los colegios que reciben a estudiantes con mayor capital cultural y social, y que la prueba puede ser "entrenada".

Lo que no está claro, es si esos "mejores puntajes" son los mejores alumnos.

La experiencia universitaria real parece ser otra. El conocido informe Pearson señala que el cambio de la PAA a la PSU, por ejemplo, afectó negativamente la incorporación de estudiantes de colegios municipales a la educación superior. Poco habrá de cambiar en calidad y equidad si no se asume la difícil decisión de disminuir la relevancia que la PSU (cualquiera sea ella) tiene en el SUA.

Las reglas vigentes permiten que las universidades puedan ponderar hasta en un 80% la prueba de selección y solo en un 20% la trayectoria escolar, caso único a nivel internacional. En sentido contrario las universidades no pueden ponderar en menos de un 50% la prueba y en no más de un 50% la trayectoria escolar. A mayor ponderación de la prueba mayor inequidad del sistema, privando a las universidades y carreras más selectivas de una mayor diversidad de procedencias y talentos académicos. Se requiere de cambios efectivos.

Entre los más urgentes: reducir la ponderación de la PSU; aumentar gradualmente la ponderación del Ranking escolar; modificar los sistemas de becas e incentivos a la PSU como factor de selección en beneficio del Puntaje Ponderado (PSU+NEM+Ranking); convertir en política pública permanente los sistemas de admisión inclusiva (PACE, propedéuticos, entre otros); y, valorar en los procesos de acreditación la diversidad del alumnado en las instituciones.

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