Cambios en la lucha contra la pandemia

El ministro de Salud, Enrique Paris, junto a los subsecretarios Paula Daza y Arturo Zúñiga.


Chile enfrenta en estos días el momento más complejo de la pandemia de Covid-19 que afecta al mundo entero. Con más de 242 mil casos, el país entró la semana pasada en el doloroso ranking de las diez naciones con más contagios en el mundo, ubicándose en el lugar octavo, superando incluso a Italia. Pero junto con ello, también se ubica entre los primeros seis países del orbe en casos nuevos, en tanto que el número de fallecidos ya suma más de siete mil si además se consideran los casos probables. Registros que dan cuenta del difícil escenario que estamos atravesando y que mantiene a los principales centros de salud del país con niveles récord de ocupación y a los de la Región Metropolitana al borde del colapso. Según la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva, en Santiago la ocupación de camas de pacientes críticos supera el 96%, lo que equivale, según ha señalado su presidente, a una virtual saturación del sistema. Un panorama que da cuenta de la necesidad de afinar la estrategia y evitar errores para no enfrentar situaciones aún más críticas como las vividas en marzo y abril pasado en otras regiones del planeta.

La salida del exministro Jaime Mañalich marcó evidentemente un punto de inflexión en el manejo de la crisis. Su sucesor reconoció el inicio de “una nueva etapa”. Ello ha traído nuevos aires al equipo que maneja la emergencia y cambios positivos en la estrategia comunicacional, con el fin de comprometer de mejor manera a los distintos actores que pueden colaborar en la actual crisis. Y en el plano de la estrategia sanitaria, es positivo también que la nueva autoridad haya avanzado hacia una mayor restricción de los permisos para forzar el cumplimiento de las cuarentenas, en especial en la Región Metropolitana, pero sin precipitarse en adoptar medidas más restrictivas, como han sugerido algunas voces, que plantean una “hibernación”. En Santiago, la cuarentena ya se extiende por seis semanas sin resultados evidentes, a causa del escaso compromiso de parte de la población, fiscalización insuficiente y complejas realidades realidades sociales que hacen difícil mantener el confinamiento.

Lo anterior no obsta a que la autoridad evalúe medidas más extremas a la luz de la gravedad de la crisis que estamos enfrentando. Es el caso, por ejemplo, del anunciado control de la movilidad a través del monitoreo de los celulares, una medida que se ha aplicado con éxito en otros países. En caso de llevarse a cabo en Chile debe hacerse asegurando el respeto a las garantías constitucionales de las personas y sin violar su privacidad, como advirtió el presidente del Consejo para la Transparencia.

Similar prudencia cabe aplicar en la eventualidad de avanzar hacia un endurecimiento mayor de las cuarentenas. Estas se han ido ampliando y para esta semana más de 10 millones de personas estarán en confinamiento. Como precisó el presidente del Banco Central, una cuarentena aún más drástica podría representar un desplome de más del 25% de la economía. Y sus efectos serían aún más serios de aplicarse antes de que esté operando el Ingreso Familiar de Emergencia reforzado. Este valioso mecanismo acaba de ser despachado a ley, por lo que habrá que darle un tiempo para que empiece a dar sus frutos, y solo entonces evaluar si aun así se requieren medidas todavía más estrictas.

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