CEO's célibes

Iglesia
Referencial.


Las empresas -a diferencia de otras instituciones sin fines de lucro- suelen salir en forma bastante más airosas que otro tipo de sociedades cuando enfrentan una crisis de grandes dimensiones.

Por una parte, los empresarios ( a diferencia de los obispos y los generales, por ejemplo) no pretenden ser personas con una estatura moral superior. Lo cual les da mucho mas flexibilidad para corregir y hacer cambios. Reconocer errores creyéndose alguien especialmente sabio o virtuoso no debe ser fácil.

Tampoco están obligados a hacer esos cambios constreñidos a sus reglas internas y al personal de sus instituciones en forma exclusiva.

Pueden traer ejecutivos de otras empresas, incluso de otros países. No se les exige ser célibes. Tampoco haber hecho carrera solo en esa particular industria.

Es decir, en forma muy expedita pueden hacer grandes cambios en los liderazgos y las culturas de sus empresas. Y las crisis se superan: como ocurrió en Chile con La Polar, en Alemania con la Volkswagen y en CMPC con el papel tissue.

Parten por un cambio radical en sus directorios, sus gerencias y sus protocolos.

Se abren canales expeditos para denuncias. Se instalan estructuras de control interno muy empoderadas y se cambia a los auditores externos.En cada uno de estos casos ha sido exactamente igual.

Pero en la Iglesia, en las FF.AA. y en la política, las fórmulas de reacción a las grandes crisis son mucho menos exitosas. En primer lugar, porque se recurre solo al personal de la propia institución para los cambios. Un obispo es cambiado por otro obispo o presbítero. No hay ejecutivos " de otra industria", sino solo de la misma institución.

Lo mismo pasa en las FF.AA.: un general reemplaza a otro y un coronel a un general. No vienen ideas foráneas.

Y en los partidos políticos solo a los actuales y antiguos militantes.

Así, en las instituciones que limitan los cambios solo a personal de la institución, hacen los necesarios cambios culturales muchísimo más lentos. El personal de la institución se ha formado en la cultura que se quiere cambiar. Ha vivido bajo las normas y procedimientos que requieren ser modificados. Así, el cambio es casi imposible o se hace tan lentamente que la crisis no logra ser superada.

La Iglesia del siglo XVI debió acudir a una institución nueva (la Compañía de Jesús) para hacer los cambios que le dieron nueva vida en el Concilio de Trento, luego de haber perdido media Europa y haber visto Roma saqueada por los mercenarios del muy católico Carlos V.

El Ejército chileno se rehízo luego del drama de Balmaceda trayendo oficiales prusianos y llevando oficiales chilenos a vivir una nueva cultura en Alemania. Pero son casos excepcionales.

Y lo que enfrenta la Iglesia chilena es difícil: a diferencia de La Polar o de CMPC, no pueden traer liderazgos de fuera de la institución. Tampoco la pueden dejar 100% en manos de los jesuitas (que a diferencia del siglo XVI no son tantos, ni son tan revolucionarios).

Tampoco pueden cambiar auditores ni procedimientos: Benedicto trató, y tuvo que rendirse ante la fuerza opuesta al cambio de la Curia. Modificar el Derecho Canónico (los procedimientos y auditores) no puede ser sencillo.

Tampoco hay un "controlador" o una junta de accionistas poderosa que encabece los cambios. Hay solo una monarquía sin mucho poder, que tampoco puede ser removida. Y no es un zar todopoderoso que saque de sus guaridas a los opositores y los aleje por las buenas o por las malas como en China o Rusia.

Ni es una monarquía constitucional como la inglesa, donde gobierna un ministro elegido en forma democrática. Y que si comete errores el sistema político lo cambia.

La Iglesia debería aprovechar esta grandiosa oportunidad para traer sangre nueva a sus liderazgos. Y una sencilla es traer como obispos y como presbíteros a católicos casados, profesionales y de probada capacidad de liderazgo y dedicación. Un "máster" en Teología de un par de años y listo. Tal como los programas de MBA dejan preparados para labores empresariales a cantantes, sociólogos y literatos, no se divisa por qué un programa así no podría formar obispos y presbíteros para superar la crisis. Y lo del celibato que se quede en los libros de historia. Nunca les ha resultado, porque es un desafío a la naturaleza, que al ser reprimido no es neutral para la psiquis de los afectados. Y limita en forma drástica la cantidad y calidad de los reemplazos.

¿Se imaginan que los CEO's tuvieran que ser obligatoriamente célibes?

¿De dónde los sacarían? ¿Dónde podrían encontrarlos? Tendrían copulativamente las capacidades, el liderazgo y el celibato?

Pero si se relaja el celibato ya estaríamos hablando de un universo de profesionales mucho más amplio, con el cual hacer los cambios y producir el necesario cambio cultural.

Chile podría ser el campo experimental para el cambio. Y tenemos ejemplos exitosos en el pasado: la modernización del Ejército con los prusianos. Y la salida de la crisis económica de la UP con la Escuela de Economía de Chicago.

Y la Iglesia chilena tiene a miles y miles de profesionales preparados y con capacidad de liderazgo para el cambio.

Solo que no son célibes, ni están dispuestos a serlo.

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