Chile: diagnóstico y pronóstico

santiago-74
Santiago de Chile. Foto: Andrés Pérez


Al asumir los desafíos de Chile de cara a las tareas de la nueva administración del Presidente Sebastián Piñera es bueno ir derribando falacias, para poder tener un adecuado diagnóstico, así visualizar un pronóstico y los cursos de acción necesarios.

En primer lugar, la falacia de señalar que el país depende absolutamente de factores externos. Lo cierto es que desde 2017 la economía mundial ya presentó un repunte económico, tuvimos un mundo que se desaceleró pero no un escenario de crisis global. No caigamos en explicar el desempeño de la economía chilena solo en base a lo que está pasando en el exterior, el grueso del desempeño económico está en manos de lo que ocurre en el plano interno, por cierto hay factores que influyen, pero no son determinantes. Las tareas ahora y en las que está el Ministro de Hacienda, Felipe Larraín, entre otras, son que el producto genere más que el gasto, moderando entonces el gasto público; fomentando el empleo asalariado y de calidad; abogando por la disciplina fiscal; y en definitiva trabajando porque el país crezca a tasas razonables.

Las cifras no mienten y la deuda pública debe bajar. Todo lo anterior, es preciso hablarlo claro, entre otras cosas, para poder prospectar acciones concretas en base a la realidad y no sobre posverdades o un desconocimiento colectivo.

Recuperar confianzas empresariales, de los consumidores, entre otras variables, son la base pero "no aseguran la rueda de la fortuna". Hay que moderar expectativas, pero trabajar con optimismo para sostener un crecimiento económico en el mediano y largo plazo.

Más allá de todo anterior, debemos salir del bosque y mirar el futuro con un ánimo especial, mirando el 2018 como el comienzo de un nuevo ciclo político, en un Gobierno que descansa sobre pilares como la: libertad; la justicia; el progreso; y por cierto la solidaridad.

Recuperar la era de los consensos, de una mirada País a largo plazo, asumiendo los desafíos profundos del Chile actual y futuro, abogando por los más necesitados -no desde el asistencialismo sino desde un crecimiento integral-, con dignidad e incorporando a empresarios, trabajadores y a todos los actores de la sociedad: es la tarea a acometer. Por otro lado, la diplomacia no puede ser un mero espectador, sino un catalizador de esfuerzos sinérgicos en el exterior y que aporte valor a quienes toman las decisiones en Chile sobre experiencias comparadas, para no "inventar la pólvora" sino para obrar copiando lo bueno y con miras a alcanzar el sueño de justicia, afrontando los grandes desafíos que tiene el país.

Hacer que Chile crezca de manera integral e inclusiva es tarea de todos, no un patrimonio de economistas o técnicos, tampoco de izquierdas o derechas. Hacer justicia y realidad un sueño lleno de contenido, implica entender que la política no es solo gestión, es mucho más que eso. La ética en el compromiso púbico, el diálogo, pero por sobre todo el coraje son factores determinantes para que el Estado en todas sus esferas, asuma un compromiso profundo en este desafío País. La conducción desde lo público no es algo ajeno a nadie, mucho menos al sector privado. A Chile lo harán grande las personas notables que con carácter y compromiso asuman sus roles en una era de cambio de paradigmas, en que no bastan los burócratas tradicionales para generar un aporte sustantivo. No esperemos resultados distintos haciendo lo mismo, innovemos y asumamos el desafío de la desigualdad de rentas y la pobreza, con miras a los ODS 2030, y en definitiva demos valor real, presente y futuro a nuestras acciones, en particular a quienes nos convoca la cosa pública, pensando que nuestro cliente y mandante final son: todos los chilenos y chilenas.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.