Chile en el mundo: la nueva oportunidad



Por Carlos Ominami, economista

El triunfo de Gabriel Boric ha tenido un impacto internacional insospechado. Los principales medios internacionales lo consagraron en sus primeras planas con grandes titulares. Hace exactamente veinte años que un país latinoamericano no era noticia por algo distinto a una catástrofe o una tragedia. Hay que retroceder exactamente al 2002 para encontrar algo semejante: el triunfo de Lula da Silva destacado como la llegada del “primer obrero a la Presidencia de Brasil”.

En el caso de Chile, hay que retroceder bastante más atrás en la historia hasta llegar a la derrota de Pinochet en el histórico plebiscito de octubre de 1988. Chile dispone así de un activo internacional de envergadura que es preciso proyectar. Bien administrado, puede ser una contribución mayor para comenzar a sacar a América Latina de la condición de marginalidad e irrelevancia internacional a la que la condujeron los gobiernos conservadores.

Una nueva política internacional, con sentido de Estado, comprometida con las grandes causas globales, como la profundización de la democracia, la defensa de los derechos humanos, la lucha en contra del cambio climático, la igualdad de género o la no alineación activa puede hacer un aporte fundamental para superar la herencia internacional del gobierno del Presidente Piñera. Como argumentamos en estas mismas páginas el 9 de diciembre, nos lega un país “menos confiable, respetado y predecible”, producto de la aplicación de una política con una fuerte carga ideológica neoliberal y conservadora.

El excanciller Teodoro Ribera buscó controvertir este diagnóstico el 14 de diciembre. Agradezco la atención prestada. Sin embargo, sus argumentos no fueron convincentes. Más aún, no intentó controvertir el diagnóstico, sino que llamó simplemente a moderarlo acusando una cierta parcialidad. En su respuesta se buscará en vano un argumento que responda a las críticas de fondo que formulamos en cuanto a ruptura con la tradición de defensa del multilateralismo, la autonomía política o los derechos humanos. No hay tampoco referencia alguna al bochorno de Cúcuta (del cual él no es responsable), la liquidación de Unasur y su reemplazo por Prosur, instancia ideológica construida a partir de una afinidad política momentánea que ha demostrado su completa inutilidad en el enfrentamiento de algo tan mayor como la pandemia, con todas sus secuelas económicas y sociales.

Con toda razón, en su primera decisión de política internacional, el presidente electo Gabriel Boric zanjó la discusión, rechazando la invitación que le formuló el Presidente Piñera para participar en las reuniones de la Alianza del Pacífico y Prosur, calificando inequívocamente a esta última como “una agenda propia del Mandatario Piñera“.

Con la elección de Gabriel Boric se le ha abierto a Chile una gran oportunidad para poner este nuevo activo al servicio del fortalecimiento de su democracia, el desarrollo sustentable, la equidad de género y la recuperación de su prestigio internacional.

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