Chile y equidad de género: un país en deuda

Mujeres marchando

Pese al rezago que aún muestra en varios índices sobre igualdad de género, el país ha venido progresando. Perseverar en ese camino no solo es necesario, sino clave para nuestro desarrollo.



Chile ha dado en los últimos años pasos importantes en pro de reducir la profunda brecha de género, pero sin duda el camino que queda por delante para avanzar hacia una sociedad que garantice en forma efectiva la equidad en ese ámbito aún es largo. El país está lejos de las naciones que hoy se destacan por entregar una efectiva igualdad de oportunidades a hombres y mujeres y garantizan en forma eficaz los derechos de estas últimas. Y, muchas veces, las políticas implementadas por los distintos gobiernos chocan con factores culturales de más lenta transformación.

El Global Gender Gap Index que elabora anualmente el World Economic Forum y que mide la equidad de género en 153 países, da cuenta de las deudas pendientes que tiene el país en ese ámbito. En 2009, Chile aparecía en el lugar 64 del ranking general, y en el último informe se ubica en el puesto 57. Es decir, en una década escaló siete posiciones y mejoró en el índice sólo 0,035 centésimas. Pero aún más escaso es su progreso cuando se analiza el subíndice sobre participación económica y oportunidades. En ese ranking, el país se posiciona en el lugar 111 en el informe de 2020. En 2009, ocupaba el 112.

La participación femenina en la fuerza del trabajo sigue siendo una deuda pendiente, aunque subió un 10% en una década, según la encuesta de Ocupación y Desocupación del Gran Santiago, que elabora la U. de Chile. Del total de mujeres en edad laboral, cerca del 50% trabaja, lejos de los niveles de los países desarrollados, donde supera el 65%. Y si se la compara con la participación masculina, que llega al 72%, la diferencia es aún más marcada. A ello se agrega, además, la brecha salarial que, pese a los avances, sigue estando entre las seis mayores de la Ocde, que reúne a 36 países.

En los ámbitos de poder, según revela un estudio del PNUD publicado por este diario, el panorama es aún más desigual. Aunque las mujeres han duplicado su presencia en esas posiciones en los últimos 25 años, su participación sigue siendo marginal respecto de los hombres. En la política, por ejemplo, si bien se observa un avance de la mano de medidas a favor de la discriminación positiva, como la ley de cuotas, el porcentaje de mujeres en puestos de poder llegó en 2018 a 24%, 13 puntos más que en 1995. Y en el sector empresarial, la tasa llega apenas al 9%.

A la luz de esas cifras, es indudable que el país tiene aún mucho por avanzar. Medidas como el proyecto de sala cuna universal; la reforma constitucional para establecer como deber del Estado el promover y garantizar la plena igualdad de derechos, deberes y dignidad entre el hombre y la mujer; la recién promulgada Ley Gabriela, que amplia la definición de femicidio, y las normas contra cualquier discriminación arbitraria en las FF.AA., universidades estatales y empresas del Estado, han sido pasos positivos. Pero a la luz de las cifras, es claro que no han sido suficientes.

Aún falta camino por recorrer para alcanzar una plena y efectiva equidad de género en el país. Avanzar en esa dirección conlleva evidentes beneficios, como lo comprueban diversos estudios, tanto en términos de crecimiento económico como de enriquecimiento cultural del entorno social y laboral. Sin embargo, se trata de procesos que no pasan solo por cambios legales, sino por transformaciones culturales de más largo aliento. En ese sentido, son positivas y esperanzadoras las señales que se observan en las nuevas generaciones, las cuales se han educado en una cultura consciente de la plena igualdad entre hombres y mujeres, lo que contribuye, además, a poner fin a los prejuicios que muchas veces sostiene el llamado “techo de cristal”.

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