Coherencia en el mensaje



Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom

Todos los comercios no esenciales, así como las escuelas y guarderías, van a cerrar en Alemania a partir de hoy y hasta el 10 de enero próximo, en cumplimiento a lo anunciado por Angela Merkel, para intentar frenar la segunda ola del coronavirus. La canciller alemana constató los “muy numerosos fallecimientos” debidos a la epidemia de Covid-19 y el “crecimiento exponencial” de las infecciones ante un escenario en que se coincide que el coronavirus está fuera de control.

Las medidas tomadas en Alemania son radicales y en plena correspondencia con el cuadro que están enfrentando. De esta manera, el mensaje hacia la ciudadanía es claro, las medidas están en línea con lo que se está diciendo y lo previsible es que -aun cuando a muchos no les guste- las personas constaten que hay coincidencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Muy distinto es lo que está aconteciendo ahora en nuestro país, lo que pone en duda la justeza de la estrategia del gobierno para el combate al Covid-19. Al anuncio del ministro de Salud advirtiendo sobre una segunda ola para enero próximo, que podría llegar a 9.500 casos de contagios por día, le sucedió con prontitud la medida de reinstaurar la fase 2 para toda la Región Metropolitana y, con ello, la cuarentena para los fines de semana, con versiones poco claras de que todo podría cambiar antes de Navidad y Año Nuevo. Esto resulta totalmente contradictorio con la flexibilización de restricciones como la reapertura de las fronteras, de piscinas y playas, casinos de juego, hoteles, malls, restoranes y bares, y visitas presenciales a las cárceles que se estaban implementando y se repondrán. Menos comprensible fue el llamado de la primera dama a reactivar las vacaciones para adultos mayores con traslado interregional, como se había anunciado una semana antes de la fase 2 para la Región Metropolitana, y que resultó en lamentables consecuencias para algunos.

Mientras en la TV abundan los reportajes para mostrar la irresponsabilidad ciudadana frente a una pandemia que mortalmente está afectando al mundo entero, bien vale preguntarse cómo se puede culpar a las personas si, a la luz de los confusos y contradictorios hechos descritos, solo pueden surgir sospechas y desconfianzas.

Es muy evidente que el gobierno necesita reforzar el mensaje de que esta pandemia no ha pasado y que tenemos que prepararnos para el peor escenario. El peligro radica en que la poca claridad del discurso gubernamental y de la autoridad sanitaria incide directamente en el relajamiento del autocuidado y en que la percepción de riesgo de las personas disminuya, modificando las conductas.

Más de 72,5 millones de personas ya han sido víctimas del virus y la cifra global de decesos supera los 1,6 millones. Si queremos que la ciudadanía confíe en las medidas que se adoptan y en la eficacia de una vacunación masiva, la autoridad debe ser consistente en su estrategia.

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