Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Aunque la aprueben...



Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

...no se despejará el impedimento esencial que la invalida. Y es que esta Constitución se ha pensado no solo para terminar con la de Jaime Guzmán, sino con todas. Las históricas chilenas, ciertamente, y con cualquiera que intente reemplazarla.

El soberanismo, la obsesión con que solo puede haber una voluntad -la popular- igual de absoluta como la que hubo antes en posesión de monarcas déspotas ilustrados, no requiere de constituciones. En el Preámbulo original, versión más honesta aunque impresentable, se hacían dos afirmaciones reveladoras. Reconocían la violencia original (el “estallido social”) como motivo propulsor de la Constitución, y decían que éste los había llevado a “adoptar” dicha Carta Magna. ¿Acto fallido? Según la RAE, adoptar en su primera acepción significa “tomar legalmente en condición de hijo al que no lo es biológicamente”. ¿Es que nunca les ha nacido hacer una Constitución, ni les sienta enteramente natural tampoco la legitimidad consiguiente? ¿Se apropian de ella, les es útil, aunque responda a doctrina ajena, como el camaleón que adopta el color de su entorno?

Otros indicadores lo confirman. Como nunca han pretendido llegar a un acuerdo entre notables, o a una versada discusión de juristas, el texto es más imperativo que político o constitucional, sin equilibrios. Numerosísimas materias de ley han sido derivadas a eventuales reglamentos de rango menor que habrá de dictar el Ejecutivo, pudiendo con ello “destronar a la ley de su primado” (Alejandro Vergara Blanco). Agreguemos una previsible ampliación del Estado (ídem, con el Ejecutivo detrás) por pandemia y desmontajes antineoliberales, y el verdadero poder residirá en Palacio y ministerios.

Esto no tiene nada de nuevo. Es a lo que siempre han conducido los llamados a hacer una nueva Constitución. Fue así como al Portales dictador, la Constitución del 33 lo avaló. Otro tanto la del 25 que requirió y dio lugar a dos dictaduras (Ibáñez y el León), y la del 80 que proyectó la de Pinochet por décadas. Venía, además, una tendencia previa, vía reformas a la del 25, en que se fue “restringiendo el derecho de propiedad individual y ampliando la propiedad estatal junto a una creciente concentración de atribuciones en la Presidencia de la República” (Sofía Correa). Se iba a lo que se llegó. De modo que vaya a saber uno de dónde sacarán que, si vence el Apruebo, se anulará el cheque en blanco al que se nos conmina endosar votando obligados el 4 de septiembre.

La madre del cordero es la nefasta tesis del poder constituyente: el monismo unilateral de quien dicta la Constitución y se reserva para sí el manejo del “estado de excepción” como forma de gobierno. El que según Walter Benjamin se convierte en regla permanente (Tesis VIII), suspendiendo el derecho conforme a derecho (vid. también Giorgio Agamben).

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