Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Repliegues



Para haber sido una derrota mayúscula lo del Rechazo -el peor desastre de la izquierda desde los 90, e incluso de los últimos 50 años-, sorprende que el repliegue que ha seguido sea apenas perceptible. Nadie ha partido al exilio o se ha pegado un tiro, y eso que se habló de la “madre de las batallas”. Tampoco ha sucedido nada semejante a lo del PC chino: Teillier aún no sufre una descomposición en su salud. El gobierno se ha demorado dos meses en llamar a una asamblea y en dar fe de que sigue siendo una coalición o alianza la que está a cargo. ¿Cómo en la universidad? Parecido, aunque ese palacio con vista al mar donde se juntaron inspira a cualquiera a jurar amor y fidelidad eterna. Muy fotogénico.

Por tanto, más que autocrítica, el repliegue de ahora no es sino control de daño, un propósito más puntual, táctico comunicacional. De lo que se trata es sobrevivir “sin renuncia” en la parrilla periodística y redes sociales, en la medida de lo posible, que es lo que importa. Calcado, además, a lo de hace siete años bajo Bachelet, y con esa misma gente instalada de nuevo en el segundo piso de La Moneda. Chico es este mundo. Y eso que el concertacionismo ¿no estaba desahuciado por los actuales mandamases-mandapoco? Sí y no. Nadie muere en política, o se muere muchas veces (Churchill), que es lo mismo. Es cuestión de esperar, y verá que a uno lo llaman y resucitan. De ahí esa máxima, de que “en política nunca retrocedas, nunca te retraigas, nunca admitas un error”, que dicha por un general, nada menos que Napoleón, está claro que no será como en la guerra aun cuando siga pareciendo una guerra. Lo cual recuerda a Clausewitz, a quien debemos la tesis de que la guerra es política por otros medios, y también esa otra imagen suya, de una derrota digna: “Las retiradas de grandes generales y de ejércitos acostumbrados a la guerra siempre se han parecido a la retirada de un león herido, tal es, sin duda, también la mejor teoría”. En otras palabras, paciencia. Lo recomendable es esperar, hasta que otros se replieguen, y ahí se presentará de nuevo una oportunidad.

Atendibles consejos, pero cuidado, no estamos ante bonapartes, clausewitz o churchills. Lo nuestro es banal. Parecido al bailongo por tandas de Bachelet-Piñera, como en su momento de Pinochet, Aylwin/Frei/Lagos, con un mismo principio operando transversalmente. El del poder por turnos, cuoteado, y así cabemos todos por igual tiempo y ritmo, 16 años sirviendo de común denominador en cada etapa. Coincidencia extrañísima pero, vea usted, saque la cuenta. Claro que con Boric se precisa de “acompañamiento” hasta que se vuelvan menos ineptos. Porque si ellos se las ven solos y a sus anchas, el país suena, y eso impedirá dedicarnos a lo que nos trastorna: conciertos de rock, asados y feriados largos irrenunciables.

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

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