Columna de Daniel Matamala: Que no panda el cúnico

La presidenta de la Convención María Elisa Quinteros junto a Jaime Bassa y Elisa Loncón.


Hasta hace algunas semanas, el discurso contra la Convención Constitucional la pintaba como un grupo de diletantes, una asamblea que gastaba el tiempo en hacer nada. “Aún no escriben un solo artículo”, repetían con evidente mala fe: los artículos se aprueban al final del proceso, no al principio. Total, decían, la Constitución está cocinada: ya la tienen lista, confidenciaban muy seriamente, Fernando Atria y Jaime Bassa.

Esta semana comenzaron las votaciones. Y de pronto el discurso anti-Convención es el opuesto. Los convencionales ya no están haciendo muy poco, sino demasiado. Los diletantes se transformaron de pronto en una horda de bárbaros que está arrasando las bases de la sociedad.

“Espero que los chilenos ingenuos despierten”, dice un video del convencional Martín Arrau, en que asegura que “la familia ya no es el núcleo de la sociedad”, “se eliminó la libertad económica”, y se puso “fin a la independencia judicial”. Titulares aparecen aquí y allá: se elimina el Senado, cárcel para Piñera, ley de medios, censura política a jueces… ¿Qué está pasando?

Invocando al Chapulín Colorado: que no panda el cúnico.

Lo primero que hay que aclarar es que nada, nada, nada, absolutamente nada, está aprobado todavía. Quien dice lo contrario, miente.

Están ocurriendo tres procesos en paralelo.

Primero: la recolección de firmas para iniciativas populares, proceso que termina este martes. Más de 700 mil chilenos ya han apoyado alguna, sumando más de 1 millón y medio de firmas (cada persona puede patrocinar hasta siete). Aquellas que reúnan 15 mil respaldos, serán discutidas y votadas por la Convención. Entre ellas hay propuestas para defender los ahorros previsionales, garantizar la autonomía del Banco Central, reconocer derechos a los animales y, sí, también, una titulada “cárcel para Sebastián Piñera” aunque ni siquiera tiene un articulado bien redactado. Sólo dice: “Garantía de justicia y no repetición, de que nunca más un presidente abuse de su poder y le declare la guerra a su propio pueblo”. Ese mamarracho legal no ha sido respaldado por ningún grupo relevante dentro de la Convención.

Segundo: los convencionales también están proponiendo normas. Una que levanta controversia es crear un Consejo de Medios de Comunicación, para “velar por el correcto funcionamiento de todos los medios” y su “obligación de transmitir infomación veraz”. Una propuesta similar a la que hizo Daniel Jadue en campaña, y que es inconveniente por las mismas razones. ¿Queremos que algún burócrata defina qué es “información veraz”? ¿Queremos a un órgano estatal fiscalizando qué pueden o no pueden decir diarios, radios comunitarias o blogs?

Otra norma, presentada por dos convencionales comunistas, crea una Comisión de Evaluación, designada por el Presidente de la República, para revisar, calificar y destituir a los jueces. Una grosera intervención del Poder Ejecutivo sobre el Judicial, que le permitiría deshacerse de jueces opositores o incómodos.

Para las personas de izquierda que apoyen estas medidas, una simple pregunta: ¿si Kast hubiera ganado las elecciones, les parecería bien darle facultades para definir qué medios son “veraces” o qué jueces deben ser expulsados?

Ese es un buen test para medir las propuestas. ¿Distribuyen el poder, o lo concentran aun más? ¿Fomentan órganos autónomos más fuertes que fiscalicen a las autoridades, o al revés, los debilitan?

Pero, por malas que sean, estas son apenas ideas presentados por grupos minoritarios, a años luz de conseguir los 2/3 para ser aprobadas.

Tercero: hay normas que sí se votaron en las comisiones. Entre ellas, definir a Chile como un Estado plurinacional, consagrar la paridad en los cargos públicos, establecer el voto obligatorio (y voluntario para adolescentes entre 16 y 17 años), poner límites de años a la función de los jueces, y que el Congreso sea unicameral.

Todo esto aún debe ser votado en particular en las comisiones, y luego llevado al pleno, donde se requieren 2/3 de los votos, para después pasar a una Comisión de Armonización que junte las distintas piezas y proponga una redacción final. La votación entre Congreso unicameral o bicameral, por ejemplo, fue muy cerrada, y es probable que se llegue a un acuerdo diferente en el resto del proceso. Decir que “se acabó el Senado”, de nuevo, es mentir.

La Asociación Chilena de Ciencia Política advirtió del riesgo de que estas votaciones aisladas no consideren “los efectos sistémicos de los diseños institucionales”. El exdirector del CEP, Arturo Fontaine, destaca que “la gente razona y delibera, esa es la idea de una Convención. Pienso que es posible que la idea de una segunda cámara prenda”.

¿Y qué hay de las demás frases del convencional Arrau? Simple: que un proyecto específico se rechace, no significa que el principio que invoca haya quedado fuera. Por ejemplo, hay varias normas sobre libertad económica, con distintos énfasis. La redactada por Arrau fue rechazada. De hecho, una de sus propuestas obtuvo la friolera de cero votos a favor (ni siquiera sus colegas de derecha la apoyaron).

De eso se trata. No de llaneros solitarios que hagan escándalo porque no se aprobó su propuesta, sino de negociar hasta llegar a los 2/3 que cada tema requiere. Habrá que dialogar hasta que duela, porque nadie tiene poder de veto ni de imposición.

La mejor prueba la tuvimos con la aprobación en primera instancia de un régimen presidencial, que incluye la creación de una presidencia paritaria: si la Presidenta es mujer, el vicepresidente será hombre, y viceversa. Tras una amplia negociación, lo apoyaron desde Marcela Cubillos (UDI) a Marcos Barraza (PC), y desde Cristián Monckeberg (RN) hasta Rosa Catrileo (pueblo mapuche), derrotando el proyecto alternativo que impulsaban… Fernando Atria y Jaime Bassa.

¿Pero cómo? ¡Si en Whatsapp mi tía dijo que su vecino le contó que un primo escuchó que un taxista le dijo que vio en YouTube que Atria y Bassa ya tenían escrita la Constitución!

Que no panda el cúnico.

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