Columna de Gabriela Clivio: Hora de hacer mejoras, no de cambiar



En Uruguay, vivíamos con mis viejos, en una casa grande, iluminada, con grandes ventanales, fresquita en verano y a pasos de la rambla. Con techos altos y ventanas que no eran herméticas, estábamos en invierno tan abrigados dentro de la casa como fuera de ella. Cuando se pudo, mi viejo cambió los cerramientos y tiempo después instaló la calefacción. En todos los años en que no tuvimos calefacción nunca pensamos en cambiarnos de casa, aunque sabíamos que había que hacerle mejoras. Algo así pasa con el sistema de pensiones en Chile: sabemos que necesita mejoras, pero esto no implica cambiarlo por otro.

Hablo de Uruguay, porque recientemente llegó a mis manos un documento técnico con cifras interesantes del sistema de pensiones que me permitió extraer algunas conclusiones que quiero compartir con ustedes.

En primer lugar, en 1995, Uruguay introdujo el sistema de capitalización, algo que han hecho gradualmente los sistemas de reparto en el mundo, dado que la mayoría de ellos son deficitarios. En Chile queremos ir en el sentido contrario.

En segundo lugar, en menos de tres décadas, en el país del Río de la Plata, ya se han realizado dos revisiones significativas del sistema de pensiones. En Chile, desde la creación del mismo en los 80, nunca se han corregido los parámetros a pesar del aumento de la esperanza de vida. Esta combinación ha derivado en menores tasas de remplazo. Es necesario realizar ajustes y revisar los parámetros periódicamente en todo sistema de pensiones. No es posible pagar buenas pensiones a pesar de la rentabilidad conseguida, con apenas un 10% de cotización considerando además los niveles de informalidad que presenta la economía.

Tercero, en Chile las mujeres reciben peores pensiones que los hombres principalmente como consecuencia de las lagunas previsionales que derivan en menores montos ahorrados. Lo anterior, se agrava por la brecha salarial que existe entre hombres y mujeres. En Uruguay, las diferencias de ingresos entre hombres y mujeres son menores, y las tareas domésticas y el cuidado de hijos y adultos mayores se reparte de manera más equitativa. Dado esto, es imprescindible incorporar un enfoque de género en las políticas públicas.

Cuarto, en Uruguay el aporte a las pensiones es de 22,5% del sueldo, mientras que en Chile es de 10%. La tasa de remplazo de Uruguay alcanza al 64% del salario promedio y en Chile es de 31%. Si la tasa de cotización en Chile fuera igual a la de Uruguay, la tasa de remplazo alcanzaría al 70%. Claramente, el sistema de capitalización es mucho más eficiente.

Quinto, el sistema de pensiones en Uruguay le cuesta al Estado 11,2% del PIB, algo a todas luces insostenible. Sin embargo, lo anterior no es raro, dado que los sistemas de reparto implican desequilibrios en las finanzas públicas. Por todas las razones que he mencionado, parece evidente que en el sistema de pensiones local llegó la hora de mejorar el aislamiento e instalar la calefacción.

Por Gabriela Clivio, economista y académica

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