Columna de Gabriela Clivio: Las nuevas importaciones no tradicionales



Varios hechos se han sucedido en el país en las últimas semanas además de la demolición de las “narco casas”. El más triste de estos sucesos es la muerte de una madre de 46 años y un padre de 37 años, ambos carabineros. Entre la población civil, el miedo está cada día más presente y lamentablemente delitos como la extorsión y el sicariato que eran desconocidos hasta hace poco, forman ahora parte de las nuevas importaciones no tradicionales y son en parte consecuencia del descontrol en las fronteras. La seguridad o la falta de la misma es el gran tema relevante y urgente del país en este momento y no lo son ni la nueva Carta Constitucional ni una nueva reforma tributaria. La seguridad es esencial además para el crecimiento económico, más aún en un país caracterizado por una productividad estancada hace más de una década.

En estos días, el Banco Central informó que la actividad económica aumentó apenas 2,4% en el año 2022 con respecto al año anterior y tuvo un desempeño decreciente. La producción de bienes mostró una caída, siendo la minería y la industria manufacturera las de mayor incidencia en este resultado y la actividad comercial también se redujo de la mano de la caída en el consumo de bienes.

Mucho se habla de retomar la senda del crecimiento económico como la mejor forma de aumentar la recaudación (eso sí, nadie habla de la ineficiencia del gasto público ni la reasignación del mismo), pero lamentablemente la economía no funciona como una varita mágica de un cuento de hadas. En economía hay causalidades y canales de transmisión y no alcanza con pedir un deseo para que se materialice lo que creemos necesitar, sino que es necesario crear las condiciones propicias y trabajar para obtener lo que buscamos.

La pregunta entonces es si estamos realmente creando las condiciones para que el crecimiento económico se materialice o si la inseguridad es un obstáculo al crecimiento económico. Repasando la historia reciente, vemos que el período de mayor crecimiento en Chile se dio entre los años 1990-1998. En dicho período la economía creció en promedio un 7,1% y la formación bruta de capital fijo como porcentaje del PIB alcanzó el 25%. Entre los años 2014-2017 la formación bruta de capital fijo alcanzó el 23% del PIB y el crecimiento fue apenas 1,7% siendo esta cifra casi despreciable para una economía emergente. Durante el primer período, la inversión extranjera directa nueva alcanzó a un tercio de la formación bruta de capital fijo. Dado que existe una causalidad entre inversión y crecimiento, si buscamos un mayor crecimiento es necesario crear las condiciones para que la inversión se materialice. La inversión en capital fijo, a diferencia de los flujos financieros, supone un horizonte largo y es básicamente irreversible una vez materializada. Ahora parece que al menos en los dichos ha vuelto el tema de la necesidad de alianzas público-privadas para explotar el litio y el hidrógeno verde y pareciera ser que podremos aprovechar el potencial de Chile en estos recursos sin necesidad de crear más empresas estatales. Pero, a pesar de que algunos grados de incertidumbre económica se han reducido (tal como lo podemos ver en el riesgo país), existe una creciente inseguridad y una percepción de esto entre la población civil.

La inseguridad puede asemejarse a un shock externo en un modelo econométrico cuyo efecto, tal como se ha probado en varias publicaciones, termina siendo la destrucción del activo y afecta negativamente a nivel agregado. Varios autores han probado la existencia de comovimientos entre las variables consumo, inversión y exportaciones en respuesta a un shock exógeno que refleja la inseguridad. Pareciera ser que en materia de seguridad al menos llegó la hora de pasar a la acción.

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