Columna de Juan Pablo Beca F.: Amistad cívica y proceso constituyente



La amistad cívica parece ser algo del pasado, que se desvanece en el clima de cancelaciones y descalificaciones, pero sin ella no podemos avanzar como sociedad. Un buen clima laboral ayuda a las empresas, y un buen clima político ayuda a los países.

Las últimas semanas, en la antigua sede del Senado, hemos visto como esta amistad se recupera. La Comisión de expertos y expertas, nombrados para preparar un borrador de Constitución, ha sabido honrar esta hermosa tradición republicana. Conformada en forma importante por personas que vienen del mundo de la academia, que llevan años encontrándose en seminarios y conversatorios en los que se ventilan las diferencias con altura de miras, han sabido aprovechar esa experiencia para construir una propuesta fruto del diálogo.

El diálogo no es otra cosa que una búsqueda compartida de la verdad, reconociendo que ninguno de nosotros tiene la verdad absoluta y que otras personas también tienen parte de la verdad y, sobre todo, que tienen buenas intenciones, y al igual que nosotros, quieren un país mejor, aunque su idea de “mejor” sea distinta a la mía.

La Constitución debe escribirse en este espíritu. Se trata de buscar un texto que refleje algunos acuerdos básicos, un mínimo común que podamos compartir como sociedad. Sería ingenuo pensar que habrá consenso, o al menos un nivel de acuerdo importante en todos los temas, pero no es ingenuo -al contrario, es urgente- ponernos de acuerdo en cómo resolveremos los desacuerdos y en algunas cosas, como los Derechos Fundamentales, que son intocables.

No se le puede pedir a la Constitución que resuelva todos los problemas o regule todos los temas. Aspiro a una Constitución mínima, es decir breve, que lejos de la tentación de plasmar un plan de gobierno o una ideología particular, asegure las condiciones para que, en forma democrática, la sociedad decida cada cierto tiempo cuál es el plan de gobierno que prefiere, y que este se pueda cumplir. Eso se logra con el diseño de un sistema de gobierno robusto y equilibrado, y con un catálogo de Derechos Fundamentales que recoja los acuerdos sociales y los avances que ha tenido la humanidad en la conciencia de los mismos.

En el proceso anterior fuimos testigo de la tentación en la que cayeron buena parte de los y las convencionales, por incorporar a la constitución muchos temas, lo que llevó al rechazo del proyecto y al fracaso del proceso. El Consejo Constitucional que asumirá el 7 de junio tiene una mayoría muy clara y, dependiendo de las alianzas que se den en su interior, tendrá la posibilidad de dejar de lado las propuestas de la comisión experta, y puede por ello caer en la misma tentación.

El Consejo debe ser consciente de este peligro, y no perder el clima y el espíritu con el que ha trabajado la Comisión Experta.

Nunca en la historia de Chile hemos tenido una Constitución sin apellido, que represente a todos los sectores. Está es probablemente la última oportunidad de hacerlo en mucho tiempo, y no puede ser desperdiciada.

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